La figura de Tolkien es quizá una de las que más acusa las divergencias entre éxito popular abrumador y reconocimiento de la crítica ortodoxa exiguo. Bajo un título tan provocador como elocuente, el medievalista Tom Shippey presenta un sólido estudio que reivindica el valor literario de los libros de la Tierra Media, que entroncan con una antiquísima tradición narrativa, reabriendo un espacio del imaginario colectivo, el del mito y la leyenda, que había sido dilapidado. Como defiende Shippey, esta forma de canalizar el desencanto del siglo XX, el humanismo optimista de Tolkien, no resulta menos meritorio ni profundo que el negativismo de Orwell o Golding.
El autor posee la inestimable habilidad de exponer ideas complejas de manera clara y accesible; así ha construido una original y atinada aproximación a Tolkien, al papel del lenguaje en la literatura, y nos ofrece las claves para comprender la extraordinaria popularidad, intelectualmente respetable, de una obra inigualable que habría de consolidar a Tolkien entre los grandes literatos de su siglo.
Tom A. Shippey
J. R. R. Tolkien. Autor del siglo
ePub r1.0
Titivillus 01.05.16
Título original: J. R. R. Tolkien: Author of the Century
Tom A. Shippey, 2000
Traducción: Estela Gutiérrez Torres
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
AGRADECIMIENTOS
Doy las gracias a Patrick Curry, Verlyn Flieger, John Garth, Cari Hostetter, Janes Johnson, John Marino, Charles Noad y Joseph Pearce, que han leído partes del borrador de este libro, me enviaron ejemplares preliminares de sus obras, evitaron que cometiera muchos errores y mejoraron considerablemente lo que quedó. De los errores de hecho o juicio que todavía estén presentes, yo soy el único responsable. Doy las gracias también a Greenwood Press (un sello editorial de Greenwood Publishing Group, Inc., Westport, CT), que me permitió reutilizar algún material de mi artículo de su colección de ensayos J. R. R. Tolkien and his Literaries Resonances: Views of Middle-earth, editado por George Clark y Dan Timmons; a Turku University Press, que me dio el mismo permiso en lo referente a mi artículo aparecido en Proceedings of the Tolkien Phenomenon, editado por Keith Battarbee; y a los editores de los libros que acabo de mencionar.
PRÓLOGO
AUTOR DEL SIGLO
La fantasía y lo fantástico
Lo fantástico ha sido el género literario dominante del siglo XX. Ésta puede resultar una afirmación sorprendente, que a principios de siglo había sido inconcebible y que, aun en la actualidad está destinada a hallar una férrea oposición. No obstante, cuando llegue el momento de rememorar el siglo, es muy probable que los futuros expertos en historia de la literatura, desvincular dos de las disputas del presente, consideren que sus obras más representativas y distintivas son El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, y también 1984 y Rebelión en la granja de George Orwell, El señor de las moscas y Los herederos de William Golding, Matadero cinco y Cuna de gato de Kurt Vonnegut, La mano izquierda de la oscuridad y Los desposeídos de Ursula K. Le Guin, La subasta del lote 49 y El arco iris de gravedad de Thomas Pynchon. La lista puede extenderse hacia atrás en el tiempo hasta el siglo XIX con La isla del doctor Moreau y La guerra de los mundos de H. G. Wells, y hacia delante hasta escritores actualmente en activo como Stephen R. Donaldson y George R. R. Martin. Podría incluir a autores tan diferentes, por no decir opuestos, como Kingsley y Martin Amis, Anthony Burgess, Stephen King, Terry Pratchett, Don DeLillo y Julian Barnes. Hacia finales del siglo XX, incluso los autores profundamente entregados a la novela realista han sido en ocasiones incapaces de resistir la atracción gravitacional de lo fantástico en tanto que género literario.
Debe recordarse que lo fantástico como género literario no es lo mismo que la fantasía como variante literaria; de los autores antes mencionados sólo cuatro, aparte de Tolkien, tienen sus obras en los estantes de «fantasía» de las librerías, mientras que «lo fantástico» incluye muchos géneros además de la fantasía: la alegoría y la parábola, los cuentos de hadas, el terror y la ciencia ficción, las modernas historias de fantasmas y el romance medieval. No obstante, la idea es la misma. Los autores del siglo XX que más han conectado con sus contemporáneos han creído necesario, por alguna razón, emplear el código metafórico de lo fantástico, escribir sobre mundos y criaturas que sabemos no existen, sea la «Tierra Media» de Tolkien, la «Ingsoc» de Orwell, las islas remotas de Golding y Wells o los marcianos y tralfamadorianos que irrumpieron en los tranquilos suburbios ingleses o norteamericanos en Wells y Vonnegut.
Una explicación fácil de este fenómeno es, por supuesto, que representa una especie de desorden literario cuyos afectados —los millones de lectores de fantasía— inspiran desdén y lástima y deberían someterse a rehabilitación para corregirse y adquirir buen gusto. Por lo general, a esta enfermedad se la conoce como «escapismo»: los lectores y los escritores de literatura fantástica huyen de la realidad. El problema es la gran cantidad de autores de variante fantástica del siglo XX, incluidos los cuatro mencionados arriba (Tolkien, Orwell, Golding, Vonnegut), que son veteranos de guerra y estuvieron presentes o al menos profundamente implicados en los acontecimientos más traumáticamente significativos del siglo, como la batalla del Somme (Tolkien), él bombardeo de Dresde (Vonnegut) o el alzamiento y la victoria temporal del fascismo (Orwell). Nadie puede decir que volvieran la espalda a esos acontecimientos. Al contrario, tuvieron que hallar alguna manera de comunicarlos y comentarlos. Es extraño que en tantos casos, por alguna razón, lo hicieran utilizando la fantasía además del realismo, pero eso es lo que ocurrió.
El constante interés que despierta la fantasía de Tolkien, por inesperado e impredecible que fuera, no puede ser considerado un mero capricho del gusto popular, rechazado o desdeñado por quienes han estudiado lo suficiente para conocer la verdad. Merece una explicación y una defensa, y eso es lo que este libro trata de aportar. En él, sostengo que este constante interés no radica sólo en su atractivo o novedad (aunque ambas cosas están presentes y también pueden explicarse hasta cierto punto), sino en una respuesta profundamente seria a lo que en última instancia resultarán ser los temas fundamentales de este siglo: el origen y la naturaleza del mal (un tema eterno, pero que en vida de Tolkien tuvo un nuevo y terrible enfoque); la existencia humana en la Tierra Media, sin el apoyo de la Revelación divina; la relatividad cultural, y las corrupciones y las continuidades del lenguaje. Se trata de temas que nadie puede permitirse despreciar, o que haya que estudiar con vergüenza. Es cierto que las respuestas de Tolkien no gustarán a todo el mundo, y que están en franca oposición a las que dieron muchos de sus contemporáneos que se han mencionado antes. Pero la primera reserva se aplica a todos los autores que han existido, y la segunda es una de las cosas que los caracterizan.
Sin embargo, otra de las cosas que los distinguen es la autoridad personal. Sobre algunos temas, Tolkien sencillamente sabía más, y había reflexionado con más profundidad que ninguna otra persona del mundo. Algunos han creído (y afirmado) que debería haber escrito sus conclusiones en tratados académicos, en lugar de hacerlo en ficción fantástica. Es posible que entonces un limitado público académico se lo habría tomado más en serio. Por otro lado, a lo largo de toda su vida ese público académico fue disminuyendo y actualmente casi ha desaparecido. Existe un viejo proverbio en inglés antiguo que dice (en inglés antiguo, y con la habitual y provocativa oscuridad del inglés oscuro)