Elkhonon Goldberg - Creatividad. El cerebro humano en la era de la innovación
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- Libro:Creatividad. El cerebro humano en la era de la innovación
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2018
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Creatividad. El cerebro humano en la era de la innovación: resumen, descripción y anotación
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Son varias las personas que de un modo u otro han hecho posible este libro. Mis agentes, Michelle Tessler y Michael Carlisle, me ofrecieron un aliento inestimable en los inicios del proyecto. Mi editor, Craig Panner, me ha guiado de forma convincente, benévola pero firme, durante todo el proceso de escritura. La asistente editorial Emily Samulski me he proporcionado una ayuda excelente en cada paso del proyecto. Richard Gallini realizó las ilustraciones con paciencia y precisión. Daniel Feldman ayudó con las búsquedas de literatura técnica y las notas de los capítulos. Anton Shaporalov diseñó las imágenes de red aleatoria y de mundo pequeño. Ida Bagus Yogi Iswara Bawa grabó el vídeo de la danza Sanghyang Jaran en la isla de Bali. Dmitri Bougakov, Bienvenido Nebres, Harry Ballan, Igor Glavatski y Luz Casimiro-Querubin me han ofrecido comentarios de inestimable valor sobre varios aspectos del manuscrito. Mi viejo bullmastiff, Brit, y mi nuevo cachorro de mastín inglés, Brutus, me han acompañado en varias fases de la redacción de esta obra con incondicional devoción y alegre ánimo. Vaya a todos ellos mi más sincera gratitud. Este es mi cuarto libro con Oxford University Press, una fructífera asociación con la que me siento agradecido.
¿Cambiará este libro lo que piensa el lector sobre la naturaleza de la creatividad humana, y de ser así, en qué sentido? «Creatividad» es una palabra grave cuyo significado puede parecer engañosamente evidente. Sin embargo, sabemos que, en contra de la intuición y del sentido común, no se corresponde con un único y bien definido fenómeno o atributo. Tal como hemos argumentado en el capítulo anterior, la creatividad es un fenómeno derivado, producto de muchos atributos cognitivos que dependen del trabajo conjunto de diversos sistemas cerebrales. Puede tomar muchas formas, y son muchos los caminos que conducen al resultado de la creatividad. Es producto de complejas interacciones entre la neurobiología y la cultura, y como tal, no se refleja en un vínculo con una sola estructura cerebral o en un control genético simple. Por eso la discusión de los diversos componentes del proceso creativo nos llevaron a visitar buena parte del cerebro humano. Un proceso creativo, por definición, tiene que ver con la novedad, lo que implica la participación de los lóbulos cerebrales y del hemisferio derecho. Se beneficia de una buena comprensión de conocimiento y conceptos previamente acumulados, lo cual depende del hemisferio izquierdo. Tiene que estar guiado por un fino sentido de la importancia y la relevancia, y eso depende de los lóbulos frontales y de la señalización por la dopamina.
Aunque guiado por el sentido de la relevancia, el proceso creativo no debe verse frenado por la conformidad, lo que trae a escena una corteza cingulada anterior bien afinada. Para colmarse con éxito, el proceso creativo requiere que un esfuerzo sostenido y dirigido a una meta, guiado por la corteza hiperfrontal, se entrelace con una generación de ideas aparentemente sin esfuerzo que requiere una suspensión del control por el lóbulo frontal, un estado de hipofrontalidad. A la compleja danza entre estos dos estados la hemos denominado «divagación dirigida». Esta, a su vez, precisa de un ágil tronco encefálico capaz de proveer un amplio abanico de estados de activación y de cambiar de uno a otro. Además, para poder conectar ideas e informaciones dispares, el cerebro tiene que estar fuertemente interconectado y dotado de propiedades de «mundo pequeño».
En último término, sin embargo, el destino de la innovación se encuentra a merced de la sociedad, formada por la multitud de consumidores no particularmente creativos que pueden acoger la innovación y, con ello, conferirle el reconocimiento de «creativa», o rechazarla e ignorarla y de este modo condenarla al olvido. Esta última y triste posibilidad puede deberse a que la innovación realmente carecía de relevancia, y este es el destino de muchos intentos de innovar. Pero una innovación, o una idea, también pueden ignorarse porque se adelanta tanto al zeitgeist predominante de la época que la sociedad es incapaz de reconocer su relevancia o su valor potencial. Esta segunda posibilidad me conmueve de una manera especial, y es por ello que decidí dedicar este libro a las personas creativas anónimas cuyo genio no fue reconocido por sus coetáneos y cuyas aportaciones fueron ignoradas u olvidadas porque se adelantaban a su época. Estoy seguro de que estos espíritus creativos anónimos deben salpicar la historia de la civilización humana, pero nunca sabremos sus nombres, así que dedicarle un libro es lo menos que podemos hacer por ellos.
¿Cuál es el futuro de la innovación y la creatividad? Obviamente, se verá moldeada por los futuros cambios en los propios procesos de innovación y creatividad, y quien se fíe de su imperfecta bola de cristal para predecir el curso y las numerosas formas que adoptarán esos cambios probablemente se llevará a engaño. Se puede, no obstante, hacer algunas predicciones con cautela. Para ello, volveremos adonde empezamos en las primeras páginas de este libro: a la distinción entre consumir innovación y generarla.
¿Qué hace en un libro sobre la creatividad una discusión sobre cómo recibe la innovación el consumidor? Recordemos que un proceso creativo se define como una combinación de lo nuevo y lo valioso, y que el veredicto sobre qué es valioso y qué no lo es lo dicta la sociedad, no el individuo creativo. La mayoría de las veces, las indagaciones sobre la naturaleza de la creatividad se centran en cómo se generan las nuevas ideas, los nuevos productos o cualquier otra forma de innovación; también ha sido el objeto de este libro. En comparación, no es frecuente que la indagación se centre en cómo la innovación se consume. Sin embargo, a menudo olvidamos que la innovación y la creatividad son una obra en dos actos: toda innovación de importancia es producto de la creatividad de alguien (Acto Primero), que luego es «consumido» por la sociedad (Acto Segundo), la cual, a su vez, afecta a las futuras contribuciones creativas, y así continúa el ciclo. Al centrarnos en el primer acto, a menudo ignoramos el segundo y olvidamos que es tan importante como el primero para el progreso de la civilización.
Como ya hemos comentado en este libro, para que la innovación sea reconocida como una contribución verdaderamente creativa y no como un simple e idiosincrásico vuelo de la fantasía, tiene que hallar eco en la sociedad e influir en ella. Si la sociedad no comprende el valor de una innovación, ya sea científica, tecnológica o artística, y no la acoge (no necesariamente de inmediato, pero sí en un tiempo razonable), la innovación quedará olvidada sin llegar a enraizar, sin dejar huella, y no estaríamos hoy hablando de ella. Así pues, desde el principio, el consumidor desempeña un papel tan importante como el creador sobre el destino de una forma artística, idea o producto novedoso.
En su libro La era del inconsciente, Eric Kandel examina el concepto de «la parte del espectador» en las artes visuales, la idea de que observar una pintura no es un acto pasivo, sino un proceso de implicación activa caracterizado por las propias demandas cognitivas. En un sentido más amplio, podemos hablar de la «parte del consumidor» en el destino de una innovación o un producto creativo. Sea cual sea el curso que tome el proceso de innovación en el futuro, es probable que los retos cognitivos sobre la «parte del consumidor» se incrementen, y que cambie su demanda sobre los procesos neurales, tanto en volumen como en carácter. La forma en que el «consumidor» responde a la innovación es parte integral del ciclo creativo, y merece un examen detenido.
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