RICHARD PIPES (Cieszyn, voivodato de Silesia; 11 de julio de 1923-Cambridge, Massachusetts; 17 de mayo de 2018) fue un historiador, escritor y profesor universitario polaco nacionalizado estadounidense, autor de varias obras sobre la Revolución rusa y la Rusia soviética.
Nacido en la localidad polaca de Cieszyn el 11 de julio de 1923, fue director del Russian Research Center de la Universidad de Harvard y miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Ronald Reagan. Falleció el 17 de mayo de 2018 en la ciudad estadounidense de Cambridge (Massachusetts). Es padre del también historiador Daniel Pipes, nacido en 1949.
Fue autor de obras como: The Formation of the Soviet Union: Communism and Nationalism, 1917–1923 (Harvard University Press, 1954), Social Democracy and the St. Petersburg Labor Movement, 1885-1897 (Harvard University Press, 1963), Struve, Liberal on the Left, 1870-1905 (Harvard University Press, 1970), Russia under the Old Regime (Charles Scribner’s Sons, 1974), Soviet Strategy in Europe (Crane, Russak & Company, 1976), Struve: Liberal on the Right, 1905-1944 (Harvard University Press, 1980), Survival Is Not Enough: Soviet Realities and America’s Future (1984), Russia Observed: Collected Essays on Russian and Soviet History (Westview Press, 1989), The Russian Revolution (1990), Communism: The Vanished Specter (1994), A Concise History of the Russian Revolution (1995), Three "Whys" of the Russian Revolution (1997), Natasha’s Dance (2002), Vixi: Memoirs of a Non-Belonger (2004), The Degaev Affair: Terror and Treason in Tsarist Russia (2003), o Russian Conservatism and Its Critics (2006), entre otras. También ha sido editor de The Unknown Lenin: From the Secret Archives (Yale University Press, 1996).
Dedico este libro a mi esposa, Irene, quien durante más de cincuenta años me ha proporcionado las condiciones ideales para realizar mis estudios académicos.
Título original: Property and Freedom
Richard Pipes, 1999
Traducción: Josefina de Diego
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.0
Richard Pipes analiza dos conceptos fundamentales, propiedad y libertad, desde perspectivas históricas y filosóficas. En este libro toma como ejemplo dos naciones que los han entendido de maneras distintas, Inglaterra y Rusia, para revelar los vínculos entre propiedad privada y la noción de libertad como un derecho inherente al ser humano. Sin embargo, se trata de un análisis que no se limita a cuestiones económicas. Es un recorrido fascinante y enriquecedor a lo largo de la historia de la lucha del ser humano por hacer valer su individualismo y, al mismo tiempo, integrarse plenamente en una sociedad.
Richard Pipes
Propiedad y libertad
Dos conceptos inseparables a lo largo de la historia
ePub r1.1
Titivillus 18.02.2019
PREDICCIONES
Un mundo en el que los hombres sean libres e iguales sería el paraíso en la Tierra. Un mundo así es dificil de lograr; y obligados a escoger, debemos poner la libertad por encima de la igualdad. Porque la ausencia de libertad conduce a la más desastrosa de las desigualdades e injusticias: el despotismo. Pero la desigualdad no conduce necesariamente a la ausencia de libertad.
KARL POPPER
Hemos seguido la evolución de la propiedad privada, como idea y como institución, y hemos demostrado, con los ejemplos opuestos de Inglaterra y Rusia, hasta qué punto están estrechamente relacionadas la propiedad y su complemento, la ley, con la libertad: la propiedad y la ley deben existir como condiciones previas necesarias, aunque no suficientes, para la existencia de la libertad. En el capítulo final hemos presentado pruebas de los cambios alarmantes ocurridos en el siglo XX que han permitido a los gobiernos, en nombre de la justicia social y del “bien común”, abolir o lesionar los derechos de propiedad y, al hacer esto, en ocasiones, eliminar y, a menudo, restringir las libertades personales.
Al acercarse a su fin el siglo XX, los peligros tradicionales que amenazaban a la propiedad privada y a la libertad han disminuido. La caída del comunismo ha eliminado a su adversario más directo y peligroso, mientras que los fracasos económicos del socialismo han desacreditado la idea de que la anulación de la propiedad privada sobre los medios de producción resuelve todos los males sociales. Aunque en algunos lugares todavía subsisten tiranías que no toleran la propiedad privada, o bien están aisladas o bien se rinden lentamente al espíritu de los tiempos: las consignas del momento son democracia y privatización.
Sin embargo, estas bienvenidas transformaciones no significan de ninguna manera que el futuro de la libertad esté asegurado: aún está en peligro, aunque este peligro procede de una fuente nueva y diferente. La principal amenaza para la libertad hoy en día no procede de ninguna tiranía sino de la igualdad —la igualdad definida como uniformidad de compensación—. Asociada a ella está la búsqueda de la seguridad.
La libertad por su propia naturaleza no es igualitaria, porque los seres vivos difieren en fuerza, inteligencia, valor, perseverancia y todo aquello que contribuye al éxito. La igualdad de oportunidades y la igualdad ante la ley (en el sentido legado a los israelitas por Moisés en el Levítico 24,22: “Un mismo estatuto tendréis para el extranjero, como para el natural; porque yo soy Jehová, vuestro Dios”) no sólo son compatibles con la libertad sino inherentes a ella. No es así con relación a la igualdad de resultados. Ya que este tipo de igualdad no existe en el reino animal ni tampoco entre los pueblos primitivos, debe considerársela antinatural, alcanzable sólo mediante la coerción, razón por la cual todos los sistemas utópicos presuponen un poder despótico y todos los déspotas insisten en la igualdad de sus súbditos.
Irónicamente, la pretensión de alcanzar la igualdad no sólo destruye la libertad sino también la propia igualdad, pues como demuestra la experiencia del comunismo, los encargados de garantizar la igualdad social reclaman para sí privilegios que los elevan por encima del común de las gentes. También trae como resultado una corrupción generalizada, porque la elite que monopoliza los bienes y servicios, como debe hacerse si se quiere distribuirlos equitativamente, espera una compensación para sí a cambio de su distribución.
Y sin embargo el ideal de una Edad de Oro en la que todos los hombres eran iguales, pues no existía “lo mío y lo tuyo”, nunca ha cesado de fascinar a la humanidad: es uno de esos mitos persistentes y al parecer indestructibles. En la lucha entre la igualdad y la libertad, la primera tiene más fuerza, porque la pérdida de la libertad sólo se experimenta cuando ocurre, mientras que el dolor de la desigualdad está presente en cada momento del día.
La tendencia del mundo contemporáneo parece indicar que los ciudadanos de las democracias están dispuestos a entregar sus libertades despreocupadamente a cambio de la igualdad social (junto con la seguridad económica), sin tener en cuenta las consecuencias. Y las consecuencias son que su capacidad para retener y utilizar aquello que ganan y poseen, para contratar o despedir a voluntad, para firmar contratos libremente, e incluso para decir lo que se piensa, está siendo sistemáticamente erosionada por los gobiernos que se ocupan en redistribuir el capital privado y en subordinar los derechos individuales a los derechos de los sectores sociales. Todo el concepto de bienestar social, tal como ha evolucionado en la segunda mitad del siglo XX, es incompatible con la libertad individual, porque permite que diversos grupos con necesidades comunes se alíen y reclamen sus derechos a satisfacer estas carencias a expensas de la sociedad en su conjunto incrementando, en el proceso, el poder del Estado que actúa en nombre de ellos. Esta realidad actualmente está enmascarada por la enorme riqueza generada por las economías industriales, que operan a escala mundial en tiempos de paz. Sin embargo, podría volverse dolorosamente visible si la situación económica se deteriorase drásticamente y los controles establecidos por el Estado en tiempos de prosperidad le permitieran restaurar la estabilidad social a costa de la libertad.