Breve historia de Cristóbal Colón
Breve historia de Cristóbal Colón
Juan Ramón Gómez Gómez
El éxito del primer viaje de Cristóbal Colón le había procurado las mercedes establecidas en las Capitulaciones de Santa Fe, además de un escudo que incluía los símbolos reales del león y el castillo, una renta de mil doblas de oro y el derecho de alojarse junto a cinco criados allá donde fuese, pagando sólo por la comida. En cuanto al segundo viaje que pronto iniciaría, fue nombrado capitán general de la flota.
La segunda expedición se organizó a toda prisa para evitar interferencias extranjeras, especialmente portuguesas, que pudieran deslegitimar la soberanía de los Reyes Católicos sobre las tierras recién descubiertas. Ya antes de que Colón llegara a Barcelona, el embajador español en Lisboa había informado a los reyes de que Juan II de Portugal estaba preparando una flota que probablemente pretendía viajar también a las Indias occidentales. A diferencia del primer viaje, esta vez la expedición española no se limitó a las tres naves de escaso coste que se enviaron ante la falta de garantía sobre el éxito de la misión. Ahora, además de buscar nuevas tierras y oro, los viajeros tenían la misión de colonizar las ya descubiertas y, especialmente, convertir a los indígenas al cristianismo. El establecimiento del comercio con los indígenas a partir de las mercancías enviadas desde España era el segundo objetivo señalado.
El escudo fue una de las recompensas otorgadas por los Reyes Católicos a Colón para agradecerle su descubrimiento.
En esta ocasión, además, los reyes no delegaron en Colón la organización, sino que la mantuvieron para la Corona en la persona de Juan Rodríguez de Fonseca, arcediano de Sevilla, muy preparado para esta labor a juzgar por la descripción que de él hizo fray Bartolomé de las Casas:
Don Juan de Fonseca, aunque eclesiástico y arcediano, y después de este encargo que le dieron los Reyes de las Indias, fue obispo de Badajoz y Palencia, y, al cabo, de Burgos, en el cual murió, era muy capaz para mundanos negocios, señaladamente para congregar gente de guerra para armadas por el mar, que era más oficio de vizcaíno, que de obispos, por lo cual siempre los Reyes le encomendaron las armadas que por la mar hicieron mientras vivieron.
Colón no quedaría muy contento de su labor, y tuvo algunos roces con él, entre otras cosas porque no le quería asignar los cinco criados que él consideraba que debían acompañarle, según le habían concedido los reyes.
Ante la insuficiencia del puerto de Palos para esta nueva expedición, más amplia y con un presupuesto mucho más generoso, se optó por partir del puerto de Cádiz, que los reyes habían expropiado poco antes a la familia Ponce de León. Los preparativos se retrasaron debido a problemas como la adulteración del vino embarcado y la venta de caballos enfermos. Escribió De las Casas que finalmente los barcos fueron cargados de
[…] artillería y armas, de bastimento, de bizcocho, de vino, de trigo, de harina, de aceite, de vinagre, de quesos, de todas las semillas, de herramientas, de yeguas y algunos caballos, y otras muchas cosas de las que acá [en las Indias] podían multiplicar y los que venían aprovecharse... Traían muchas arcas de rescate y mercaderías, para dar a los indios, graciosas, de partes de los Reyes, y para conmutar o trocar que llaman rescatar por oro y otras riquezas de lo que los indios tuviesen.
Colón partió de Barcelona en dirección a Sevilla en junio, pero antes pasó por Guadalupe para cumplir su promesa de visitar a la Virgen, hecha durante las fuertes tormentas que a punto habían estado de malograrlo unos meses antes. Luego pasó por Córdoba para ver a su amante y a sus dos hijos, y se llevó a estos a Cádiz para tener su compañía hasta la partida. Sería Bartolomé, el hermano mediano de Colón, quien recogiera poco después a sus sobrinos de Córdoba para llevarlos a la corte, donde servirían como pajes del príncipe Juan. Bartolomé no llegó a tiempo de embarcarse en este segundo viaje, pues llegó tarde de Francia, adonde había acudido a proponer a su rey el proyecto colombino; el propio rey fue quien le informó del éxito de su hermano con patrocinio castellano. El hermano pequeño de Colón, Diego, sí acompañó al almirante en este segundo viaje, y Bartolomé se les uniría más adelante en las Indias, adonde viajó con otra flota.
El 25 de septiembre de 1493, con grandes honores, incluida la escolta de galeras venecianas en la salida del puerto, diecisiete navíos tripulados por cerca de mil quinientos hombres partieron de Cádiz en dirección a la isla La Española, donde había quedado establecido el fuerte La Navidad a cargo de treinta y nueve hombres. Entre los barcos había cinco naos y doce carabelas, algunas de ellas de bajo calado, especialmente preparadas para la exploración de costas y ríos, conocidas como cantábricas. Viajaban además marinos experimentados, entre los que repetía el cartógrafo Juan de la Cosa y se encontraban los futuros descubridores Alonso de Ojeda y Ponce de León, además del padre y de un tío de Bartolomé de las Casas. También, numerosos oficiales, soldados, funcionarios públicos, hidalgos, pajes, escuderos, campesinos, religiosos... Y junto a las tripulaciones, cerca de doscientos nobles embarcaron en busca de fortuna. Hombres en su inmensa mayoría, participaron en una expedición sin precedentes que buscaba crear una colonia en un mundo nuevo más allá del mar conocido.
Este viaje fue más corto que el anterior. Igual que en la primera ocasión, hicieron una parada en las islas Canarias para abastecerse de agua y alimentos; llegaron el 2 de octubre a Gran Canaria y el 5 a La Gomera, y reemprendieron la expedición desde El Hierro el 13 de octubre (Hernando Colón dice que fue el 7 de octubre y desde La Gomera), con rumbo más al sur para no perder los alisios y evitar las calmas del mar de los Sargazos. En tan sólo veintiún días atravesaron el océano en la que ha resultado ser la ruta más corta para este fin.
El almirante había entregado a cada navío un pliego cerrado y sellado que cada capitán debía abrir únicamente si su nave se perdía de la expedición a causa del viento; contenía las indicaciones para navegar hasta el fuerte La Navidad, y no fue necesario su uso. En esta ocasión no vieron «la hierba que en el primer viaje habían encontrado a 250 leguas» y que les había hecho creer prematuramente en la cercanía de la tierra buscada.
Escenas de canibalismo en grabados de Theodore de Bry.
Antes de llegar a La Española descubrieron nuevas islas de las que Colón fue solemnemente tomando posesión en representación de los reyes, islas que, colonizadas por los franceses en el siglo XVII , conservan hoy sus nombres en el idioma galo. El 3 de noviembre llegaron a Dominica –donde no desembarcaron por no hallar un lugar donde fondear– y vieron las Pequeñas Antillas. Luego llegaron a María Galante, Guadalupe y Deseada. María Galante, que encontraron desierta, fue bautizada con el nombre que tenía el barco del almirante antes de la partida de Castilla. Como en todos sus viajes a América, había cambiado el nombre a la nave capitana para llamarla Santa María. Sí encontraron habitantes en Santa María de Guadalupe, nombrada así «por devoción y a ruego de los monjes del convento de aquella advocación, a los que había prometido dar a una isla el nombre de su monasterio», según explica su hijo Hernando. Se encontraron allí con unos indígenas muy diferentes de los ya conocidos, y mucho más beligerantes: los canibas o caribes, de los que tanto habían oído hablar en el primer viaje pero que apenas habían visto antes. Conocieron sus costumbres por el testimonio de algunos prisioneros liberados, y supieron, entre otras cosas, que solían castrar a los hombres para que engordaran antes de comérselos, y que a las embarazadas las cuidaban con mimo porque consideraban a los recién nacidos un manjar exquisito.
Página siguiente