Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.
© Diamela Eltit, 2005
© Editorial Planeta Chilena S.A. 2014
Avda. Andrés Bello Nº 2115, piso 8
Providencia, Santiago de Chile.
www.editorialplaneta.cl
Segunda edición: octubre 2014
Diseño de portada y diagramación: Ilúvatar
Inscripción Nº: 149.714
ISBN 978-956-9949-13-5
A mi madre y su memoria pulverizada
A Jorge Arrate
Presentación
El año 2000 asistí de manera sistemática a las sesiones del Juicio Oral que se llevaron a cabo en Buenos Aires contra el ciudadano chileno Enrique Arancibia Clavel. Se le juzgaba por su participación en los asesinatos del General Carlos Prats González y su esposa, Sofía Cuthbert Charlione, que habían ocurrido en esa ciudad el 30 de septiembre de 1974. Para mí constituyó una experiencia intensa en la que se volvía a transitar no solamente un tramo de la historia de Chile sino, además, una época que me competía como habitante de la dictadura chilena.
Cuando el juicio terminó comencé a pensar, vagamente, en la posibilidad de organizar un libro. Lo hice porque el escenario jurídico que había presenciado se negaba a abandonarme. Pero estaba interferida por una serie de dilemas que me hacían preguntarme sobre el sentido del trabajo. Sin embargo, sumergida en la ambigüedad constante que me provoca el ingreso hacia textos no ficcionales, las imágenes del juicio seguían y seguían asaltándome con la misma fuerza que la suma de problemas que no conseguía sortear.
Finalmente, los años 2003 y 2004, me aboqué a la tarea de lecturas múltiples, de audición de horas y horas de cintas después de las cuales llegué a seleccionar los materiales que me parecían pertinentes para el libro. Al menos elaboré tres versiones distintas que necesitaban rehacerse, repensarse. Pero los reparos ante las paradojas y contradicciones que yo, como autora, experimentaba frente el texto seguían intactas. Estaban presentes en mí, aún después de la versión final.
Entonces, decidí que lo más pertinente sería evidenciar los obstáculos que me han rodeado en el tiempo de producción de este libro.
Uno de los puntos cruciales se funda en la distancia que desde siempre he experimentado con las estructuras militares. Quizás pensando de manera simple o lineal o, más aún, errónea, esa organización monolítica y jerárquica me ha parecido un modelo que determina relaciones de poder omniscientes y estáticas que irradian y se verifican en otros órdenes sociales. La realidad o la virtualidad bélica, la vocación a las armas, la rigidez institucional, su filiación patriótica y nacionalista, sembraron tempranamente en mí un campo de desconfianza que no pudo sino expandirse hacia una abierta aversión luego de los 17 años de dictadura. Y justamente el libro radica, en parte, en ese espacio, en la ruptura de las cúpulas militares.
Para habilitarme en el tema leí, de manera libre, materiales relacionados con la historia militar chilena. No sólo las memorias del General Carlos Prats González sino, además, otros documentos que me permitieron vislumbrar un campo de fuerzas, poderes y crisis doctrinarias que eclosionaron con los asesinatos de los Generales Schneider y Prats.
Desde otro lugar —y esto resuena en mí de manera primordial y sensible— el reconocimiento de la destrucción humana que ocasionó la dictadura se encarnó en las víctimas más poderosas, más connotadas, cuyas auras circulan a través de los imaginarios sociales. Y en este procedimiento se volvieron invisibles los crímenes y desapariciones de miles de ciudadanos que se suman como meras cifras o simples nombres en el memorial público de una catástrofe, ausentes de subjetivación, de relatos que los restituyan vivos, paradójicos, deseantes, biográficos.
Precisamente, al centrar este libro en un juicio destinado a penalizar las muertes del General Carlos Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, hube de preguntarme en qué medida yo venía a incrementar una idéntica práctica segregadora, sólo que no podía restarme de un hecho ineludible: yo había estado allí, había pasado mi cuerpo por el Juicio Oral y más tarde había estudiado exhaustivamente los documentos hasta llegar a comprender —así lo pienso— de manera profunda la cadena múltiple en la que se había organizado una clandestina, extensa trama estatal que apuntaba al aniquilamiento.
Y no puedo sino detenerme en mi decisión de insertar, de manera privilegiada, el interrogatorio al testigo Hugo Zambelli. La opción sexual de Enrique Arancibia Clavel le pertenece enteramente, pero el curso del juicio puso en evidencia su homosexualidad cuando todas las partes comprometidas en el proceso (incluida la defensa del acusado) llamaron a declarar al ciudadano argentino Hugo Zambelli, quien fuera su acompañante durante varios años. Sin lugar a dudas es tremendamente delicado introducir la pareja homosexual, especialmente en el horizonte de apropiación con connotaciones sensacionalistas, por parte del mercado, de las legítimas diferencias que portan las subjetividades. Pero, atravesando esta condición, el cruce cómplice entre farándula y represión me pareció estratégico y, más aún, estimo que estas zonas complejas, confusas, en principio, sorprendentes, conservan de una manera oblicua su vigencia en los sistemas actuales. Sencillamente la farándula mediática (sitio preferencial del ultracapitalismo) continúa no sólo presente sino en ascenso operando una violencia múltiple que produce ya de manera simbólica o literal el aniquilamiento de cuerpos y experiencias humanas.
Por otra parte, el interrogatorio a Zambelli pone de manifiesto la teatralidad que contiene el escenario jurídico oral. Su realización en un «aquí y ahora» lo transforman en una representación única, irrepetible, en una pieza (teatral) que porta múltiples sentidos y desde luego la posibilidad de establecer diversas analíticas.
Y cómo no, el presentar un texto que recoge de manera ultrafragmentaria la atmósfera discursiva de un juicio que, en realidad, fue amplio y parlante. Y, en la misma línea de problemas, me hago cargo de la posible aridez que porta un libro cuya matriz radica en dos documentos orales completos, íntegros, de los que respeté cada una de las palabras que allí se dijeron, aun el lenguaje burocrático (anti literario) que caracteriza el debate jurídico.
Me propuse elaborar un trabajo acotado, estrictamente documental, apenas un fragmento incrustado en el interior de un mapa político depredador que posiblemente jamás podrá ser restablecido en su abismal dimensión.
Agradezco a la Fundación Ford su patrocinio para realizar la tarea de investigación que este libro me ha demandado, a Sofía Prats Cuthbert, a Ricardo Ross por sus aportes y a cada una de las amigas y los amigos que estimularon y comprendieron mis obsesiones.
Diamela Eltit
Octubre, 2004
Santiago, 7 de septiembre de 1973
Sr. General de Ejército
Don Carlos Prats González
Presente
Mi querido General y amigo:
Al sucederle en el mando de la Institución que Ud. comandara con tanta dignidad, es mi propósito manifestarle —junto con mi invariable afecto hacia su persona— mis sentimientos de sincera amistad, nacida no sólo a lo largo de nuestra profesión sino que —muy especialmente— cimentada en las delicadas circunstancias que nos ha correspondido enfrentar.
Al escribirle estas líneas, lo hago con el firme convencimiento de que me dirijo no sólo al amigo sino ante todo, al Sr. General que en todos los cargos que le correspondió desempeñar, lo hizo guiado sólo por un superior sentido de responsabilidad, tanto para el Ejército como para el país.
Es por lo tanto para mí profundamente grato, hacerle llegar, junto con mi saludo y mejores deseos para el futuro, en compañía de sus distinguida esposa y familia, la seguridad de que, quien lo ha sucedido en el mando del Ejército, queda incondicionalmente a sus gratas órdenes, tanto en lo profesional, como en lo privado y personal.
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