Frank D. McConnell - El cine y la imaginación romántica
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- Libro:El cine y la imaginación romántica
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1975
- Índice:4 / 5
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El cine y la imaginación romántica: resumen, descripción y anotación
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El cine y la imaginación romántica — leer online gratis el libro completo
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Frank D. McConnell, profesor en la Northwestern University y autor del libro The Confessional Imagination: A Reading of Wordsworth’s «Prelude» (1974), muestra en esta su segunda obra cómo el film está imbuido de las mismas asunciones de realidad, lenguaje y creatividad que las que caracterizan la literatura romántica y posromántica. En consecuencia, relacionando el cine con la literatura, McConnell describe el curioso y ambiguo sentido de veracidad que los films nos ofrecen: un sentido que abarca a la par la «realidad» de un dibujo animado y la «realidad» de una fotografía; el lenguaje en el film y el film como lenguaje; la politica en sus facetas más cotidianas de «normalidad»; los films de género (en especial, el thriller, el terrorífico y el western) y la personalidad de los grandes protagonistas de una película.
Todo este entramado teorético viene sustentado y argumentado mediante numerosos y acertados ejemplos, desde películas recientes y notables hasta otras más clásicas y famosas de la historia del cine, analizando sobremanera algunos de los títulos definitivos de los géneros citados.
Otra de las «audacias» de McConnell, por no hablar de virtud u originalidad, es la de situar a un mismo nivel de lectura y relación personajes de la popularidad de Frankenstein o Tarzán, al lado de autores como Byron, Proust, Wordsworth o Descartes, por ejemplo. Igual podría decirse con actores o directores de fama mundial y entidad profesional incuestionable (Godard, Keaton, Hitchcock, Chaplin, Kubrick, Bogart, Eisenstein, Welles, Bergman). Sin olvidar los puntos de vista de crítica y teoría cinematográfica aportados por Bazin, Tyler, Kracauer y Sarris, entre otros.
Por último, el autor, al sostener que el film es una nueva clase de literatura, pone en primer plano lo que de sueño tiene, en el sentido de un sueño de la propia realidad.
Frank D. McConnell
ePub r1.0
Titivillus 26.04.17
Título original: The Spoken Seen. Film & the Romantic Imagination
Frank D. McConnell, 1975
Traducción: Ramón Font
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para Carolyn y Christopher,
compañeros de viaje.
La imaginación puede compararse con el sueño de Adán,
quien al despertar se encontró con que era verdadero.
JOHN KEATS
Por todo lo bueno del presente libro tengo una gran deuda de gratitud con algunos amigos y colegas, con quienes he tenido la suerte de charlar, aprender y a veces discrepar sobre cine, literatura y cine-y-literatura: Peter Conn, A. Herskovits, Stuart Kaminsky, Bruce Kawin y S. Schoenbaum. Y por el tiempo de reflexión gracias al que fue posible el presente libro, estoy en deuda con la generosa ayuda del Northwestern University Office of Research and Sponsored Programs, y con su director Charles H. Gold. El apoyo y la gentileza de William P. Sisler, de la Johns Hopkins University Press, han sido constantes.
Un lugar especial en esta página, y en este libro, está reservado a mis amigos Alfred Appel Jr. y Sam Hynes. Durante cuatro años he discutido con ellos sobre muchas de las cuestiones aquí tratadas y estoy seguro de haber aprendido más de lo que pudiera agradecerles: es realmente gracias a Sam Hynes que pude impartir mi primer curso sobre cine y literatura, y fue con Alfred Appel que lo impartí.
Finalmente, las dos personas a las que este libro está dedicado gozan de mi mayor gratitud, pues con su presencia no sólo hicieron posible la concepción del libro y fácil su escritura, sino que también hicieron que toda la empresa pareciera valiosa.
El arte cinematográfico ha recibido ya bastantes definiciones y es probable que reciba muchas más. Pero una de las más sugerentes es la que propuso André Bazin, el gran historiador y crítico cinematográfico francés, en su ensayo «El mito del cine total». El ensayo empieza como una reseña de la historia de los orígenes del cine escrita por Georges Sadoul, pero no tarda en orientarse hacia una exposición de las ideas personales de Bazin sobre la cuestión:
Todo parece suceder como si hubiera que trastocar la causalidad histórica que va desde la infraestructura económica hasta las superestructuras ideológicas y considerar los descubrimientos técnicos fundamentales como felices y favorables accidentes, pero esencialmente secundarios con relación al proyecto de los inventores. El cine es un fenómeno idealista. La idea que los hombres se habían hecho existía ya totalmente definida en su cerebro, como en el cielo platónico; y lo que nos sorprende es más la tenaz resistencia de la materia ante la idea que las sugerencias de la técnica a la imaginación del creador.
Es decir que, al menos para Bazin, la consideración más correcta que podemos hacer del cine es verlo como la realización de un sueño estético, la encarnación, gracias a una tecnología inspirada y una ciencia visionaria, de un ideal artístico muy anterior al «descubrimiento» real, práctico del cine. Y al desarrollar esta argumentación en el citado ensayo, Bazin relaciona explícitamente el arte cinematográfico con el sueño específico del arte como contra-realidad totalmente representativa, totalmente autónoma, que asociamos primordialmente con la literatura romántica y posromántica del siglo XIX.
Naturalmente, semejante visión del cine tiende a superidealizar el arte: como es sabido, algunos de los más importantes progresos de la historia de la tecnología cinematográfica, e incluso algunas de las más grandes obras del arte cinematográfico, se han producido más por los intereses de la economía del sistema que por un «mito» del «cine total». Sin embargo, me parece que se trata de una de las posturas más penetrantes sobre el fenómeno cinematográfico propuestas hasta hoy. Si el cine ha adquirido una gran significación para nosotros, si se ha convertido sin lugar a dudas en el arte de nuestra época, ello no se debe a una serie de progresos accidentales del gusto del público, ni tampoco a la eficiencia y energía del mercado cinematográfico monopolizado por los grandes estudios norteamericanos y europeos. Por el contrario, si el cine ha llegado a ser nuestro arte es precisamente porque sigue planteando y explorando aquellos problemas de realidad, percepción, significado y conciencia que constituyen un aspecto vital de nuestra herencia literaria del romanticismo. Decir que todavía vivimos en la época romántica —que nuestros mejores poetas y novelistas son continuadores directos de la búsqueda romántica— casi se ha convertido en un cliché de la crítica literaria. Pero el cliché gana brillo si tenemos en cuenta que también confiere un sentido elocuente al desarrollo y a la estética del cine, y que a su vez la estética cinematográfica puede perfeccionar y hacer revivir en nosotros el sentido de nuestra herencia literaria.
Ésta es, de todos modos, la suposición en que se basa la «lectura» fílmica que sigue. Y de ahí el título de este capítulo, «El sueño de Adán». La frase procede de una carta de John Keats, al cual, quizás en mayor medida que a cualquier otro poeta romántico, le obsesionaba y alentaba su personal sentido del romanticismo en la historia de las ideas y del romanticismo como profecía del futuro. El sábado 22 de noviembre de 1817, Keats escribió a su amigo Benjamin Bailey: «Tengo absoluta certeza de los afectos del corazón y de la verdad de la imaginación. Lo que la imaginación percibe como belleza debe ser verdad —existiera o no antes—, pues tengo de todas nuestras pasiones la misma idea que del amor: en su expresión más sublime todas son creadoras de belleza esencial. (…) La imaginación puede compararse con el sueño de Adán, quien al despertar se encontró con que era verdadero».
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