DR. ROBERT MOYNIHAN
QUE BRILLE LA LUZ DE DIOS
EL DR. ROBERT MOYNIHAN es fundador y editor de la revista Inside the Vatican (Dentro del Vaticano), una publicación mensual sobre la Iglesia y los asuntos internacionales vistos desde Roma. Se le considera como uno de los analistas del Vaticano más importantes del mundo, y ha entrevistado al Papa Benedicto XVI en más de veinte ocasiones. Recibió su título de Doctor en Filosofía en estudios medievales de la Universidad de Yale y divide su tiempo entre Roma y Annapolis, Maryland. Está casado y tiene dos hijos, Christopher, de quince años, y Luke, de doce; ambos son excelentes jugadores de fútbol.
CHRISTINA BADDE , quien colaboró en este libro, es una periodista alemana en Roma que habla tres idiomas y cubre los asuntos del Vaticano para numerosas publicaciones de todo el mundo.
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, ABRIL 2006
Copyright de la traducción © 2006 por Vintage Español, una división de Random House, Inc.
Todos los derechos reservados. Editado en los Estados Unidos de América por Vintage Español, una división de Random House, Inc., Nueva York y en Canadá por Random House of Canada Limited, Toronto. Originalmente publicado en inglés en los EE.UU. como Let God’s Light Shine Forth por Doubleday, un sello del grupo editorial Doubleday, una división de Random House, Inc., Neuva York, en 2005. Copyright © 2005 por Robert Moynihan.
Las citas de las Sagradas Escrituras están basadas en la versión en español de La Santa Biblia de Jerusalén, publicado por Desclée de Brouwer, Bilbao, España. Reimprimidas con permiso de la editorial.
Vintage es una marca registrada y Vintage Español
y su colofón son marcas de Random House, Inc.
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
Información de catalogación de publicaciones
Benedict XVI, Pope, 1927–
[Let God’s light shine forth. Spanish]
Que brille la luz de Dios : la visión espiritual del Papa Benedicto XVI / edición e introducción de Robert Moynihan.—I. ed.
p. cm.
1. Spiritual life—Catholic Church. I. Moynihan, Robert, 1936– II. Title.
BX2350.3.B4518 2006
30′.2—dc22 2005058491
eISBN: 978-0-307-54327-1
www.grupodelectura.com
v3.1
Para mis padres
RUTH Y WILLIAM T. MOYNIHAN
ÍNDICE
Primera Parte
EL HOMBRE Y SU VIDA
Robert Moynihan
«Se supone que somos la luz del mundo, y eso significa que debemos permitir que el Señor se manifieste a través de nosotros. No deseamos ser vistos, sino que se vea al Señor a través de nosotros. A mi entender, ese es el verdadero mensaje del Evangelio cuando nos dice: “actuad de tal forma que quiénes os vean, vean la obra de Dios y alaben a Dios”. No se trata, pues, de que la gente vea a los cristianos, sino “por medio de vosotros, a Dios.” Por lo tanto, la persona no debe aparecer, sino permitir que Dios sea visto a través de su persona».
—Papa Benedicto XVI,
conversación con Robert Moynihan, 23 de febrero de 1993
«La presencia de Dios»
El 19 de abril, en Roma, los cardenales de la Iglesia Católica eligieron al Papa Benedicto XVI, de setenta y ocho años de edad, para que se convirtiera en el 265° heredero del apóstol Pedro, en obispo de Roma y en líder de la Iglesia universal. El mundo quedó completamente atónito. ¿Por qué? En buena parte porque sorprendió que un grupo de cardenales entre el que se incluían representantes de países como Argentina, Nigeria e India no escogiera a un cardenal más joven y «progresista» del Tercer Mundo para que «reformara» y «modernizara» las doctrinas cristianas tradicionales e hiciera énfasis en los temas de justicia social. En vez de ello, eligieron a un anciano cardenal alemán, Joseph Ratzinger, quien, durante el cuarto de siglo anterior, como director de la principal institución doctrinal del Vaticano (la Congregación para la Doctrina de la Fe), se había labrado la reputación de ser un defensor de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia y había insistido en que «adorar de forma correcta» a Dios era prioritario en cualquier intento de construir una sociedad humana justa.
¿Cómo pudo pasar esto? ¿Por qué sucedió? ¿Qué significado tiene?
Durante los últimos treinta años no sólo los cardenales que escogieron a Ratzinger sino muchos católicos y otros hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo han coincidido con Benedicto en que la mayor «crisis» a la que se enfrentan la Iglesia y el mundo es «la ausencia de Dios»: una cultura y un modo de vida sin ninguna dimensión trascendente, desprovista de toda orientación hacia la eternidad, lo sagrado o lo divino. Y que la «solución» a esa «crisis» se puede expresar fácilmente en una frase: el mundo necesita «la presencia de Dios».
Benedicto defiende desde hace tiempo que la «ausencia de Dios» en el mundo moderno, la «secularización» de la sociedad moderna «globalizada», ha creado una sociedad en que la persona carece de protección segura contra las depredaciones del poder y, lo que es peor, carece también de una comprensión clara del significado y el fin último de su vida.
Y, sin embargo, este llamamiento a reorientar la cultura humana hacia Dios nunca ha conllevado el abandono de la búsqueda de la justicia social. Muy al contrario, siempre ha sido un desafío situar esa búsqueda dentro del contexto cristiano del arrepentimiento y de la fe en el Evangelio.
El énfasis de Benedicto en la «prioridad» de conocer y amar a Dios antes que cualquier otra cosa fue considerado por una gran mayoría del colegio cardenalicio como el adecuado.
A Benedicto lo escogieron los cardenales que eran sus colegas, muchos de ellos procedentes de países muy pobres, porque estaban de acuerdo con él en que se necesitaba un Papa que predicara que Dios era lo primero y que, al hacerlo, pusiera los únicos cimientos seguros sobre los que edificar una sociedad justa.
Para comprender la visión del Papa Benedicto XVI no empezaremos examinando sus muchas obras teológicas, elaboradas durante los últimos cincuenta años, sino escuchándole contarnos sus propios comienzos en la vida. Sus palabras, extraídas de varias entrevistas que concedió entre 1993 y 1995 y también de su autobiografía (publicada en 1997 como Mi vida: recuerdos 1927–1977), revelan un hombre que contempla el mundo y la vida cotidiana con una sensación de maravilla, como si todas las cosas estuvieran llenas de pistas o «rastros» de Dios.
Desde luego, este es en definitiva el gran mensaje de Benedicto: que el mundo es un sacramento, un «signo externo» de la «realidad interior» del amor de Dios, y que el hombre sólo será feliz cuando reconozca la primacía de Dios en su propia vida y en el mundo entero.