Ernesto Ballesteros Arranz - Escultura barroca andaluza

ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.

Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).

Gaspar Núñez Delgado (1578-1605) trabajó de manera magistral el barro, la madera y el marfil. Amigo de actitudes violentas y de acusados escorzos y perspectivas, su obra maestra es el retablo del Bautista (1606), en la iglesia sevillana de San Clemente. Pero su maestría escultórica la puede confirmar también la Inmaculada (1587) para la parroquia sevillana de San Andrés, que con su policromía original en la túnica y manto y con el tratamiento de la cabeza y de las telas, está muy cerca de lo que serán las representaciones marianas de Martínez Montañés.

Pablo de Rojas (1560-1607) es otra de las figuras principales de los primeros tiempos de la escuela sevillana. Formado junto con Bautista Vázquez el Mozo y otros colaboradores del retablo de la iglesia granadina de San Jerónimo, Rojas tiene destacada importancia por el testimonio que nos brinda Pacheco de que en su taller trabajó Montañés, por lo que se le puede considerar como su primer maestro.

Activo entre 1580 y 1607, Rojas realizó en 1588 el retablo de la capilla de la Virgen de la Antigua en la catedral de Granada, y en 1591 el Crucificado de la sacristía del mismo templo, que hoy se venera en su capilla de las Angustias. En este magnífico Crucificado fija Pablo de Rojas el tipo de representación de Cristo que se seguirá, con ligeras variantes, en Sevilla y Granada. Cristo está muerto, con la cabeza caída hacia el lado derecho y el torso vuelto hacia el mismo lado, mientras que las piernas se quiebran hacia el lado contrario. El sudario, atado con una cuerda y anudado a los costados, preludia los que realizará Montañés.

El gran maestro de la escuela sevillana fue Juan Martínez Montañés (1568-1649), que, nacido en Alcalá la Real (Jaén), se forma en Granada con Pablo de Rojas, ciudad a la que llegaría hacia 1579. En 1582 está probablemente ya en Sevilla, donde aumenta su formación a la vista de las obras de los escultores manieristas de la última etapa del Renacimiento.

Todo es orden y equilibrio en las obras «montañesinas», en contraste con la expresividad trágica de las de Gregorio Fernández. En Sevilla residió toda su vida, salvo una breve estancia en la Corte para retratar a Felipe IV, retrato de busto que sirvió a Pietro Tacca para ejecutar la estatua ecuestre del mismo monarca. De regreso a Sevilla, falleció el 18 de Junio de 1649. Una de sus primeras obras, tal vez la más antigua que se conoce, sea el San Cristóbal (1597). Perteneciente al período formativo (1589-1605), está pensada con sentido procesional. El plegado de los paños, pegados al cuerpo como si estuvieran húmedos, y los rizados cabellos, típicos de Montañés, están realizados con cierto sentido pictórico. Son patentes las influencias de los maestros sevillanos anteriores, sobre todo de Jerónimo Hernández por la acentuación de la musculatura como haciendo un alarde de conocimiento anatómico.

La etapa magistral de la producción de Montañés (1605-1620) se abre con el famoso Cristo de la Clemencia, de la sacristía de los Cálices de la catedral hispalense, que fue realizado entre 1604-1605. En esta obra ya puede apreciarse su peculiar estilo, si bien continúa el tipo creado por su maestro Pablo de Rojas. No es un Cristo muerto, sino que mira al que reza a sus pies. Tiene las piernas cruzadas y sujetas con dos clavos, conforme a la visión de Santa Brígida, tipo iconográfico que procede de un Cristo de bronce realizado según trazas de Miguel Ángel y que policromó Francisco Pacheco.

Al mismo retablo, del que la arquitectura había sido trazada por Montañés y en cuyo taller se labró toda su escultura con intervención del maestro en las partes principales, pertenecen los dos colosales y famosos relieves de la Natividad y la Adoración de los Magos. Ambos relieves, sobre todo el de la Natividad, parecen enteramente suyos, no solamente por la composición equilibrada, sino también por la maestría de la talla. Montañés revela un profundo conocimiento de la técnica del relieve, graduando la escena en varios planos, con figuras casi exentas en el primer término hasta el fondo, donde el bajorrelieve se completa con una escena de paisaje en pintura. Las cabezas son muy bellas, especialmente las de los dos ángeles del fondo, un tanto al estilo de Donatello por su perfección y gracia.

La cara es de una serenidad admirable, plenamente clásica. Es una cara que invita al diálogo con el Señor.

Ya en el contrato se hace mención de este naturalismo, al expresar que Cristo había de tener la cabeza inclinada mirando a cualquier persona que estuviera orando a sus pies «como que el mismo Cristo está hablando».

En 1607 Montañés llevó a cabo el perdido retablo de Santo Domingo de Portacoeli, del que solo se conserva la imagen del santo titular, en actitud de penitencia. Arrodillado y con el torso desnudo, está dispuesto a flagelarse. El ropaje y el desnudo están tratados con gran perfección. Sus contemporáneos le calificaron como el «dios de la madera».