B ENEDICTO XVI / F RANCISCO
HACIA UN ECOEVANGELIO
El llamado ecológico
de los papas Benedicto y Francisco
Prólogo de
J UAN M ASIÁ
Herder
Diseño de la cubierta: PURPLEPRINT Creative
© 2012, Libreria Editrice Vaticana, de Per una ecologia dell’uomo .
© 2015, Libreria Editrice Vaticana, de Laudato si’ .
© 2015, Juan Masiá, del prólogo.
© 2015, Herder Editorial, S. L., Barcelona, de la presente edición.
a edición digital, 2015
Producción digital: Digital Books
ISBN: 978-84-254-3196-8
La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.
Herder
www.herdereditorial.com
Índice
P RÓLOGO
El ecoevangelio de Francisco y Benedicto
En griego, «eco» (oikos) es hogar y «evangelio» significa anuncio gozoso. Ecoevangelio es el concepto que mejor cuadra para definir la encíclica Laudato si’ del papa Francisco, así como los frecuentes llamamientos del papa Benedicto en favor de una ecología humana. Ambos lenguajes son «ecoevangélicos». No solo el discurso experimental en laboratorios de ecología, ni tampoco el discurso escolástico en clases de teología. Un discurso concreto, vivido y espiritual, de corazón a corazón: desde el corazón del Evangelio al corazón de los hogares. Afectiva y efectivamente, esta encíclica —que se publica en la presente edición acompañada por las exhortaciones del pontífice anterior— merece ser recibida con el talante con que está escrita: como una homilía o coloquio del pastor con el pueblo creyente, conversación familiar y discernimiento espiritual de ecoevangelio. Es Evangelio, porque es Buena Noticia. Es ecoevangelio, porque su palabra responde al clamor de casas amenazadas: nuestra casa común, la Tierra, víctima de la explotación humana; y los hogares de millones de familias, a menudo casi sin techo, amenazadas a causa de la misma explotación.
Francisco y Benedicto escuchan el grito desgarrador de la Tierra («la creación, en anhelante espera», Rom 8,19) y el clamor apenado de los pobres. Benedicto y Francisco escuchan la voz del Espíritu de Vida («El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres, me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y recuperación de la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor», Lc 4,17; Is 61,1-2). De este doble encuentro, escuchando a las víctimas y con atención a la inspiración del Espíritu, nace el encargo ético del cuidado y el mensaje evangélico de la esperanza: ecoética y ecoevangelio .
La encíclica Laudato si’ prolonga, profundiza y amplía, a la altura de los tiempos, el llamamiento reiterado de Benedicto por una ecología humana y cristiana. Dos claves del acento con que habla Francisco: una voz desde lo hondo del Espíritu y con resonancia en las periferias más arrinconadas; actitud espiritual, a la vez ignaciana y franciscana, del discernimiento y la liberación. Son palabras pronunciadas desde el Espíritu y desde el sur; desde el Espíritu, que da vida, y desde el sur del planeta, que anhela poder vivir. La encíclica nos convoca a salir hacia las periferias con la fuerza del Espíritu para salvar un mundo lacerado con multitud de víctimas: las tierras y los pobres. Nos llama a salir de autorreferencias y autosuficiencias, para contemplar y crear, cuidar y custodiar al mundo necesitado. Es una espiritualidad contemplativa y comprometida con la obra del Creador; una espiritualidad atenta a la llamada centrípeta del Espíritu de Vida, que unifica y vivifica todo en todo; sensible al clamor centrífugo de las víctimas, que hace salir de sí hacia todas las periferias de exclusión; alerta ante el grito desgarrador del planeta, amenazado por quienes debían ser sus cuidadores. Así es como predica al unísono la voz de los dos papas del siglo XXI , recopilada en la presente edición conjunta del ecoevangelio de Benedicto y Francisco .
Al resaltar la ecología humana, Francisco puntualiza: universalmente humana, es decir, de toda la humanidad sin excluir a ninguna persona víctima de la explotación injusta. Al acentuar la ecología profunda, Francisco precisa: con la profundidad del Espíritu de Vida, fuerza centrípeta de inclusión, transformación y unificación de la vida, sin descartar ninguna vida. El papa que escogió llamarse Francisco hace honor al santo de Asís contemplando el rostro divino en los pobres y en la naturaleza, y reivindicando los derechos humanos y cósmicos de toda vida frente a la cultura de la exclusión y el descarte. Nos pide que asumamos «el grave compromiso de respetar y custodiar la creación, de estar atentos a cada persona, de contrarrestar la cultura del desperdicio y del descarte, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro».
Lo habíamos escuchado de sus labios en la primera homilía, cuando el 5 de junio de 2013 interpelaba a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: «Seamos custodios de la Creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro y del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y muerte acompañen este mundo nuestro». Estas palabras sirvieron de lema para la audiencia general, coincidiendo con la Jornada Mundial del Medio Ambiente. Se sumaba el papa al llamamiento de Naciones Unidas para eliminar el desperdicio y la destrucción de alimentos y nos interpelaba así:
¿Estamos verdaderamente cultivando y custodiando la creación? ¿O bien la estamos explotando y descuidando? Cultivar y custodiar la creación es una indicación de Dios dada no solo al inicio de la historia, sino a cada uno de nosotros; es parte de su proyecto; quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un jardín, un lugar habitable para todos.
A lo largo de los meses siguientes, con la sencillez y espontaneidad de las homilías diarias en su residencia de Santa Marta, reiteró la estrofa de su ecoevangelio, el mensaje sobre el cuidado del hogar y la preocupación por la casa común de todos y todas: «Cultivad la tierra, proteged la vida, reconciliad a los vivientes».
Francisco tiene presente la insistencia con que Juan Pablo y Benedicto hablaron de ecología humana relacionándola con la ecología medioambiental . Ambas problemáticas se perciben hoy con especial urgencia de tiempos críticos y se agudiza la necesidad de recordar que el Dios Padre y Madre no ha encomendado la tarea de custodiar la tierra a la idolatría del dinero, sino a la mano y el corazón humanos. «Dios siempre perdona; nosotros, a veces perdonamos; pero cuando la naturaleza —la creación— es maltratada, no perdona», decía en el saludo de comienzo de año al cuerpo diplomático. Ante la tumba de san Francisco, rezó el papa: «Tenemos que proteger y cuidar la creación. Dios ha creado el mundo para que sea un lugar de crecimiento en la armonía y en la paz».
Llama la atención, en el ecoevangelio de Francisco, que sus palabras, pronunciadas en Roma, nacen y son proclamadas desde el Espíritu y desde el sur.
Desde el Espíritu . El ecoevangelio de Francisco es contemplativo, a la escucha de las voces de la creación entera, relaciona la crisis medio ambiental y económica con la crisis de una humanidad mutilada en sus capacidades contemplativas y creativas, al mismo tiempo que desarrolla sus capacidades dominadoras y destructivas de sí misma y del entorno. El año anterior a su elección como sucesor de Pedro, el arzobispo cardenal Bergoglio, en unión con los obispos reunidos en la XIII Asamblea del Sínodo de los Obispos (7 y 8 de octubre de 2012) para tratar sobre la nueva evangelización, se ponía a «la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de los tiempos» ( Evangelii gaudium [ EG ], n. 14). En dicho Sínodo Francisco desempeñó un papel importante en la recopilación de propuestas enviadas al papa para la elaboración del documento conclusivo. Sobre la mesa de Benedicto XVI, todavía a la espera de publicación, se encontraba el texto sinodal de las Propositiones de los obispos para la redacción de un documento papal , así como también la versión inacabada de una encíclica sobre la fe. Cuando Francisco recibió de su predecesor ambos documentos, decidió completar por sí mismo esta última. Por primera vez se publicaba una encíclica firmada por dos papas: Lumen fidei (29 de junio de 2013), testimonio de coherencia firme en la fe y continuidad tradicional en la doctrina. A continuación, Francisco asume como papa las propuestas del Sínodo, en cuya preparación había trabajado como obispo, y elabora la exhortación apostólica sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual: al clausurarse el Año de la Fe, inaugurado por Benedicto en 2012, se publica Evangelii gaudium: La alegría del Evangelio , el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, en el primer año del Pontificado de Francisco.