M ARTIN H EIDEGGER
EJERCITACIÓN EN EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO
(Ejercicios en el semestre de invierno de 1941-1942)
Traducción de
A LBERTO C IRIA
Herder
www.herdereditorial.com
Traducción: Alberto Ciria
Diseño de cubierta: Michel Tofahrn
Maquetación electrónica: José Toribio Barba
© 2004, Vittorio Klostermann GmbH, Frankfurt del Meno
© 2011, Herder Editorial, S. L., Barcelona
© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-2992-7
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I.
EJERCITACIÓN EN EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO
[E JERCITACIÓN EN EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO ]
«Ejercitación en el pensamiento filosófico» es el esfuerzo incesante por poder realizar «libremente» este «tipo» de pensamiento. «Libremente», es decir, que sin ser impedidos por opiniones previas y sin dejarnos distraer por el propósito de conseguir «resultados», nos encomendemos por entero a la ley esencial de este pensar y alcancemos la referencia a eso que él piensa. El pensamiento «filosófico», como al fin y al cabo sugiere el adjetivo, funciona como un «tipo» de pensamiento. Otros «tipos» de pensamiento son, por ejemplo, el pensamiento «matemático», el pensamiento «político», el pensamiento «artístico», el pensamiento «económico».
A su vez, estos «tipos» de pensamiento en cada caso pueden ser superficiales o ir al fondo, ser negligentes o rigurosos.
Ahora bien, para poder comenzar la ejercitación en el pensamiento filosófico tenemos que conocer ya de alguna manera este «tipo» de pensamiento, o, pese a todo, estar informados sobre dónde dar con él. Pero ¿cómo hemos de averiguar cuál es el «tipo» especial del pensamiento filosófico entre los otros tipos? Por ejemplo, podemos intentar poner de relieve los mencionados tipos de pensamiento contrastándolos entre sí, y caracterizar lo peculiar del pensamiento filosófico en su diferencia con todos ellos.
Mas para cumplir adecuadamente en cierta medida esta tarea, parece aconsejable establecer previamente qué es en general tal cosa como «el pensamiento» .
Si procedemos así, dando primero la caracterización general del pensar y haciendo notar después lo particular del pensamiento filosófico, ¿qué es lo que estamos haciendo entonces?
Estamos pensando entonces «sobre» el pensar. ¿Y de qué tipo es entonces este pensar: el pensar sobre el pensar? Se dice que eso es, al fin y al cabo, el pensamiento filosófico. Pues el pensar «sobre» el pensar, después de todo, cumple la función de una «doctrina del pensamiento». Y la doctrina del pensamiento, según su nombre científico, se llama «lógica». Y la «lógica» es una «especialidad» de la filosofía. Así pues, si intentamos una introducción al pensamiento filosófico, «estamos haciendo» «lógica». Dominando la «lógica», se aprende a pensar. Es decir, si reflexionamos «sobre» el pensar, estamos ya inadvertidamente en el pensamiento filosófico, gracias al cual aprendemos luego a pensar en general.
Todo esto se dice con buena intención. Sin duda, con todo tipo de pensamiento aprendemos, justamente, a pensar. Sólo que aquí se trata de hacer la ejercitación en el pensamiento filosófico . ¿Será el pensar usual «sobre» el pensar, la «lógica», el camino correcto para ello? La escuela académica tradicional está gobernada por esta opinión. Sólo que uno puede dominar todas las reglas y los principios de la lógica y, pese a todo, seguir no tocado en absoluto por el pensamiento filosófico. Pero aun cuando el pensar sobre el pensar fuera pese a todo una necesidad, este modo de pensar esconde en sí en el comienzo, para nosotros, toda clase de peligros.
Incluso cuando no sepamos muy bien qué es «propiamente» el «pensar», sin embargo, de inmediato nos damos cuenta de una cosa: el pensar «sobre» el pensar es un propósito capcioso. En ello, uno pierde pie y ya no toca el suelo. Y mala cosa es la falta de suelo. Además, a fin de llevar a cabo las diferenciaciones del pensamiento filosófico frente al pensamiento matemático, político, etcétera al fin y al cabo deberíamos conocer ya lo suficiente aquellos tipos de pensamiento. Para eso tendríamos que aventurarnos en ámbitos remotos y heterogéneos, si es que todo esto no debe quedarse en mero parloteo. Y sobre todo: en ello, hemos de saber también, y ya con antelación, siquiera sólo de manera aproximada, de qué tipo es el pensamiento filosófico. Pues justamente este mismo es el que debemos destacar frente a los otros tipos. Es decir, una y otra vez nos vemos impelidos a conocer el pensamiento filosófico inmediatamente , desde él mismo . ¿Y cómo llegamos a conocerlo? Pues, del modo más seguro, ateniéndonos a los pensamientos de un «filósofo». Éstos no son sólo resultado, sino recipiente, es más, el entramado de tal pensar, y ese pensar mismo. Para llegar a saber qué es la música haremos bien escuchando, por ejemplo, una sonata de Beethoven. Se supone que a menudo aún no sabemos nada de la estructura de una sonata, nada de la música como arte, nada de la esencia del arte.
Más bien, todo esto se queda en una vaga impresión. Pero, no obstante, tenemos la garantía de estar inmediatamente en la proximidad de la música, aquí incluso de la «música absoluta», como se suele decir. Y al fin y al cabo, no escuchamos música para saber qué es la música, sino para escuchar algo en un tener inmediato. O para llegar a saber qué es la pintura, haremos bien contemplando, por ejemplo, un lienzo de Rembrandt. Se supone que aún no sabemos nada de las leyes de configuración de este arte ni de su forma de hacer, nada de su posición histórica. Y sin embargo, también aquí nos hallamos inmediatamente ante una obra de las artes figurativas. Pero no contemplamos la obra para indagar el secreto de la esencia del arte, sino para llegar a saber algo en la propia obra.
Y así sucede también con la filosofía. Haremos bien trasladándonos a la proximidad del pensamiento de un «pensador». Pues dotamos del título de «pensador» justamente a aquellos pensantes que piensan conforme al tipo del pensamiento «filosófico». Al fin y al cabo, los «pensadores» piensan en un sentido privilegiado. En qué consiste este privilegio, aún no lo sabemos. Pero de modo análogo a como sucede con la música y con las artes figurativas, ahora tenemos la posibilidad de pensar por nosotros mismos el pensamiento de un pensador, y de reflexionar sobre él. Pero tampoco aquí es nuestra intención limitarnos a saber qué es la filosofía, sino que buscamos dar en tal pensar con algo esencial, para ser tocados por ello.
Sin embargo, si reflexionamos más estrictamente, surge de inmediato una nueva dificultad. Ésta: que damos por supuesto que Beethoven es un músico genuino y Rembrandt, un pintor genuino. Asumimos estos juicios de la tradición y la valoración general. Sin duda, no podemos fiarnos sin más del juicio «general». A menudo, las opiniones más difundidas son los errores más grandes. Y se supone que Beethoven no es un músico genuino porque se lo considere en general y unánimemente como tal, sino que este juicio vale sólo porque Beethoven es un gran músico. Pero ¿qué significa eso: un gran músico? ¿Quién lo decide? Él mismo, es decir: su obra. Y el secreto de lo grande es que no puede medirse, de modo que esta designación «él es “grande”» acaso sea justamente la más inapropiada. La tradición histórica lleva a cabo una misteriosa «selección» en la que nos está permitido tener cierta confianza. Lo que en su día dominaba los caprichos del momento, de pronto desapareció para siempre. No porque pudiera ceder sitio a lo esencial. Lo esencial nunca está constantemente en situación de dominar. Acaso no domine en absoluto.