La presente obra —sucesora en el siglo XX del ensayo de John Stuart Mill Sobre la libertad, en palabras de Hazlitt en Newsweek— es una de las más importantes de F. A. Hayek. Dedicada a analizar la constitución; o estructuración de la libertad y el sentido que esta tiene en la sociedad contemporánea es fruto de una minuciosa investigación en los campos de la Filosofía política, el Derecho y la Economía. La obra se divide en tres partes. En la primera muestra por qué queremos la libertad y lo que esta trae consigo. Se trata de una discusión principalmente teórica y filosófica que envuelve un examen de los factores que determinan el progreso de la civilización. La segunda parte es un examen de las instituciones que Occidente ha desarrollado para asegurar la libertad individual, abordando estos problemas con sentido histórico en orden a facilitar, a la luz de un ideal sólo parcialmente realizado, la solución de los problemas de nuestros días. La tercera parte es una aplicación práctica a algunas críticas situaciones económicas y sociales de hoy, fijándose, sobre todo, en aquellas materias en las que una falsa elección entre las distintas soluciones posibles daña más a la libertad.
Friedrich A. Hayek
Los fundamentos de la libertad
ePub r1.0
loto 30.08.14
Título original: The Constitution of Liberty
Friedrich A. Hayek, 1960
Traducción: José Vicente Torrente Secorún
Retoque de cubierta: loto
Editor digital: loto
ePub base r1.1
A la desconocida civilización que se está desarrollando en América.
PRIMERA PARTE
EL VALOR DE LA LIBERTAD
A través de la historia, oradores y poetas han enaltecido la libertad, pero ninguno ha explicado el porqué de su importancia. Nuestra actitud frente a tal realidad está basada en si hemos de considerar la civilización como algo fijo o como algo en movimiento… En una sociedad que avanza, cualquier restricción de la libertad disminuye el número de posibilidades que se intenta lograr, con lo que se reduce el índice del progreso. En tal sociedad la libertad se concede a los individuos no en razón a que les proporcione un mayor bienestar, sino porque el término medio de ellos servirá al resto de nosotros mejor que si cumplieran cualquier clase de órdenes que supiéramos darles.
H. B. PHILLIPS
FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK (1899-1992) . Economista y filósofo austriaco, nacionalizado británico. Fue miembro de la «Escuela Austriaca de Economía». Conocido por su crítica del estado de bienestar keynesiano y del socialismo totalitario. En 1974 se le concedió el Premio Nobel de Economía.
CAPÍTULO II
El poder creador de la civilización libre
La civilización progresa al aumentar el número de cosas importantes que podemos ejecutar sin pensar en ellas. Las operaciones del pensamiento son como las cargas de caballería en una batalla; están estrictamente limitadas en número; requieren caballos de refresco y deben darse únicamente en los momentos decisivos.
A. N. WHITEHEAD
1. La civilización y el desarrollo del poder
La sentencia socrática de que el reconocimiento de la ignorancia es el comienzo de la sabiduría tiene profunda significación para nuestra comprensión de la sociedad. El primer requisito en relación con esto último es que nos percatemos de lo mucho que la necesaria ignorancia del hombre le ayuda en la consecución de sus fines. La mayoría de las ventajas de la vida social, especialmente en las formas más avanzadas que denominamos «civilización», descansa en el hecho de que el individuo se beneficia de más conocimientos de los que posee. Cabría decir que la civilización comienza cuando en la persecución de sus fines el individuo puede sobrepasar los límites de su ignorancia aprovechándose de conocimientos que no poseía. Los filósofos y estudiosos de la sociedad la han glosado generalmente considerando tal ignorancia como imperfección menor que puede ser más o menos descuidada. Pero aunque el examen de los problemas sociales o morales basados en la presunción del perfecto conocimiento pueda ser útil ocasionalmente como ejercicio preliminar de lógica, resulta de poca utilidad para el intento de explicar el mundo real. Los problemas están dominados por la «dificultad práctica» de que, de hecho, nuestro conocimiento se halla muy lejos de la perfección. Quizá sea natural que los científicos tiendan a cargar el acento en lo que conocemos; sin embargo, en el campo de lo social, donde lo que no conocemos es a menudo tanto más importante, las consecuencias de dicha tendencia pueden llevamos al extravío. Muchas de las construcciones utópicas carecen de valor, porque siguen la dirección de los teorizantes que dan por descontada la posesión de un conocimiento perfecto.
Debe admitirse, sin embargo, que nuestra ignorancia constituye una materia peculiarmente difícil de analizar. Por definición, de buenas a primeras, pudiera parecer imposible razonar acerca de ella. Ciertamente, no podemos especular inteligentemente de algo acerca de lo cual nada sabemos, pero al menos hemos de ser capaces de plantear los interrogantes, aunque no conozcamos las respuestas. Ello requiere cierto genuino conocimiento de la clase de mundo que estamos considerando. Para entender de qué forma funciona la sociedad hay que intentar definir la naturaleza general y el grado de nuestra ignorancia respecto a aquella. Aunque no podamos ver en la oscuridad, habremos de ser capaces de trazar los límites de las áreas oscuras.
Las engañosas consecuencias de la manera usual de acercarse a estos problemas aparecen claramente al examinar el significado de la siguiente afirmación: el hombre ha creado su civilización y, por lo tanto, también puede cambiar sus instituciones como guste
Dicha afirmación estaría justificada únicamente si el hombre hubiese creado la civilización deliberadamente, con completo conocimiento de lo que estaba haciendo, o si tal hombre, por lo menos, conociese claramente la manera de mantenerla. En cierto sentido es verdad que el hombre ha creado su civilización y que esta constituye una producción de las acciones humanas, o más bien de las acciones de unos pocos centenares de generaciones; sin embargo, ello no significa que la civilización sea el resultado de los designios humanos o que incluso los hombres sepan de qué depende su funcionamiento y continuada existencia.
La idea de que el hombre está dotado de una mente capaz de concebir y crear civilización es fundamentalmente falsa. El hombre no impone simplemente sobre el mundo que le rodea un patrón creado por su mente. La mente humana es en sí misma un sistema que cambia constantemente como resultado de sus esfuerzos para adaptarse al ambiente que le rodea. Sería erróneo creer que para conseguir una civilización mejor no hay más que poner en marcha las ideas que ahora nos guían. Para progresar tenemos que permitir una continua revisión de nuestros ideales y concepciones presentes, precisos para experiencias posteriores. Somos tan poco capaces de concebir lo que la civilización será o podrá ser de aquí a cien años, o incluso de aquí a veinticinco años, como nuestros antepasados medievales o incluso nuestros abuelos lo fueron para prever nuestra forma de vivir hoy.