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Jean Verdon - Sombras y luces de la Edad Media

Aquí puedes leer online Jean Verdon - Sombras y luces de la Edad Media texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2005, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Jean Verdon Sombras y luces de la Edad Media
  • Libro:
    Sombras y luces de la Edad Media
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2005
  • Índice:
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Sombras y luces de la Edad Media: resumen, descripción y anotación

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Jean Verdon de manera contundente propone en su obra Sombras y luces de la Edad Media, publicada en 2005, analizar los aspectos negativos y positivos de la vida doméstica medieval: los oficios, artes, medicina, enfermedades, la vida de la mujer, la violencia, la iglesia, la vida rural y urbana. Presenta de manera explícita y puntual un compromiso crítico para enfrentar los argumentos peyorativos con los cuales algunos detractores de la Edad Media occidental han abordado estos temas. En efecto, su tesis central consiste en desmitificar el carácter oscuro atribuido historiográficamente a la Edad Media, así logra demostrar brillantemente la ambivalencia de un periodo que al igual que otros tuvo aspectos que desde la visión actual pueden considerarse buenos o malos, en sus propias palabras: «así como la montaña posee un lado umbrío y un lado soleado, esa época muestra algunos aspectos oscuros y otros dorados». Para Verdon, la Edad Media estuvo lejos de ser oscura e inhabitada, por medio de la documentación utilizada para soportar tal argumento, permite al lector eliminar la caricatura del ser crédulo que solamente vivía entre epidemias y guerras, utilizada como arquetipo del hombre de la época.

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Jean Verdon de manera contundente propone en su obra Sombras y luces de la Edad Media, publicada en 2005, analizar los aspectos negativos y positivos de la vida doméstica medieval: los oficios, artes, medicina, enfermedades, la vida de la mujer, la violencia, la iglesia, la vida rural y urbana. Presenta de manera explícita y puntual un compromiso crítico para enfrentar los argumentos peyorativos con los cuales algunos detractores de la Edad Media occidental han abordado estos temas. En efecto, su tesis central consiste en desmitificar el carácter oscuro atribuido historiográficamente a la Edad Media, así logra demostrar brillantemente la ambivalencia de un periodo que al igual que otros tuvo aspectos que desde la visión actual pueden considerarse buenos o malos, en sus propias palabras: «así como la montaña posee un lado umbrío y un lado soleado, esa época muestra algunos aspectos oscuros y otros dorados». Para Verdon, la Edad Media estuvo lejos de ser oscura e inhabitada, por medio de la documentación utilizada para soportar tal argumento, permite al lector eliminar la caricatura del ser crédulo que solamente vivía entre epidemias y guerras, utilizada como arquetipo del hombre de la época.

Prefacio

Nada le molesta más al medievalista que oír calificar de «medieval» a una situación retrógrada, a una manera de actuar reprensible. No cabe duda de que la Edad Media presenta muchos aspectos condenables. Pero así como la hoja de papel tiene un anverso y un reverso y la moneda tiene cara y cruz, o más exactamente, así como la montaña posee un lado umbrío y un lado soleado, esa época muestra algunos aspectos oscuros y otros dorados. Después de dedicarme durante cuatro décadas a este período, después de haber intentado familiarizar con él a los estudiantes durante más de treinta años, me pareció útil efectuar un balance de la situación y mostrar sus luces, sin ocultar sus tinieblas.

La tarea no es fácil. Pasemos por alto el hecho de que los prejuicios son tenaces. Y aunque algunos disparates tales como la existencia de una papila, los terrores del año 1000 o el derecho de pernada ya no son admitidos —aunque a veces…—, lo cierto es que la Edad Media se considera generalmente como una época en la que no se vivía bien, en la que los seres humanos sufrieron muchas desgracias. Es cierto que en muchas ciudades se organizan actualmente con éxito jornadas medievales, y que la representación de torneos atrae a mucho público y las comidas medievales están muy difundidas. Pero esas manifestaciones se quedan demasiado a menudo en la superficie de las cosas.

Un verdadero conocimiento implica la comprensión de una época cuyas mentalidades y sensibilidades, y las consecuentes maneras de actuar, eran muy diferentes de las nuestras. Espero que la lectura de estas páginas disipe la caricatura que con demasiada frecuencia suele hacerse de la Edad Media.

Introducción: Un término impropio

Sólo hacia el final del siglo XVII, el término «Edad Media» adquirió su sentido actual. En 1688, un redactor de manuales llamado Christophe Keller publicó un libro titulado Historia de la Edad Media desde el tiempo de Constantino el Grande hasta la toma de Constantinopla por los turcos. Los límites quedaron establecidos, aunque algunos autores siguieron discutiendo tonterías: el edicto del emperador Constantino en 313 que cristianizó al Imperio romano, o la destitución de Rómulo Augústulo en 476, que marcó el fin de ese Imperio en Occidente, la caída de Constantinopla en 1453 o el descubrimiento de América en 1492… Querellas ridículas, ya que no son las fechas que corresponden a hechos políticos, a veces más simbólicos que importantes, las que determinan un período. En su Ensayo sobre las costumbres, Voltaire escribió: «Lo que ustedes quieren es superar el desagrado que les produce la Historia moderna desde la caída del Imperio romano». Aquí aparece también con toda claridad el juicio despectivo hacia ese período. ¡Por algo la época que siguió se consideró un renacimiento!

La Edad Media no presenta una verdadera unidad. La cultura antigua no desapareció súbitamente en el siglo V, ni los Estados nacieron en el siglo XVI. Es cierto que, en el plano artístico, el Renacimiento representó un punto de inflexión en Francia, pero ya estaba presente en Italia. Observemos sin embargo que la Edad Media corresponde a la formación de una Europa conquistadora. En el plano geográfico, es evidente que la expresión sólo puede aplicarse realmente a la Europa occidental. A América, esta periodización no le concierne en absoluto.

Entonces, ¿qué habría que hacer? Mantener el término «Edad Media» porque es cómodo, pero no dejarse engañar por él.

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El marco

La sociedad medieval era una sociedad de campesinos. Los habitantes de las ciudades constituían una ínfima minoría de la población, especialmente durante la alta Edad Media. De modo que, para analizar el marco, empezaremos por caminar a través de los bosques que se extendían sobre vastas superficies.

Un bosque muy útil

Es probable que nuestro viaje se desarrolle con algunas dificultades. Durante la alta Edad Media, Aquitania constituía un conjunto arbolado, aun cuando la atravesaba el río Garona. El bosque continuaba en las regiones del Loire, y de tanto en tanto se veían explotaciones medianas entre vastos bosques y eriales. En la región parisina, los soberanos merovingios y carolingios disponían de grandes espacios boscosos para la caza. En 991, Richer, monje de Saint-Remi de Reims, se dirigía a Chartres. Tras un alto en el monasterio de Orbais, fue hacia Meaux. Pero, escribe, «cuando comenzamos a caminar con mis dos compañeros por los sinuosos senderos de los bosques, nos ocurrieron muchas desgracias, porque nos equivocamos de camino en los cruces, y nos desviamos seis leguas».

Al norte y al este del Sena, el bosque se espesaba tanto que formaba una verdadera frontera. Nos internamos en el antiguo macizo herciniano que se extiende desde los macizos renanos hasta Bohemia. Al relatar en el siglo XI la lucha entre Enrique IV y los sajones, el benedictino Lambert de Hersfeld menciona al pasar la gran selva primitiva que cubría todavía en esa época amplias zonas de Germania. En la cima de una colina a la que sólo se podía llegar por un camino escarpado, se alzaba el castillo en el que residía Enrique. Las laderas de la montaña estaban «hundidas en la sombra de un inmenso bosque desplegado sobre miles y miles de pasos, inmenso y continuo». De ese modo, el soberano pudo escapar con algunos compañeros. Durante tres días, caminaron «en ese bosque inmenso, siguiendo un camino angosto y poco conocido que había descubierto su guía, un cazador que, gracias a su práctica de la caza, era capaz de orientarse en el secreto de los bosques».

Los textos literarios presentan al bosque del siglo XII como un lugar por el que se circulaba con mucha dificultad. Los Caballeros de la Mesa Redonda iban allí a buscar aventuras. «El azar me llevó hasta la mitad de un bosque espeso, donde los caminos, obstruidos por las zarzas y las espinas, encerraban múltiples peligros», relata Calogrenant. «No sin complicaciones y daños, logré seguir un sendero. Cabalgué por él durante casi un día entero, hasta que terminé por salir del bosque». En pleno siglo XV, también el duque de Borgoña Felipe el Bueno tuvo que enfrentar un contratiempo de esta naturaleza. Había concertado una cita nocturna con algunos amigos nobles, y salió en secreto de Bruselas. Partió al azar, creyendo que encontraría fácilmente su camino, pero lo sorprendió la noche y ya no podía regresar a su palacio. «Entró en un bosque espeso, largo y ancho, del que no conocía ni la entrada ni la salida», escribe el cronista Chastellain. Deambuló así durante varias horas. De pronto, divisó una casita, pero su ocupante tardó en contestar a pesar de sus violentos golpes a la puerta, porque creía que se trataba de un bandido o de alguna persona de mala vida. Finalmente, el hombre le indicó al duque el camino correcto.

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