Francisco Garcia - Arte Inocente
Aquí puedes leer online Francisco Garcia - Arte Inocente texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Francisco A.García Deza, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Arte Inocente
- Autor:
- Editor:Francisco A.García Deza
- Genre:
- Año:2013
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Arte Inocente: resumen, descripción y anotación
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Agradecimientos:
Dedicada a todos los que no creen en mi. Porque a los que creen, no les sorprenderá.
Quisiera tener una mención especial a ti, Noelia. Creo que era algo pendiente.
A mi amigo David Simes, por siempre estar ahí, cuando lo he necesitado.
A mi otro gran amigo Manuel Maran, papa de un precioso niño, gracias por escucharme.
Tigre, amigo, estés donde estés, no te olvidamos y te echamos de menos.
A mi familia. A ti, Ana Belén, por devolverme la fe…
Al centro de nuevos negocios de Ávila.
A Sofía, a Brno, a Madrid. Ciudades que me han marcado
ARTE INOCENTE
© Francisco García Deza Publishing, 2013
Diseño portada: Francisco García Deza
Maquetación y corrección: Unai Ramos
Tercera edición, Marzo 2013
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Francisco García Deza nació en Pontevedra en 1980. Escritor y Técnico en Audiovisuales, se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad de Santiago de Compostela. Es durante este periodo en el que las teorías políticas de la conspiración le inspiraría para escribir su primera novela, “Arte inocente”.
Parte I - Descenso
I
No se trataba de uno de esos días de rutina en la comisaría de Madrid, se respiraba tensión en el aire. En su despacho, el comisario realizaba llamadas sin cesar bajo la atenta mirada de dos de sus mejores hombres.
—Señor, sí señor, lo que usted diga señor.
No era habitual ver al comisario, un hombre fondón y de muy mal carácter, tan servicial. Algo ocurría.
—Vilas, localízame a Carter y tráigalo.
—Pero señor…
—¡Sin peros, no me joda!
Vilas no entendía nada. Se consideraba a sí mismo el hombre de confianza del comisario , así al menos lo acreditaba su larga lista de casos resueltos. No entendía el porqué de llamar a alguien como Carter, sobre todo si se trataba de un caso gordo, como parecía ser ese.
—Y usted, Castro, café cargado, pero de la cafetería de enfrente, que el de la máquina es una mierda.
—Lo que usted diga, señor.
Rafael González, principal comisario de Madrid, se creía un hombre eficaz , al menos hasta esa mañana. Habían recibido un aviso de homicidio en extrañas circunstancias y especialmente dramático, sobre todo para tratarse de Madrid.
Así que tenía a sus dos mejores agentes preparados para hacerse cargo, cuando una llamada del alcalde le hizo perder el norte. ¡Quería que Carter fuera el responsable de la investigación!
“De todos los agentes, tenía que elegir a Carter, agente suspendido indefinidamente y oveja negra, por así decirlo, del gremio de la policía. ¿Por qué?”
El comisario no lo comprendía, pero que tenía que obedecer. Le debía unos cuantos favores al alcalde y el atentado era lo suficientemente escabroso como para llegar a salpicar a alguien que no quisiera colaborar.
Calle Guzmán el Bueno. Madrid.
En su humilde piso, Carter, Juan Carter, acababa de despertarse y se dirigía somnoliento a fumar su primer pitillo de la mañana: “Su desayuno”, como solía llamarlo.
No esperaba ningún tipo de visitas, así que le extrañó oír el timbre de la puerta.
—¿Vilas? ¿Qué coño haces tú aquí?
—El jefe quiere verte. Así que vamos, te esperare mientras te vistes.
—Vaya… Así que ahora quiere verme. Pues dile que tengo cosas mejores que hacer, como ver los dibujos animados.
—Carter, no me jodas que esto es importante. Han matado a alguien en Francisco de Asís y el jefe está que trina.
Colegio San Francisco de Asís. Era uno de esos lugares de docencia donde se enseña a los niños de papá a seguir siendo niños de papá. ¿Qué podría haber pasado? Carter no era capaz de razonar, pero lo cierto es que llevaba casi seis meses suspendido, y esta podía ser su oportunidad. Sólo una pregunta asaltaba su mente: ¿Por qué él?
—Vilas, ¿por qué yo?
—No lo sé, Carter. El viejo debe haberse vuelto loco.
—Ya… Espera aquí un momento, enseguida vuelvo.
En el rellano, Vilas ojeaba el piso. Había restos de comida basura por toda la mesa principal del salón, con al menos un par de ceniceros colmados de colillas. La televisión estaba encendida y todo parecía indicar que el inquilino pasaba las noches en el sofá.
Por Dios, ¿cómo se podía responsabilizar a alguien como Carter de un caso?, pensó Vilas.
II
Rafael González encendía el quinto cigarrillo de la mañana. Nervioso, descolgó el teléfono y gritando pidió su café.
—El señor Castro todavía no ha vuelto, señor —respondió su secretaria.
Realmente lo que angustiaba a González era volver a ver a Carter. Desde que le suspendió tenía esperanzas de no volver a verlo. Sabía que era bueno, sí, desde luego tenía algo, instinto, intuición... No sabía bien el qué, pero podría haber sido de los mejores si no fuera por sus problemas con la autoridad y su incipiente alcoholismo. Era un agente irresponsable que no acataba órdenes y que acababa pringándose hasta el cuello. Así había sido hacía seis meses.
Mientras pensaba en ello, González sacudía la ceniza de su rubio, alterado hasta acabar rompiéndolo
—¡Mierda! —gritó.
En ese momento, Vilas llamaba a su puerta. González esperaba su café y no dudó en responder: “adelante”. Se sorprendió al ver a Vilas con Carter, le pilló desprevenido.
Carter caminaba con las manos en los bolsillos, seguro de sí mismo.
—Si le molesto puedo venir en otro momento, González.
Vilas miró a Carter sorprendido por su comentario. Se percató de que había llamado al comisario por su apellido con gran regocijo. El comisario le miró frío como el hielo.
—Vilas, déjenos solos.
—Sí, señor —obedeció Vilas saliendo por la puerta y esfumándose.
Carter se preguntó si debía seguir de pie. Parecía tener la sartén por el mango, sin embargo, no quería abusar de la situación. Claro que, no podía negar que estaba disfrutando. Sabía que González, a pesar de su carácter, era un buen jefe, y le respetaba. Así que permaneció de pie.
—Usted dirá lo que se le ofrece, jefe.
—Siéntese Carter.
Así hizo. Se sentó sin dejar de mirar fijamente a los ojos del comisario.
—Antes de nada, quiero decirle que usted no me cae bien, Carter
—Ya, pero… —cortó.
—Cállese, ¿me oye? Cállese. No se le vuelva a ocurrir interrumpirme.
—Sí, señor —dijo Carter, ligeramente azorado.
—Como le decía, usted no me cae bien, pero el alcalde le quiere en el caso. Supongo que es por su trabajito del año pasado. Recuerde eso, que algunos le consideren un héroe no significa nada para mí. ¿Entiende esto, Carter?
Carter asintió cabizbajo.
—Aquí somos un equipo, y usted nunca ha comprendido el significado de Equipo —dijo deletreando y queriendo dibujar las sílabas en el aire con sus sonidos.— Además, mírese ¿Cuántos años tiene? ¿Treinta?
Sin dejarle responder, González continúo con su perorata.
—Está usted hecho una piltrafa. ¡Aséese, coño! Madure de una vez y cuídese un poco.
Hizo una mueca que pretendía ser sonrisa, pero no se atrevió del todo a mostrarla, y es que se estaba imaginando a su madre en distintas circunstancias pero con el mismo afán e idéntico debate. González continúo.
—Como le decía, que el alcalde le quiera no significa que yo le quiera. Como policía es la deshonra de este departamento. Y bien ¿no dice nada?
Carter, escueto, negó con la cabeza.
—Estoy totalmente de acuerdo con usted, señor.
—El sarcasmo guárdeselo para sus amigos, Carter —dijo, mientras golpeaba la mesa con el puño cerrado—. Yo no soy su amigo, soy su jefe.
Con un movimiento, González empujó una placa de identificación a través del escritorio.
—Mi placa. ¿Bien, y esto que significa? ¿Vuelvo a estar dentro?
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