Colección: Historia Incógnita
www.historiaincognita.com
Título: Piedras Sagradas
Subtítulo: Templos, pirámides, monasterios y catedrales. Arquitectura sagrada y lugares de poder
Autor: © Juan Ignacio Cuesta Millán
Copyright de la presente edición: © 2007 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla, 44, 3º C, 28027-Madrid
www.nowtilus.com
Editor: Santos Rodríguez
Coordinador editorial: Teresa Escarpenter
Diseño y realización de cubiertas: Rodil & Herraiz
Diseño de interiores: jicm
Edición digital: Grammata.es
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ISBN 13: 978-84-9763-406-9
Libro electrónico: primera edición
Fecha de edición: Julio 2007
«Tú quitaste las piedras,
y tú las pusiste. Tú sabras por qué.»
A Mari Cruz, a los chicos, a mi perro Duende.
A todos cuantos pueda interesar lo que aquí se dice.
Índice
INTRODUCCIÓN
¿PIEDRAS SAGRADAS? ¿Cuántas de ellas han sido tocadas por lo divino? ¿Podría considerarse idólatras a quienes creen que en el reino mineral hay entes espirituales a los que se debe ren- ¿dir culto y adoración? La piedra es el representante genuino de la solidez, y por ende, de lo tangible, de lo que se puede tocar, coger con las manos y llevar de un lado a otro. Es una materia compacta que podemos utilizar y manipular de diversas formas según nuestros intereses. No hay duda de que fue el material con el que la Humanidad levantó sus primeros hogares y santuarios. Por tanto acompaña a lo más íntimo del hombre desde tiempos inmemoriales.
Tras salir del antro que le gestaba, cálido y protegido, el homínido era recibido por un mundo constituido en gran parte por piedras que cumplían diversas funciones. Unas servían como abrigo; otras, como utensilios; otras se transformaban en armas destinadas a la defensa o a la agresión; otras eran la losa bajo la que descansarían sus restos más tarde o más temprano, tras el último suspiro que les transportaría a un mundo distinto del físico; muchas adoptarían la forma visible de sus dioses tutelares.
Se han construido con piedras los más admirables santuarios. No por casualidad, sino porque eran materiales tangibles, abundantes, manipulables y poderosos. Lo sagrado, lo que el hombre considera por encima de sí, lo que relaciona con su condición trascendente, se manifiesta físicamente adoptando multitud de formas, para las que las piedras son el soporte en muchísimas ocasiones. Y lo van a seguir siendo en el futuro. Por esto muchas de ellas tienen carácter mágico y sagrado, tanto en su condición de materiales con los que se construyen las moradas de los dioses, como por ser receptáculos de nuestra naturaleza espiritual. Además, están repartidas por todos los rincones de la Tierra, unas en sitios recónditos y desconocidos, y otras en grandes espacios, a la vista de todos.
Algunas son de tamaño gigantesco, otras, pequeñas y discretas. Abundan las que han quedado ocultas por el tiempo, sirviéndose de la maleza, la arena transportada por el viento, o la desidia de los hombres. Otras, han sido reutilizadas multitud de veces para otros menesteres distintos de los originales. Tanto que en numerosos santuarios, tanto cristianos como de otras religiones, los altares fueron los mismos donde se adoró y rindió culto a dioses de los panteones paganos.
Encontraremos piedras sacras en cualquier sitio a donde vayamos. Por eso debemos abandonar la idea soberbia de que estamos ante simple materia, grosera e impura, y contemplarlas con el respeto debido a la sensibilidad de quienes las reconocieron. Cada una tiene una historia que contar, sobre sí misma, y sobre los hombres que las incorporaron a su vida, empleándolas de diversos modos y realizando con ellas modificaciones admirables. Y, por supuesto, también hablan acerca de la naturaleza de los grandes dioses y sus cortes, de los pequeños diosecillos, entidades y submundos,... o cualquier otro ente espiritual que se nos ocurra.
Piedras sagradas que nos acompañan desde el nacimiento a la cuna. Si no existiesen, tampoco nosotros hubiéramos existido nunca, porque, aunque resulte tan escandaloso como lo fue el descubrimiento de nuestro pasado simio, nuestra estructura es semejante a la de las piedras.
Juan Ignacio Cuesta
RESOLVER EL MISTERIO del origen de la vida en el planeta Tierra preocupa al hombre casi desde que evolucionó desde sus precursores simios. Los primeros seres vivientes admitidos por la ciencia son las cianofitas, unas algas azules unicelulares sin núcleo, que se arraciman formando filamentos. Aparecieron a finales de la era arqueozoica en los mares que aún estaban muy calientes, junto a otras bacterias muy simples (aproximadamente hace unos 3.500 millones de años). A pesar de ser organismos tan antiguos, siguen acompañándonos, sin casi experimentar modificaciones, en lugares tan cercanos como el agua de nuestras peceras, donde forman una telilla muy fina verde o rojiza. Gracias al aporte de oxígeno que proporciona la función clorofílica de estos organismos, la atmósfera exterior a los océanos, donde ya estaban presentes metano, amoníaco e hidrógeno, fue alcanzando la calidad adecuada para permitir la aparición de vida diversificada. Los rayos de las permanentes tormentas fueron ionizando esta mezcla, produciendo grandes cantidades de ozono (O ), responsable de detener los rayos ultravioleta. Gracias a esto, los organismos primitivos pudieron vivir, multiplicarse de modo exponencial y evolucionar paulatinamente hacia otras formas superiores.
En 1953, Stanley L. Miller y Harold C. Urey, investigadores de la Universidad de Chicago, realizaron un experimento que permitió comprobar esta dinámica. Recrearon las condiciones de la atmósfera primitiva en un matraz, introduciendo agua y los gases mencionados (CH , NH , H y H O). Luego, en esta «maqueta» del caldo primigenio, hicieron saltar chispas eléctricas de alto voltaje. Al cabo de algún tiempo observaron la aparición de largas cadenas orgánicas –carbonadas– que se unían unas con otras formando aminoácidos. Cuando se juntan varios de ellos en una molécula, aparecen agrupaciones denominadas péptidos (de 1 a 5), oligopéptidos (de 5 a 10) y polipéptidos (hasta 50). Por encima de este número, ya hablamos de proteínas, biomoléculas compuestas por carbono, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno. Algunos tipos pueden contener también azufre, magnesio, cobre, hierro y fósforo.