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Canfora - El mundo de Atenas

Aquí puedes leer online Canfora - El mundo de Atenas texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: Editorial Anagrama, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Canfora El mundo de Atenas
  • Libro:
    El mundo de Atenas
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Anagrama
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  • Año:
    2014
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El mundo de Atenas: resumen, descripción y anotación

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Desde hace más de dos mil años, Atenas representa mucho más que el nombre de una ciudad en el imaginario occidental. Se considera que en Atenas se inventó la democracia, es decir el régimen institucional y de gobierno más difundido actualmente en el mundo. Este libro reconstruye la historia de la ciudad poniendo en tela de juicio su imagen idealizada, restituyéndola tal como emerge de la riqueza de fuentes de aquella época extraordinaria. Canfora desmonta la máquina retórica acerca de Atenas, demostrando que los críticos más radicales del sistema fueron precisamente los propios atenienses. «Un amplio fresco de la democracia antigua que nos llega en tiempos de grave crisis de los sistemas democráticos contemporáneos» (Massimo Stella, Il Manifesto).

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Índice

Quiero expresar mi agradecimiento a Luciano Bossina, Rosa Otranto, Massimo Pinto, Claudio Schiano, Giuseppe Carlucci y Vanna Maraglino por sus valiosas aportaciones. En el cuidado del texto han contribuido Maria Rosaria Acquafredda, Francesca de Robertis, Elisabetta Grisanzio, Stefano Micunco, Antonietta Russo, Maria Chiara Sallustio. Doy las gracias a Guido Paduano, director de Dioniso, por haberme permitido reformular, dentro de este libro, el ensayo «Eurípides en Melos», aparecido en la nueva serie de la revista (1, 2011).

Introducción
Atenas, entre mito e historia

The battle of Marathon, even as an event in English history, is more important than the battle of Hastings. If the issue of the day had been different, the Britons and the Saxons might still have been wanderig the woods.

J OHN S TUART M ILL
«Early Grecian History and Legend»,
reseña de History of Greece de Grote
(The Edimburg Review, octubre de 1846, p. 343)

I. CÓMO NACE UN MITO

El «mito» de Atenas se encierra en algunas frases del epitafio de Pericles parafraseado, y al menos en parte inventado, por Tucídides. Son sentencias con pretensiones de eternidad y que legítimamente han desafiado al tiempo, pero también son fórmulas no del todo comprendidas por los modernos, y acaso por eso han resultado aún más eficaces, y han sido blandidas con trasnochado engreimiento. Otras partes del epitafio, mientras tanto, son ignoradas, quizá porque molestan el cuadro que los modernos, recortando los pasajes exquisitos del original, quieren agigantar. Baste como ejemplo la exaltación de la violencia imperial ejercida por los atenienses en cualquier parte de la tierra.

Memorable y afortunada entre todas, en cambio, es la serie de valoraciones en torno a la relación de Atenas, considerada en su conjunto, con el fenómeno del extraordinario florecimiento cultural: «En síntesis, afirmo que nuestra ciudad en su conjunto constituye la escuela de Grecia»;

Algunas de estas expresiones han sido objeto de amplificaciones posteriores, ya en la Antigüedad, como es el caso del epigrama a la muerte de Eurípides atribuido a Tucídides, en el que Atenas se vuelve de «escuela de Grecia» en «Grecia de Grecia». (!) aunque combatamos solos casi siempre.

Si ahora consideramos el célebre capítulo que describe el sistema político ateniense,

Tucídides era perfectamente consciente de que estaba imitando un discurso de ocasión –con todas las falsedades patrióticas inherentes a ese género de oratoria–, cosa que los intérpretes de su obra no deberían olvidar en ningún caso. Tucídides comparaba, intencionadamente, la Atenas imaginaria de la oratoria períclea «oficial» con la verdadera Atenas períclea; éste es asimismo un supuesto necesario para leer sin equivocaciones el célebre epitafio. Desde nuestro punto de vista, el primero en comprender plenamente el profundo carácter mistificador de este importante discurso fue Platón, quien en el Menéxeno parodió ferozmente este epitafio inventando el epitafio de Aspasia –la mujer amada por Percicles y perseguida por la mojigatería oscurantista ateniense–, elaborado, dice Sócrates en ese diálogo, «pegando las sobras» del epitafio de Pericles. mientras Menón o Glicón arrastraban a Fidias a los tribunales y después a la cárcel. Anaxágoras, Fidias, Aspasia: es el círculo de Pericles, en cuyo centro está Aspasia. Por eso es cruel, o mejor dicho perfectamente conforme a la falsedad de los epitafios, hacer decir precisamente a Pericles que el ateniense ama la belleza y la filosofía; y particularmente eficaz imaginar –como sucede en el Menéxeno– una parodia de tal oratoria como obra de Aspasia.

Imposible no detenerse a pensar que también la explicación orgullosa y arrogante que Pericles da en este discurso acerca de por qué los atenienses ganan las guerras sin necesidad de imponerse esa dura disciplina marcial y totalizadora que es característica de Esparta causa un efecto de sorpresa en el lector, que sabe desde el primer momento que la guerra de la que se habla, deseada por el propio Pericles, acabó en derrota (y, contra toda su previsión, precisamente en el mar).

En resumen, la Atenas del mito –un mito fecundo pero no por eso menos mítico– es la que queda grabada en el epitafio perícleo-tucidídeo.

Lo cierto es que los caminos de la historia y los del mito están estrechamente entrelazados. El destino historiográfico es el ejemplo más demostrativo. Si se consideran en perspectiva las vicisitudes de su recepción se puede observar que enseguida fue objeto de discusiones y de rechazos. Isócrates (436-338 a. C.), Platón (428-347 a. C.), Lisias (¿445/444?-¿370?) aparecen como protagonistas de este episodio. Isócrates en el Panegírico, Lisias en el Epitafio y Platón en el Menéxeno, más o menos contemporáneos si se tiene en cuenta el dato de que Isócrates escribió el Panegírico entre 392 y 380, constituyen la primera e iluminadora reacción a la difusión de la obra «completa» de Tucídides acontecida en aquel periodo de tiempo. Isócrates defiende el imperio y responde a Tucídides (y a su «editor» Jenofonte) por haberlo puesto radicalmente en discusión, y precisamente por eso entiende al pie de la letra todo aquello que en elogio de Atenas y de su imperio se lee en el epitafio perícleo (retocándolo y parafraseándolo en varios pasajes.)

Pero no debe olvidarse que el verdadero antiepitafio –contemporáneo del monumento perícleo-tucidídeo– es el opúsculo dialógico de Critias Sobre el sistema político ateniense, en el que cada uno de los puntos principales que Pericles toca en su discurso de Estado son invertidos y presentados bajo la cruda luz del abuso cotidiano sobre la que, según el autor, se sostiene el sistema político-social ateniense.

Agréguese a esto un dato que se suele ignorar. Hubo mucha literatura y muchos panfletos antiatenienses, pero se perdieron. Plutarco (que escribía en los tiempos de Nerva y Trajano) aún la leía y la utilizaba en las Vidas de los atenienses del siglo V . Había, en ese tipo de producción, acusaciones y datos (con seguridad sesgadas o sesgadamente enunciadas) de todo género, incluida la noticia, que Idomeneo de Lámpsaco daba por cierta, de que a Efialtes lo habría hecho matar el propio Pericles, su aliado político. Pero el mito de Atenas, gracias sobre todo a la mediación de las selecciones de las bibliotecarias de Alejandría y a la fuerza de la cultura romana –que neutralizó la peligrosa política de Atenas y, en cambio, enfatizó su papel cultural universal y emblemático–, por fin se impuso. No se comprendería de otro modo el esfuerzo ingente de las escuelas de retórica de todo el imperio, en las cuales se volvía continuamente a contar en forma de exercitationes la gran historia de Atenas, ni la gigantesca réplica de Elio Arístides (II d. C.) a Platón en el precioso aunque pedantesco discurso «En defensa de los cuatro», es decir, de los cuatro grandes de la política ateniense del gran siglo, a quienes Platón acusa en el Gorgias. Ni se explicaría tampoco la operación misma de Plutarco, en las Vidas paralelas, que pone a Atenas y a Roma (¡es decir, de un lado Atenas y del otro los amos del mundo!) al mismo nivel. Sin embargo, Plutarco conocía bien toda esa literatura demoledora y la utilizaba cuando era preciso. El mito, para él, estaba definitivamente consolidado.

La fuerza de ese mito está en la duplicidad de los planos sobre los que es posible y justo leer el epitafio perícleo. Es evidente, en efecto, que desvinculado de la situación concreta (el epitafio como discurso falso por excelencia) y de la experiencia concreta de los protagonistas (Pericles

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