La vida y el arte
Antología poética
Michael Hamburger
Selección, prólogo y traducción de Matías Serra Bradford www.megustaleerebooks.com
Índice
EL ADVENIMIENTO DE LA INTEMPERIE
Notas para un prólogo El día de Michael Hamburger empezaba temprano, en el jardín, recolectando ramas caídas para preparar el fuego del hogar. Para esa tarea y otras, durante treinta años usó el mismo saco marrón, los bolsillos colmados de semillas. Mientras tanto, hervía agua para un té (verde, con una gota de leche). La mañana transcurría en su mesa de trabajo, yendo y viniendo a la cocina con una bandeja de madera enclenque para llevar una taza vacía y regresar con una llena. Volvía a la mesa en la que acamparon sucesivas máquinas de escribir (Corona, Olivetti, Adler). Los portalápices al alcance; nunca un ordenador.
Hamburger no creía en otra cosa que no fuera el artesanado, la composición a mano; en toda la línea, del primer trazo al punto final. Tenía, no obstante, una máquina más útil y confiable para los aficionados a lo inalámbrico: una fotocopiadora. Del otro lado de la ventana, el jardín de un asceta rústico, intransigente, seguía proliferando, a medias controlado, reverenciado de un modo absoluto. Hamburger dejaba que las cosas crecieran incesantemente; le agradaba, decían algunos amigos, que la naturaleza avanzara hacia él. Él era, por su parte, de los que avanzan con una rama en la mano, zamarreando yuyos. En una ocasión, Ted Hughes observó que Hamburger trabajaba todo el día, todas las horas de vigilia, en «un estado muy extraño».
No es improbable que sus labores en el jardín, en paralelo a las de la poesía y la traducción, tuvieran una incidencia directa en ese estado mental. La mesa y el ambiente circundante eran los de un coleccionista atípico: de libros, pero también de estuches de anteojos, de sobres para reciclar y de raras especies de manzanos. El poeta Michael Hamburger fue profesor y ensayista, traductor de Hölderlin, Hofmannsthal, Trakl, Brecht, Peter Huchel, Paul Celan y W. G. Sebald. Nació en Berlín en 1924 y murió en 2007, un 7 de junio, el mismo día que Hölderlin.
Emigró a Inglaterra a los nueve años. En 1933 su familia se mudó a Edimburgo y luego se estableció en Londres. En un momento, la versión del Tao Te Ching al inglés de Arthur Waley se convirtió para Hamburger en «una segunda Biblia». Como Celan, fue desde joven un botánico amateur. Vivió en la región de Suffolk casi toda su vida. «El lenguaje es el hogar del exiliado», acotó en un ensayo sobre Bachmann, pero Hamburger se quedó con la lengua adoptiva, el inglés. «El lenguaje es el hogar del exiliado», acotó en un ensayo sobre Bachmann, pero Hamburger se quedó con la lengua adoptiva, el inglés.
En una reseña de los poemas de Beckett admitió que «para un escritor ser bilingüe no es un logro sino una aflicción, que alcanza un estado no menor a la esquizofrenia». En su extenso y extraordinario ensayo La verdad de la poesía , Hamburger comenta, a propósito de Corbière, que «la identidad de un poeta es lo que él decide hacer con ella; encuentra su identidad sólo en los cuerpos que decide ocupar». Para saber lo que pensaba Hamburger de sí mismo tal vez debamos recurrir a otra confesión velada: «Schubert les resultaba a sus contemporáneos reservado y poco demostrativo. Así son la mayoría de las personas con sentimientos fuertes y profundos, especialmente si esos sentimientos fuertes y profundos son de una clase que no se mezcla con facilidad dentro de las convenciones sociales». La identidad del poeta y su disolución fueron siempre una obsesión de Hamburger. Leemos en uno de los ensayos reunidos en Testimonies : «La palabra correcta en prosa golpea la cabeza del clavo.
La palabra correcta en poesía cae como una piedra en el agua, logrando que el sentido se expanda en un círculo cada vez más amplio. Ésa es una de las razones por las que la persona o el "yo" del poeta importa tan poco». Lo dice de otro modo en un texto sobre uno de sus autores más admirados: «La paradoja de una fidelidad que es una especie de infidelidad está atada a una paradoja presente en toda la obra de Hofmannsthal: que no podemos ser nosotros mismos hasta saber cuán poco de nuestra identidad es verdaderamente nuestra». La notable autobiografía de Hamburger, String of Beginnings, permite redibujar la trayectoria de un poeta –conocer a fondo la trastienda de semejante empresa– y ser testigo de la ejercitación de un yo gobernado por la liviandad. El lector se anoticia de su infancia berlinesa, de su amistad precoz con Lucian Freud y de amistades posteriores con Edwin Muir, Robert Graves y el pintor R. B.
Kitaj, que hizo de él un retrato memorable. En paralelo a sus poemas, String of Beginnings pone en juego otra disolución, otro borramiento de límites, entre la vida y el arte. Por algo decía Hamburger, con respecto a William Carlos Williams, que era un maestro de ese modo en apariencia casual, sin esfuerzo, que no deja distancia entre lo que uno dice y el modo en que lo dice, entre lo que el poema encarna y la persona que lo encarna. Ya había subrayado, en relación con Hofmannsthal, «su negativa a trazar una línea categórica entre "el arte" y "la vida", pasadas y presentes». Hamburger siguió las huellas de su predecesor, pero notó una gran distancia entre sus poemas de juventud y sus poemas de madurez. (En la presente selección no se incluyen poemas de juventud.) A propósito de esto, en medio de un ensayo sobre el traductor y poeta Edwin Muir deslizó lo siguiente: «El joven poeta es un fenómeno sobrevalorado […].
Es más fácil ser un joven poeta que uno de mediana edad, y ser un viejo poeta es el logro más grande de todos». Algunos críticos dicen que encontró su voz relativamente tarde, que le costó distanciarse de Yeats. Un joven Hamburger visitó a Robert Graves en Mallorca y éste le dijo que lo único que aprende un poeta a medida que envejece es a volverse consciente del momento de tedio, a eliminar lo superfluo y lo fastidioso. Es una lección que Hamburger aprendió de memoria. El retrato de Hamburger que aparece en Los anillos de Saturno de Sebald, un capolavoro de mitificación, hace justicia a una vida y a una vocación, a sus dimensiones indescifrables. En el documental de Frank Wierke sobre Hamburger, Un poeta inglés de Alemania , puede verse en directo la clase de lugar –y de persona– que a un Sebald pudieron hipnotizarlo.
Cielo gris ad infinitum , jardín insumiso, árboles que son a la vez criaturas reales y fantásticas, habitaciones como en el interior de una ballena, biblioteca en varias entregas, pasillos, recovecos y desfiladeros custodiados por vigas de galeones, archivos de correspondencia a punto de detonar, peldaños de resonancia felina y gatos a distintas altitudes, penumbra general y oficial. Un día inesperado, que parecía no estar escrito –que no debió estarlo–, Michael Hamburger abandonó definitivamente su jardín y su lugar en el mundo, como ese conocido del que cuenta en un poema, que salió de su casa con un impermeable y una boina y nunca más regresó. En el funeral de Hamburger, el poeta Oliver Bernard leyó una cita de E. M. Forster: «Creo en una aristocracia de los sensibles, los considerados y los valientes. Sus miembros se encuentran en todas las naciones y en todas las clases, y a lo largo de todas las épocas, y cuando se cruzan se da un entendimiento secreto.
Ellos representan la verdadera tradición humana, la única victoria permanente sobre el caos y la crueldad». Hay reveladoras palabras fetiche en la obra de Michael Hamburger. Dos de ellas son «unknowing» y «unlearning», de difícil traducción pero que traslucen una preocupación duradera por la tensión entre conocimiento y desconocimiento que se da entre el poeta y el poema y su lector. Acerca de Hofmannsthal escribía: «No hay ninguna razón determinante por la que un crítico deba saber más acerca del significado de un poema que lo que sabía el poeta. El grado de irracionalidad de un poema es una de sus cualidades intrínsecas y auténticas; debería ser reconocido y respetado, no explicado». El gusto de Hamburger era a la vez una ética (sin darse nunca ese nombre): «La poesía que más valoro es al mismo tiempo simple y misteriosa, y por lo tanto difícil.