Operación Caza del Gato
Hacia el final de ETA
Colección ibuku
© José Oneto
© 2013 Leer-e
Editado por Leer-e 2006 S.L
C/ Monasterio de Irache 74, Trasera. 31011 - Pamplona www.leer-e.es
ISBN: 978-84-9071-105-7
Debemos buscar el comienzo de todo…
ALEJO CARPENTIER
«Los gatos saben ocultar sus pasos, disimular sus designios, acechar las ocasiones, esperar, elegir y aprovechar el instante de ponerlos en práctica, retirarse luego para evitar el castigo, huir y permanecer ausentes hasta que se le vuelva a llamar.»
Buffon «Historia Natural»
PRÓLOGO
Hacia el final de ETA: de Inés del Río y de la Doctrina Parot
El primer contacto con ETA lo tuvo con apenas veinticuatro años: Inés del Río Prada, nacida en Tafalla (Navarra) el 2 de Septiembre de 1958, de profesión auxiliar administrativa, hija de Cristina y José María, de ojos grandes y vivarachos, boca grande, pelo negro, estatura pequeña, (de ahí que uno de sus alias fuera «Peque»), tuvo su primera entrevista con el histórico de la banda Juan Lorenzo Lasa «Txikierdi», en Octubre de 1982, cuando un matrimonio navarro, Fede y Loli, le dieron todos los datos de la primera cita, le ayudaron a pasar la frontera por Hendaya y le acompañaron hasta el encuentro que tenía con el entonces jefe, de los comandos armados de ETA.
Salió impresionada de la entrevista en la que, por primera vez, sintió la llamada a la lucha armada. Salió también ilusionada, con un sobre de 3.000 pesetas para alquilar un piso en Madrid y una contraseña que había memorizado para que pudiera reconocer a los terroristas que, ya en Madrid, le iban a transmitir nuevas instrucciones. La consigna era sencilla y no tenía ninguna complicación: «¿Eres amiga de Fede?» .
Esperó hasta que, pocos meses más tarde, después de otra entrevista con «Txikierdi», le mandaron que se escondiese, que permaneciese en estado durmiente y que esperase a que le volviesen a llamar para trasladarse a algún sitio aunque ella siempre pensó que sería Madrid, el primer sitio del que le hablaron.
Efectivamente, en septiembre de 1984, le dieron una cita para que contactase en la puerta del cine Callao, en plena Gran Vía madrileña. Una tarde, todavía de verano, portando un bolso negro con un pañuelo rojo anudado a uno de los bordes y acompañada del pistolero Esteban Nieto alias «Cromañón» se presentó ante su contacto, que le entregó un sobre con 400.000 pesetas y una lista de misiones y objetivos.
Sin ser todavía muy consciente de la situación, Inés del Río acababa de convertirse en la responsable de infraestructura del «Comando Madrid» de ETA: El comando más importante de la organización terrorista, el más sanguinario, el más temido por la policía, el que se convierte en una auténtica obsesión para el Gobierno, entonces del Partido Socialista, y al que dedican, Policía, Guardia Civil y servicios de información, durante meses y meses, la mayoría de sus esfuerzos.
En apenas dos años, la «Peque» participaría en una decena de atentados y, antes de cumplir los treinta, ya llevaba sobre sus espaldas la muerte de veinticuatro personas y el conocimiento de los principales pistoleros de la organización que, periódicamente, llegaban a Madrid para renovar un comando que cambiaba de cara, de escondite, y de integrantes, con frecuencia, adelantándose siempre a los pasos que daba la policía.
Durante esos dos años, participó en varias vigilancias que fueron utilizadas para perpetrar los atentados que causaron la muerte del vicealmirante Escrigas, el coronel Romero González, el teniente coronel Vesteiro, el comandante Sáenz de Ynestrillas y su soldado conductor, cinco miembros de la Guardia Civil en la calle Juan Bravo de Madrid y otros 14 agentes en la plaza de la República Dominicana.
Tuvo también un papel destacado en la preparación e información del atentado contra el presidente del Consejo General del Poder Judicial, Antonio Hernández Gil, el 8 de mayo de 1986, y en el ataque con granadas al Ministerio de Defensa, el 21 de julio de ese mismo año.
Detenida el 6 de julio de 1987 en Zaragoza, junto al también miembro de ETA Ángel Luis Hermosa, cuando dormían en el hotel Gran Vía de esta ciudad, se libró de ser apresada en la «Operación Caza del Gato», en la que cayó prácticamente todo el «Comando Madrid», meses antes de su captura en la ciudad aragonesa, donde se encontraba de paso hacia la Costa del Sol para iniciar la campaña de atentados de verano.
El 4 de mayo de 1989 fue condenada por la Audiencia Nacional a 58 años de cárcel por el atentado del 12 de julio de 1985, en el que murieron el coronel Vicente Romero, su chófer y, más tarde, un policía nacional al explotar el coche que habían utilizado para huir y que habían dejado en el aparcamiento subterráneo de la plaza Felipe II de Madrid.
El 8 de noviembre de 1989 fue de nuevo juzgada y condenada a 2.232 años de prisión por el atentado contra un convoy de la Guardia Civil en la plaza de la República Dominicana, en el que resultaron muertos 12 miembros de este cuerpo, el 14 de julio de 1986.
La pena total, a los cuatro miembros del «Comando Madrid», ascendió a 9.000 años, siendo la más alta impuesta por la Audiencia Nacional a terroristas españoles hasta esa fecha. Pocos días más tarde, el 29 de noviembre, fue condenada a otros 87 años de cárcel por el asesinato del comandante Sáenz de Ynestrillas, el teniente coronel Carlos Vesteiro y el soldado Francisco Casillas Martí, perpetrado el 17 de junio de 1986.
Junto con el resto de los integrantes del «Comando Madrid», el 18 de diciembre de 1990, fue condenada a total de 378 años de prisión por su participación en el atentado que costó la vida a cinco guardias civiles en 25 de abril de 1986.
El juicio por la muerte del vicealmirante Fausto Escrigas, perpetrado en julio de 1985, se inició en junio de 1989, pero fue suspendido en varias ocasiones, por diversos traslados y la retirada de sus defensores. Finalmente, el 27 de abril de 1995, fue condenada a una pena de 48 años de prisión como autora de la muerte del militar, así como por asesinato frustrado en la persona del conductor de éste.
El 11 de mayo de 2000, fue condenada por la Audiencia Nacional a una pena de 478 años de prisión por los delitos de atentado, asesinato consumado, diecisiete de asesinato frustrado y estragos, entre otros, por su participación en el atentado perpetrado el 8 de septiembre de 1985 en la plaza de la República Argentina de Madrid, contra un furgón de la Guardia Civil, en el que resultó muerto un ciudadano estadounidense y heridos 16 agentes del instituto armado.
Nadie podía imaginarse que esa mujer de aspecto frágil pero, según sus compañeros, de una seguridad implacable, fría y calculadora, que había conseguido escapar a la desarticulación del «Comando Madrid» en el momento clave, poco antes de que interviniesen en la zona de Ventas, de la capital española, los GEOS (Grupo Especial de Operaciones de la Policía Nacional), iba a marcar la historia del terrorismo en nuestro país, por una sentencia internacional, del Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo, al que recurrió cuando se le aplicó un principio de retroactividad de la llamada «Doctrina Parot». Según esa aplicación de pena, en vez de salir de prisión en julio del año 2008, salió casi cinco años y medio más tarde, en octubre de 2013, cuando estaba previsto que fuese puesta en libertad en 2017, según la doctrina del Tribunal Supremo, aplicada a Henry Parot, y convertida en norma a aplicar a los asesinos múltiples de la banda.
Gracias a eso, el martes día 22 de octubre de 2013, a las 16:25 de la tarde, con una sonrisa de oreja a oreja y envuelta en una ikurriña, salía de la prisión de Teixeira (La Coruña), Inés del Río Prada, alias