BIBLIOGRAFÍA SUMARIA
TRABAJOS DE CONJUNTO
A. SAPORI, Le marchand italien au Moyen Âge, 1952 (abundante bibliografía)
R. S. LÓPEZ e I. W. RAYMOND, Medieval trade in the mediterranean world, 1955 (documentos con introducción y notas).
Y. RENOUARD, Les hommes d’affaires italiens du Moyen Âge, 1949.
J. LESTOCQUOY, Aux origines de la burgeoisie: Les villes de Flandre et d’Italie sous le gouvernement des patriciens (XI-XV s.), 1952.
H. SIEVEKING, Der Kaufmann im Mittelalter, Schmollers Jahrbuch für Gesetzgebung, Verwaltung und Volkswirtschaft, 1928.
P. JOHANSEN, Umrisse und Aufgaben der hansischen Siedlungsgeschichte und Kartographie, Hansische Geschichtsblätter, t. LXXIII, 1955.
—, Studies in English trade in the XVth century, ed. E. Power y M. M. Postan, 1933.
E. M. CARUS-WILSON, Medieval Merchants Venturers, 1954.
E. COONAERT, Les corporations en France avant 1789, 1941.
H. PIRENNE, “Les périodes de l’histoire social du capitalisme”, Bulletin de l’Academie royale de Belgique, 1914.
[J. M. KOLISCHER, Allgemeine Wirtschaftsgeschichte des Mittelalters u. Neuzeit, trad. esp. Historia económica de la Edad Media y de la Época Moderna. Buenos Aires, Eudeba, en prensa].
HISTORIA DE LAS TÉCNICAS COMERCIALES
A. E. SAYOUS, “Les transformations des méthodes commerciales dans l’Italie médiévale”, Annales d’histoire économique et sociale, 1929.
F. RÖRIG, “Les raisons intellectuelles d’une suprématie commerciale: la Hanse”, Ibid., 1930.
R. DE ROOVER, “Aux origines d’une technique intellectuelle: la formation et l’expansion de la comptabilité à partie double”, Ibíd., 1937.
— Money, Banking and Credit in mediaeval Bruges, 1948.
— L’evolution de la lettre de change (XIV-XVIII siècles), 1953.
F. MELIS, Storia della ragioneria, 1950.
MONOGRAFÍAS
a) De grupos
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R. LÓPEZ, “Aux origines du capitalisme génois”, Ibíd., 1937.
G. LUZZATTO, “Les noblesses. Les activités économiques du patriciat vénitien Xe-XVIe s.”, Ibid., 1937.
F. RÖRIG, “Unternehmerkräfte im flandrisch-hansischen Raum” (en su obra: Vom Werden und Wesen der Hanse, 1940).
F. VERCAUTEREN, Luttes sociales à Liége, XIII-XIVe siècles, 1946.
S. THRUPP, The Merchant Class of Medieval London, 1948.
DR. FEUCHÈRE, “La bourgeoisie lilloise au Moyen Âge”, Annales. Economies. Sociétés. Civilisations, 1949.
J. SCHNEIDER, La ville de Metz aux XIII et XIVe siècles, 1950.
M. MOLIAT, Le commerce maritime normand à la fin du Moyen Âge, 1952.
PH. WOLFF, Commerces et marchands de Toulouse (vers 1350-1450), 1954.
b) De familias
L. PETRY, Die Popplau. Eine schlesische Kaufmannsfamilie des XV. und XVI. Jahrhunderts, 1935.
PH. WOLFF, “Une famille, du XIII au XVIe siècles: les Ysalguier de Toulouse”, Mélanges d’histoire sociale, 1942-1.
c) De sociedades
A. SAPORI, Studi di storia economica medievale, 2.ª ed. 1946 (estudios XII, XIV y XVII).
Y. RENOUARD, Les relations des Papes d’Avignon et des compagnies commerciales et bancaires de 1316 à 1378, 1942.
R. DE ROOVER, The Medici Bank, 1948.
V. I. RUTHENBURG, Ocherk iz istorii rannego kapitalizma v Italii. Florentiiskie kompanii XIV veka (Ensayos sobre los comienzos del capitalismo en Italia. Las compañías florentinas del siglo XIV), 1951.
d) De individualidades
W. STIEPA, Hildebrand Veckinchusen, 1921.
E. BENSA, Francesco di Mateo de Prato, 1928.
R. LÓPEZ, Genova marinara nel Dugento: Benedetto Zaccaria, ammiraglio e mercante, 1933.
G. ESPINAS, Les origines du capitalisme, I: Sire Jehan Boinebroke patricien et drapier douaisien, 1933.
H. VAN WERVEKE, Jacques Van Artevelde, 1943.
F. C. LANE, Andrea Barbarigo, merchant of Venice, 1418-1449, 1944.
CULTURA
H. PIRENNE, “L’instruction du marchand au Moyen Âge”, Ann. hist. écon. et soc., 1929.
A. FANFANI, Le origini dello spirito capitalistico in Italia, 1933.
G. SCHILLPEOORT, Le commerçant dans la litérature française du Moyen Âge, 1933.
M. BLOCH (M. Fougères), “Entr’aide et piété: les associations urbaines au Moyen Âge”, Mél. hist. soc., 1944.
A. SAPORI, La cultura del mercante medievale italiano (Studi di storia economica medivale, 2.ª ed., 1946, n.º XIII).
F. ANTAL, Florentine painting and its social background, 1947.
J. EVANS, Art in medieval France: a study in patronage, 1948.
G. LE BRAS, Art. “Usure” en Dictionnaire de théologie catholique, t. XV, II.ª Parte, 1950, col. 2336-2372.
J. MEUVRET, “Manuels et traités à l’usage des négociants aux premières époques de l’âge moderne”, Études d’histoire moderne et contemporaine, t. V, 1953.
Y. RENOUARD, “Affaires et culture à Florence au XIVe et au XVe Siècles” (en el libro Il Quattrocento, 1954).
CAPÍTULO PRIMERO
LA ACTIVIDAD PROFESIONAL
LA REVOLUCIÓN COMERCIAL
La revolución comercial de la que fue teatro la Cristiandad medieval entre los siglos XI y XIII se halla estrechamente unida a algunos grandes fenómenos de la época, y no resulta fácil determinar si fue causa o efecto de los mismos.
En primer lugar, cesan las invasiones. En cuanto dejan de penetrar en el corazón de la Cristiandad o de arribar a sus costas germanos, escandinavos, nómadas de las estepas eurasiáticas y sarracenos, los intercambios pacíficos —nacidos, por otra parte, modestamente en el mismo seno de las luchas suceden a los combates. Y aquellos mundos hostiles se revelan como grandes centros de producción o de consumo: se ofrecen los granos, las pieles y los esclavos del mundo nórdico y oriental a las grandes metrópolis del mundo musulmán, de las que afluyen, en cambio, los metales preciosos de África y de Asia.
La paz —relativa— sucede a las incursiones y a los pillajes, creando una seguridad que permite renovar la economía y, sobre todo, al ser menos peligrosas las rutas de tierra y de mar, acelerar si no reanudar el comercio. Más aún; al disminuir la mortalidad por accidente y mejorar las condiciones de alimentación y las posibilidades de subsistencia, se produce un extraordinario aumento demográfico que provee a la Cristiandad de consumidores y productores, mano de obra y un stock humano del que tomará sus hombres el comercio. Y cuando el movimiento cambia de dirección, cuando la Cristiandad ataca a su vez, el gran episodio militar de las Cruzadas no será más que la fachada épica a la sombra de la cual se intensificará el comercio pacífico.
Con estas convulsiones se halla vinculado el fenómeno capital del nacimiento o renacimiento de las ciudades. En todas ellas, ya sean de nueva creación o antiguos conglomerados, la característica más importante es ahora la primacía de la función económica. Etapas de rutas comerciales, nudos de vías de comunicación, puertos marítimos o fluviales, su centro vital se encuentra junto al viejo castrum feudal, núcleo militar o religioso: es el nuevo barrio de los comercios, del mercado y del tránsito de mercancías. El desarrollo de las ciudades está vinculado a los progresos del comercio, y en el marco urbano debemos situar el auge del mercader medieval.
No todas las regiones de la Cristiandad conocen con igual intensidad estas manifestaciones primeras de la revolución comercial. Podemos individualizar tres grandes centros donde tiende a concentrarse la actividad comercial de Europa. Como el Mediterráneo y el Mar del Norte (dominio musulmán y dominio eslavo-escandinavo) son los dos polos del comercio internacional, en las avanzadas de la Cristiandad hacia esos dos centros de atracción aparecen dos franjas de poderosas ciudades comerciales: en Italia y, en menor grado, en Provenza y en España por una parte, y en la Alemania del norte, por otra. De ahí el predominio en la Europa medieval de dos mercaderes, el italiano y el hanseático, con sus dominios geográficos, sus métodos y su personalidad propios. Mas, entre esos dos dominios hay una zona de contacto cuya originalidad estriba en que, desde muy pronto, añade a su función de intercambio entre ambas zonas comerciales una función productora, industrial: la Europa del noroeste, o sea la Inglaterra del sudeste, Normandía, Flandes, Champaña y las regiones del Mosa y del bajo Rin. Esta Europa del noroeste es el gran centro de la fabricación de paños y —con la Italia del norte y del centro— la única región de la Europa medieval que permite hablar de industria. Junto a las mercancías del norte y de Oriente, el hanseático y el italiano van a buscar a los mercados y ferias de Champaña y de Flandes estos productos de la industria textil europea. Porque, en esta primera fase de nacimiento y expansión, el mercader medieval es, sobre todo, un mercader errante.