Título original del italiano: Heidegger e gli ebrei
© 2014 Bollati Boringhieri editore, Torino
© De la traducción: Francisco Amella Vela
Corrección: Marta Beltrán Bahón
Cubierta: Enric Jardí
Primera edición: marzo de 2017, Barcelona
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Índice
Prefacio
Espero que se juzgue este libro sólo después de haberlo leído de verdad hasta el final. En estos tiempos la complejidad no se lleva bien. Se prefiere recurrir, expeditivamente, al esquematismo del pro y del contra, a las partes enfrentadas, al blanco o negro. Pero quien filosofa sobrelleva la complejidad y vive en el claroscuro de la reflexión. Y más aún tratándose de una cuestión delicada como la que aborda este libro.
Los Cuadernos negros no han sido una losa sepulcral puesta sobre el pensamiento de Heidegger. Hay quien había hecho votos por que así fuera, en una especie de predicción que se desmentía a sí misma. Se ha producido, por el contrario, un fenómeno desacostumbrado, que supera con mucho el interés que suelen despertar los escritos inéditos de los filósofos. Se ha abierto un intenso debate que, con todo y ser a veces encendido, ha traspasado los recintos académicos y se ha extendido por el mundo de la cultura abrazando a un público cada vez más amplio. Heidegger ha sido, en todo momento, su protagonista. La efervescencia del debate demuestra la importancia de su pensamiento en el horizonte contemporáneo.
Si bien se mira, el escándalo de los Cuadernos negros tiene bien poco de sensacionalista. Si los cuadernos resultan turbadores, si representan una traba en sentido literal, es porque dinamitan los esquemas con que se había venido interpretando a Heidegger hasta el momento. Dicha tradición interpretaba por ejemplo su pensamiento político reduciéndolo o limitándolo a un período breve. Los Cuadernos negros muestran en cambio a un filósofo atento a las vicisitudes históricas, consciente de sus decisiones políticas. Ésta es la razón del escándalo que ha sacudido al mundo de los «heideggerianos» y, más en general, al de la filosofía continental.
El adiós a Heidegger o el retorno a Messkirch han sido las dos posiciones extremas. Por un lado, indignación moral manifiesta pero haciendo constar la pretensión de seguir usando, según convenga, la obra del filósofo; por el otro, un querer hacer como si nada, la exigencia casi de prescindir de lo que está escrito en los Cuadernos negros . Ambas posiciones son maniobras retóricas, profundamente antifilosóficas.
La tarea de la filosofía es, ante todo, el debate crítico, como defiende la tradición que Heidegger ha contribuido a difundir, la hermenéutica filosófica. No se puede saber de antemano qué resultados dará la publicación de los Cuadernos n egros , ni cuáles serán sus efectos. Pero un autor vive en su «historia de los efectos», como dice Hans-Georg Gadamer . Y los Cuadernos negros , guste o no, son ya parte integrante del pensamiento de Heidegger y de la historia de sus efectos, imposibles de detener.
Este libro examina lo que Heidegger escribió sobre los judíos y el judaísmo en los cuadernos publicados hasta ahora, los de los años 1931 a 1948. La gran novedad de esta obra es su antisemitismo. Lo cual no significa que sea el único tema: hay muchos otros. Haber elegido abordar la que se conoce como «cuestión judía» no equivale a afirmar, como alguno ha querido insinuar, que se trate de un tema único y exclusivo.
El antisemitismo de Heidegger no se puede minimizar de ningún modo, y menos aún negar. La contabilidad estéril, y en cierta medida macabra, de los pasajes donde en los cuadernos se habla de judíos, judaísmo, judaico o «judeidad» —por otra parte, mucho más numerosos de lo que cabría imaginar— no altera ni la entidad ni la relevancia de dicho antisemitismo. Las dos estrategias defensivas adoptadas hasta ahora — remitir a las relaciones personales de Heidegger con judíos y querer liquidar la cuestión alegando que el antisemitismo no afecta al núcleo del pensamiento heideggeriano— están destinadas a revelarse vanas e inconsistentes.
He elegido el adjetivo «metafísico» para calificar el antisemitismo de Heidegger. De la continuidad de este antisemitismo estaba convencida antes incluso de que saliera el último volumen de los Cuadernos negros , el 97, que contiene las páginas correspondientes al período de la posguerra y que confirman dicha continuidad. El antisemitismo, en definitiva, no es un sentimiento, un odio que va y viene y que pueda circunscribirse a un único período. El antisemitismo tiene una raíz teológica y una intención política. En el caso de Heidegger asume incluso rango filosófico.
El adjetivo «metafísico» no mitiga dicho antisemitismo. Por el contrario, indica su profundidad. Se trata de un antisemitismo más abstracto y, a la vez y por ello mismo, más peligroso que una simple aversión. Pero «metafísico» remite también a la tradición de la metafísica occidental. Heidegger no está solo en su antisemitismo metafísico: sigue la senda de una larga serie de filósofos, de Kant a Nietzsche pasando por Hegel . He reconstruido una especie de breve historia del antisemitismo en la filosofía alemana para ayudar a contextualizar y comprender en su complejo recorrido algunos estereotipos y algunos conceptos que Heidegger recupera.
Como se sabe, «metafísica» es la crítica de Heidegger a la tradición occidental, sobre todo a partir de los años 1930. Si hablo de «antisemitismo metafísico» es porque considero que, en su propósito de definir al judío y al judaísmo, también Heidegger acaba en la metafísica. Definir al judío es una de las tareas que acomete el nacionalsocialismo en los años de las leyes de Núremberg. Heidegger se topa con el judío en su historia del Ser; intuye que no es el «enemigo», sino más bien ese «otro» que, en su alteridad, podría representar el paso que está buscando para franquear la metafísica. De hecho, como este libro trata de demostrar, no son pocos los puntos en que su pensamiento converge con el judaísmo, desde la noción de la nada a la del tiempo. Pero Heidegger da un paso atrás. Lo que importa es el Ser. Y deja caer al Judío.
Aun así, el Judío está situado en el corazón del pensamiento de Heideg ger, en el centro de la cuestión filosófica por excelencia. A los desarrai gados agentes de la modernidad, acusados de la maquinación del poder, de desertizar la tierra, de desracializar a los pueblos, condenados a ser weltlos , «carentes de mundo», Heidegger les imputa la culpa más grave, la del olvido del Ser. Figura del final, el judío impide que surja un nuevo comienzo.
Heidegger comparte una visión de los judíos frecuente en su época y que llevaba al bellum judaicum , la guerra judaica. Eso no lo convierte en precursor del Holocausto. Los Cuadernos negros acaban con ese gran lugar común de la filosofía del siglo xx que es el silencio de Heidegger. Por eso plantean la pregunta por la responsabilidad de los filósofos en la Shoá, demasiadas veces evitada hasta ahora. Me refiero a ello como «masacre ontológica». El tema de la Selbstvernichtung des Jüdischen , la autoaniquilación de los judíos, dará mucho que pensar, al igual que hará discutir la inversión con la que Heidegger les arrebata a los judíos hasta el papel de víctimas. Por ello los Cuadernos negros imponen también la reconsideración filosófica de lo acontecido después de 1945.