RAUL HILBERG
La destrucción de los judíos europeos
Traducción de Cristina Piña Aldao
Ediciones Akal
Sinopsis
La destrucción de los judíos europeos se incrusta en el mismísimo centro del proyecto de la modernidad europea y del modelo civilizatorio occidental y desestabiliza de forma muy profunda los fundamentos mismos del proyecto civilizacional, político y cultural de nuestras sociedades. En este sentido, las aproximaciones habituales en torno al capitalismo como sistema económico insuperable, al liberalismo como ideología de consenso de las sociedades occidentales, al nacionalismo como forma de identidad social, a la democracia formal como modo de gobierno predominante y al cristianismo como legado religioso irrecusable de Occidente deben efectuarse bajo unas condiciones de validación crítica mucho más estrictas y exigentes para explicar la razón de ser de la Shoah. La destrucción de los judíos europeos sigue siendo todavía una pregunta histórica mayor de la coyuntura histórica actual, y su genealogía, una tarea intelectual primordial para comprender la política de nuestros días.
En este libro Raul Hilberg efectúa una reconstrucción formidable y asombrosa del abigarrado conjunto de políticas, iniciativas y comportamientos que hicieron posible la destrucción de una parte considerable de la población europea apelando a su carácter étnico o cultural inasimilable o a su imposible integración social en la comunidad racial nacional. Hilberg explica, con una minuciosidad y una exhaustividad fascinantes, cómo en el proceso de destrucción de los judíos europeos concurrieron las prácticas y los saberes más depurados de las sociedades europeas, de qué forma participaron innumerables estratos de la población y de los grupos profesionales presentes en las mismas, y mediante qué mecanismos su coordinación fue articulada por un Estado abocado a la guerra global cuyo funcionamiento se hizo incontrolable para la propia sociedad que lo había instituido.
Título Original: The Destrucción of the European Jews
Traductor: Piña Aldao, Cristina
©2002, Hilberg, Raul
©2002, Ediciones Akal
Colección: Cuestiones de antagonismo, 33
ISBN: 9788446018094
Generado con: QualityEbook v0.87
Cuestiones de antagonismo
Director
Carlos Prieto del Campo
Diseño de cubierta
Sergio Ramírez
Título original
The Destrucción of the European Jews
Traducción de Cristina Piña Aldao
© Raul Hilberg, 2002 (edición revisada publicada por Yale University Press)
© Ediciones Akal, S. A., 2005 para lengua española
Sector Foresta, I
28760 Tres Cantos
Madrid — España T
el.: 918 061 996
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ISBN: 978-84-460-1809-4
Depósito legal: M-l 6.073-2005
Impreso en Lavel, S. A.
Humanes (Madrid)
Raul Hilberg es profesor emérito de Ciencias políticas de la Universidad de Vermont, en la que ha impartido cursos sobre relaciones internacionales, política exterior estadounidense e historia del Holocausto. Esta universidad creó en su honor un departamento de Estudios sobre el Holocausto para conmemorar los logros y el legado de su actividad investigadora. El profesor Hilberg fue miembro de la President’s Comission on the Holocaust instituida por el presidente Jimmy Carter y es miembro de la American Society of International Law y de la Jewish Studies Association. Entre sus libros pueden destacarse, además de este texto que representa el trabajo fruto de toda una vida de investigación, Perpetrators Victims Bystanders: The Jewish Catastrophe 1933-1945 (1992) y The Politics of Memory: The Journey of a Holocaust Historian (1996). Ha editado Documents of Destruction: Germany and Jewry, 1933-1945 (1971) y coeditado The Warsaw Diary of Adam Czerniakow: Prelude to Doom (1979).
Prefacio a la edición en castellano
P OCOS años después de la Segunda Guerra Mundial, empecé a preguntarme por qué la muerte de millones de judíos europeos en lugares de ametrallamiento y cámaras de gas llamaba tan poco la atención en Estados Unidos. Ni siquiera la comunidad judía estadounidense, que debido a la catástrofe se había convertido automáticamente en la mayor del mundo, manifestó mucho ultraje o desesperación. A cualquiera con el más mínimo conocimiento de lo que había pasado debe de habérsele ocurrido que la escala y la intensidad de la operación, aplicada por una burocracia alemana metódica y eficaz, carecían de precedentes. Los judíos residentes fuera del continente europeo debían tener claro que su pérdida sería permanente, nunca tendría remedio, nunca se borraría. La reacción fue, sin embargo, contenida.
Es cierto que en Washington la Guerra Fría que se impuso rápidamente ensombreció los descubrimientos de los campos de concentración hechos durante la liberación en 1945 y después de la misma. Las urgencias del nuevo conflicto entre el Este y el Oeste enmudecieron buena parte de lo que podría haberse dicho sobre el régimen nazi. Habían surgido nuevas necesidades, se habían trazado nuevos mapas, y forjado nuevas alianzas. Estaba claro, además, que la nueva Alemania debía desempeñar una función importante en esta transformación. Los judíos, a su vez, se enfrentaron a una crisis inmediata propia cuando el naciente Estado de Israel se vio amenazado. En esa atmósfera, la respuesta de la comunidad judía estadounidense en particular fue de dos tipos: alarma por Israel y abotargamiento respecto a la sombra de los judíos muertos en Europa.
Éste era el escenario cuando, a los veintidós años, decidí investigar y registrar la destrucción de los judíos europeos. Retrospectivamente, me doy cuenta de que probablemente no hubiera tomado esta decisión si hubiera sido algo más joven o algo más viejo. Había vivido durante un año bajo el régimen de Hitler en Viena, a los doce años, cuando apenas era suficientemente maduro como para observar el impacto de la presencia nazi sobre nuestra familia y nuestros amigos. Seis años después, estuve como soldado estadounidense en suelo alemán, destinado en una unidad que capturó Múnich, y conservaba en la memoria buena parte de lo que había visto allí. Aun así, no sabía qué iba a hacer. Sólo después de volver a la vida civil, estudiando ciencias políticas, me di cuenta de las masas de documentos alemanes que habían sido transportados a Estados Unidos y, después, de que estos materiales me permitirían recoger información detallada y elementos que me ayudaran a comprender. Específicamente, aprendería algo sobre la estructura administrativa y las funciones de los organismos alemanes implicados en las medidas contra los judíos. Si hubiera sido más viejo y más experimentado, quizá hubiese rehuido un proyecto que de hecho había subestimado enormemente. Pero en ese momento me sumergí en el trabajo creyendo que necesitaría cinco años para completar la tarea. Cuando alcancé ese límite inicial, estaba muy lejos de mi objetivo, pero había recopilado una enorme cantidad de materiales y me sentí impulsado a seguir.
Desde el comienzo, mis principales fuentes fueron los documentos alemanes. En Nuremberg, los ayudantes de los fiscales habían seleccionado la correspondencia que incriminaba a los altos funcionarios acusados de crímenes de guerra. Esta pila, que contenía copias de muchos miles de órdenes, cartas e informes, fue mi primer material de lectura. Después, en Washington, también busqué documentación y periódicos en la Biblioteca del Congreso, y en Nueva York encontré otra fuente de documentación indispensable, el YIVO Institute. Pero el espectáculo más impresionante lo hallé en el Federal Records Center de Alexandria, Virginia, donde las carpetas alemanas capturadas se almacenaban en cajas que ocupaban decenas de miles de metros de estantería. De pie en este cavernoso edificio, me di cuenta de que no podría leer todos estos papeles en toda mi vida. En Alexandria desarrollé el hábito de hurgar al azar en una colección. Descubrí que no todo se halla donde uno lo busca, pero que donde uno no ha buscado todavía se puede encontrar casi de todo. Esa es una de las razones que, una y otra vez, me movieron a extender mis exploraciones por todas partes.