Índice
Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, 1645) estudió en las universidades de Alcalá de Henares y Valladolid, ciudad en la que empezó a nacer su fama de gran poeta, para luego continuar su formación y sus trabajos como literato y traductor en Madrid en 1606, de entre los que destaca la primera versión en nuestra lengua de la obra de Anacreonte, encargada por el duque de Osuna. De su mano, participó como secretario de estado en las intrigas entre las repúblicas italianas en 1613, lo que le valió para ingresar como caballero, tres años más tarde, en la Orden de Santiago. Contemporáneo de Lope de Vega o Luis de Góngora, se cuenta, como ellos, entre los más destacados escritores del Siglo de Oro español.
Edmond Cros es un eminente escritor, docente e hispanista francés, con una larga trayectoria como profesor universitario y conferenciante. Actualmente es catedrático emérito de la Universidad Paul Valéry de Montpellier, en Francia, pero sigue ejerciendo como profesor visitante en distintas universidades de todo el mundo, incluidas la de Granada o la de Virginia, en Estados Unidos. A nivel académico, es especialmente reconocido su trabajo teórico de los estudios sociocríticos.
Edición en formato digital: mayo de 2015
© 2002, Edmond Cross, por la introducción, edición y actividades
© J. M. Ollero y Ramos Distribución, S.L., por la colección Clásicos comentados dirigida por José María Díez Borque
© 2015, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona
Diseño de portada: Penguin Random House Grupo Editorial
Fotografía de portada: © Sánchez / Lacasta
Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-9105-094-0
Composición digital: M.I. maqueta, S.C.P.
www.megustaleer.com
FRANCISCO DE QUEVEDO
La vida del Buscón
Edición de
EDMOND CROS
www.megustaleerebooks.com
I NTRODUCCIÓN
1. P ERFILES DE LA ÉPOCA
En 1591 España tiene ocho millones de habitantes de los cuales un 80 por ciento vive en Castilla. Entre 1530 y 1591 la población castellana se ha duplicado, gracias al crecimiento demográfico continuado durante todo el siglo. Empieza un reflujo en torno al año 1600, con la desaparición de unas 500.000 personas, víctimas de la “gran peste” (1596-1602), y la expulsión de 300.000 moriscos, más o menos (1609-1614); otros tantos factores a los cuales se deben agregar las consecuencias de la emigración a las Indias que esquilma cada año entre 4.000 y 5.000 fuerzas vivas del país. Esta población está desigualmente repartida: su densidad es mayor del norte de la península a la cuenca del Tajo (20 por kilómetro cuadrado) y las poblaciones se van desarrollando, sobre todo en los últimos decenios del siglo, a expensas del campo, atrayendo no sólo a los pobres y vagabundos (salarios más altos y organización de la beneficencia) sino también a la aristocracia que levanta en ellas ricas mansiones y palacios, contribuyendo de esta forma al cambio de sociedad que acompaña la subida al trono de Felipe III en 1598. Con arreglo a los recursos, los hombres son sin embargo demasiados, amenazados permanentemente por el hambre y las miserias de toda clase; para contrarrestar la escasez del pan, base de la alimentación, las ciudades organizan y controlan el almacenamiento de trigo. Importantes sectores de la sociedad tienen que luchar por sobrevivir. Las novelas picarescas reflejan —cada una de manera específica— esta realidad de la vida cotidiana.
Con esta subida demográfica se ha de relacionar la inflación monetaria que Fernand Braudel ha calificado de “revolución de los precios”, debida a la plata importada de las Indias (con la técnica del amalgama, que utiliza el mercurio de Almadén para explotar el mineral, las importaciones se han multiplicado por diez y llegan a su máximo en 1580), a las exportaciones a América (vino, aceite, trigo, telas), que encarecen la vida, primero en Andalucía y luego en las mesetas de Castilla, a la exportación a Flandes de la mejor lana de los merinos y a las importaciones correlativas de los productos manufacturados, a las sucesivas devaluaciones de las monedas... Esta inflación afecta no sólo a los menesterosos sino también a toda la economía: a los industriales, a los mercaderes, a los mismos banqueros, dejando sólo a salvo a los propietarios de la tierra. Ésta sigue siendo un valor económico estable: como productora de riquezas y base del sistema generalizado de los censos, juros y rentas, atrae los gastos de capital, desviando de la incipiente industria las inversiones e hipotecando el porvenir de España, cuyas clases altas han traicionado de esta forma su papel histórico. La situación se agrava episódicamente con las sucesivas bancarrotas de Felipe II (1557- 1560, 1575, 1596) y Felipe III (1607) que obliga a los monarcas a negociar con los banqueros alemanes o genoveses: en cada caso el “medio general” (convenio que trata de las facilidades de pago de las deudas de la corona) enajena sectores productivos claves para el país (producción andaluza de la seda, minas de Almadén, asientos de todas clases...) y sus aplicaciones terminan agobiando más a los contribuyentes. La inflación, la situación económica en general, la presión fiscal, la dependencia de los bancos extranjeros suscitan las quejas de los contemporáneos y de las Cortes de Castilla a la vez que explican también ciertos aspectos de la xenofobia de Quevedo y sus frecuentes alusiones al poder de “don Dinero”.
La agricultura es el más importante sector productivo: trigo, cebada, avena, centeno, olivares, viñedos, moreras, maíz; en la zona cantábrica, verduras, legumbres y frutas. Su desarrollo resulta, sin embargo, afectado a lo largo del siglo por el fomento de la ganadería, favorecida por la corona, que, a sus expensas, concede excesivos privilegios al Honrado Concejo de la Mesta (el ganado transhumante tiene derecho a cruzar por los campos cultivados y a pacer en las tierras comunes de los pueblos). La actividad ganadera funciona, en el contexto de la dinámica social, como un espacio de transición que al “campesino rico” le permite esperar un acceso posible a la nobleza. Tanto la alianza objetiva de la nobleza, de los ganaderos y de los ricos propietarios como las estructuras económicas afianzan una “formación social feudal” debidamente dominada por la aristocracia. La actividad comercial (gran comercio, comercio a distancia, acumulación del capital) ha lanzado la vida industrial, que se fortalece en la segunda fase de la actividad ciudadana: la artesanía y el “verlagssystem” (el artesano transforma la materia prima en sus propios telares a cambio de un salario) coexisten con la concentración de todos los medios de producción: tal es el caso de los “hacedores de paño” en Segovia, que nos aparecen como auténticos representantes de una posible clase burguesa, cuyo poder económico es suficiente como para darles la capacidad de enfrentarse con el poder político de los aristócratas. El texto del
Página siguiente