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Francisco García del Junco - Eso no estaba en mi libro de Historia de España

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Francisco García del Junco Eso no estaba en mi libro de Historia de España

Eso no estaba en mi libro de Historia de España: resumen, descripción y anotación

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Blas de Lezo con el uniforme de Teniente General de la Armada Se nota su ojo - photo 1

Blas de Lezo con el uniforme de Teniente General de la Armada. Se nota su ojo izquierdo cerrado porque lo perdió en Tolón, en 1706, cuando tenía 16 años y era teniente. (Óleo anónimo, Museo Naval de Madrid).

Para: Julio, Patete e Inma,

Javier y la Nena, Juan y Rosa,

Valerio y Maenita, Juan y la Cado, Pacoché e Isa, y Yeyo.

LA MAYOR DERROTA NAVAL DE INGLATERRA:
BLAS DE LEZO

¿Cuántos saben que el rey Felipe II construyó la mayor flota del mundo para castigar a Inglaterra por su piratería contra los barcos españoles? ¿Y que aquella armada se llamó «La Armada Invencible»? ¿Y que quedó, en parte, inutilizada por las tormentas? Aquello sucedió en 1588, han pasado más de 400 años y se mantiene la memoria de los hechos.

¿Y cuántos saben que, después, la mayor flota naval, hasta la 1ª Guerra Mundial, fue construida por Inglaterra? ¿Que la construyó para invadir Cartagena de Indias (en la actual Colombia) y, desde allí, ocupar toda la América española? ¿Cuántos conocen que los soldados ingleses multiplicaban por diez a los españoles y que, a pesar de todo, fueron derrotados?

¿Quién sabe que Blas de Lezo causó a Inglaterra la mayor derrota naval de su historia y que esta derrota fue ocultada por los ingleses? El desastre de Inglaterra y la destrucción de su escuadra es mucho menos conocida. Y, sin embargo, de aquello hace 275 años, bastantes menos que del desastre de la Armada Invencible española. De la primera hay libros, muchísimas publicaciones y buena memoria. De la segunda escasos libros, pocas publicaciones y mala memoria. ¿Por qué? Vamos a intentar exponer los hechos.

DOS IMPERIOS COLONIALES: ESPAÑA E INGLATERRA

España era, a principios del siglo XVIII, el mayor imperio colonial del mundo. Inglaterra no tenía más que trece colonias en la costa este de Norteamérica. La India todavía no había sido invadida por ellos. Y África, donde más tarde hubo numerosas colonias inglesas, no había sido aún colonizada por Europa. Ese era el panorama colonial inglés. Inglaterra comenzaba a tener un imperio colonial, pero hasta el nombre de «imperio» le venía un poco grande.

DOS HOMBRES: BLAS DE LEZO Y VERNON

El Teniente General de la Real Armada Don Blas de Lezo y Olavarrieta (Pasajes, 1689 - Cartagena de Indias, 1741). Franco, seco, orgulloso y muy capaz. Se le ocurrían geniales estrategias ante los problemas militares que se le presentaban en las batallas, como veremos más adelante. Ingresó en la marina a los 12 años. En 1707 fue ascendido a Teniente de Guardacostas. Ascendió a Capitán de Fragata en 1710 por méritos militares. Ese año, en el puerto francés de Rochefort apresó 11 barcos ingleses y, tras abordarlo, remolcó a puerto el buque inglés Stanhope. En 1712, con 23 años, pasa a las órdenes del almirante Don Andrés de Pez. Obtiene los más favorables informes y es ascendido a Capitán de Navío.

Dos navíos unidos por numerosas y gruesas cuerdas El de la derecha es el navío - photo 2

Dos navíos unidos por numerosas y gruesas cuerdas. El de la derecha es el navío inglés Stanhope apresado y remolcado por el de la izquierda, navío español comandado por Blas de Lezo. (Grabado del siglo XVIII, Museo Naval de Madrid).

Con el tiempo se le llamó también «Mediohombre» porque le faltaba una pierna, un brazo y un ojo. Esta palabra no era despectiva, se empleaba con admiración porque, a pesar de todo, no perdió ni una sola batalla en sus cuarenta años de servicio en la marina. La pierna izquierda la perdió en la batalla de Gibraltar en 1704, precisamente contra los ingleses. Se la amputaron en el mismo barco donde unas astillas se la habían dejado destrozada. Las condiciones en que se la cortaron no fueron fáciles, la batalla continuaba y los cañonazos contra el barco también. Lezo era buen bailarín pero no volvería a bailar. Tenía entonces 15 años y era guardiamarina. Más tarde, en la batalla de Tolón de 1706, un fragmento de piedra le saltó el ojo izquierdo. No hubo que sacárselo pero perdió la vista de ese ojo. Tenía 18 años y ya era teniente. Y, finalmente, perdió gran parte de la movilidad de uno de sus brazos en el sitio de Barcelona, en 1714. Tenía 25 años. En 1734 fue nombrado Teniente General de la Real Armada. Y en 1737 se le encargó que preparara la defensa de Cartagena de Indias contra Inglaterra, que estaba preparando su invasión.

El almirante inglés Edward Vernon (Westminster, 1684-1757). Delicado, arrogante y ambicioso de honores militares y civiles. Estudió en el colegio de Westminster. Su padre siempre tuvo el deseo de que fuera abogado y habló con él sobre el particular. Sin embargo, Vernon expuso su interés en ser militar y se hizo marino.

Casaca del siglo XVIII de Teniente General de la Armada Igual a esta era la - photo 3

Casaca del siglo XVIII de Teniente General de la Armada. Igual a esta era la que usó Blas de Lezo. (Museo Naval de Madrid).

Llegó a almirante de la flota inglesa. Salió victorioso en Portobelo y derrotado en San Lázaro, Cartagena y Cuba. En el ataque a Cartagena de Indias en 1741 reunió la flota de guerra más grande de la historia, por delante de la Armada Invencible de Felipe II y solo superada por las flotas navales de la 1ª Guerra Mundial. Si hubiera logrado la invasión de Cartagena la historia de América hubiera sido diferente, pues su secreta intención era conquistar la ciudad y usarla como cabeza de puente para invadir y ocupar toda la América española.

El Almirante inglés Edward Vernon mandado por el rey Jorge II para tomar - photo 4

El Almirante inglés Edward Vernon, mandado por el rey Jorge II para tomar Cartagena de Indias. Cartagena era excepcionalmente importante porque era la llave del imperio español en América. Por eso Vernon llevaba diez soldados ingleses por cada soldado español que defendía la ciudad. (Óleo de Gainsboroug).

Hay detalles de su biografía que muestran a un valeroso militar, sí, pero que dejan entrever a un hombre muy lleno de sí mismo y ambicioso de honores. Sobre este particular —el deseo de honores y de ser admirado— hay un hecho muy significativo: «vendió la piel del oso antes de cazarlo». Lo explicamos a continuación.

La superioridad numérica de la escuadra inglesa sobre el ejército español, en barcos y hombres, era enorme. Por eso, cualquier militar habría previsto una abrumadora victoria inglesa. Pero en Inglaterra, esta previsión se convirtió en certeza y se dejaron arrastrar por un orgullo que rayaba la soberbia. Acuñaron medallas conmemorativas para celebrar la victoria ¡antes de declarar la guerra! y lo hicieron de la peor manera posible: enaltecían tanto a los ingleses como humillaban a los españoles. De hecho las medallas eran las siguientes.

En el anverso de una de ellas ponía: «Vernon, siempre victorioso». En otra: «Los héroes británicos tomaron Cartagena, 1º de abril de 1741». Y en otra más: «El orgullo español humillado por el almirante Vernon». Y, en esta última aparece Blas de Lezo arrodillado y vencido ante Vernon, entregándole su espada en señal de sumisión. Es una escena tan altanera que, si no fuera histórica, parecería casi increíble.

Acuñar medallas para conmemorar la victoria de una guerra, que ni siquiera se había declarado todavía, era algo que ningún ejército había hecho antes. Esto mostraba tres cosas. Primera, una confianza absoluta en su propio ejército; segunda, un desprecio igual de absoluto al ejército español; y tercera, una soberbia desbocada. Y acuñaron las medallas. Pero eso se volvió contra Inglaterra. ¿Por qué? Porque es una de las pruebas materiales que muestran dos cosas: la increíble superioridad numérica del ejército inglés y su enorme humillación al no haber logrado la invasión que se habían propuesto. Si no hubieran acuñado ninguna medalla, al menos, no quedarían recuerdos materiales de la humillación sufrida. Si hubieran tenido el sentido común de acuñarlas tras la victoria (que no obtuvieron, pero que esperaban conseguir) al menos no habría pruebas de un orgullo tan desmedido. Pero al acuñarlas, esas mismas medallas fueron la humillación que el rey inglés, Jorge II, quería evitar cuando se enteró del desastre: prohibió que, en Inglaterra, se hablara de la derrota y que nadie escribiera sobre ella. Pero esas monedas se convirtieron en un recuerdo imposible de borrar. Se dio orden de fundirlas, pero ya era tarde: hay quien dice que Inglaterra todavía conserva 25 de ellas y España 26, quizá no sea así pero refleja muy bien los vaivenes de la historia.

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