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Pascual Enguidanos Usach - (Aznar 48) La Rebelión De Los Robots

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Pascual Enguidanos Usach (Aznar 48) La Rebelión De Los Robots

(Aznar 48) La Rebelión De Los Robots: resumen, descripción y anotación

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La novela tiene lugar un año después de la llegada de Valera a Atolón, y describe los intentos del Almirante Mayor valerano por reconquistar el circumplaneta disputándoselo a los ghuros y a las mantis, poniendo para ello en marcha la formidable maquinaria de guerra del autoplaneta. Sin embargo, el escaso número de valeranos (poco más de veinte millones) y la nula voluntad de éstos por embarcarse en una larga y penosa guerra no facilitan precisamente las cosas.

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La novela tiene lugar un año después de la llegada de Valera a Atolón, y describe los intentos del Almirante Mayor valerano por reconquistar el circumplaneta disputándoselo a los ghuros y a las mantis, poniendo para ello en marcha la formidable maquinaria de guerra del autoplaneta. Sin embargo, el escaso número de valeranos (poco más de veinte millones) y la nula voluntad de éstos por embarcarse en una larga y penosa guerra no facilitan precisamente las cosas.

Pascual Enguídanos Usach
La Rebelión de los Robots
CAPITULO I.
Detrás de los cristales de sus gafas ahumadas, Miguel Ángel Aznar contempló a la bañista que salía de la piscina. El agua escurría formando pequeños regueros por la bronceada piel del hermoso cuerpo femenino, apenas cubierto por un bañador de dos piezas.
"Ha engordado", —se dijo Miguel Ángel calibrando el grosor de los muslos y los globos de los senos que desbordaban el diminuto ceñidor.
El sol artificial de "Valera" brillaba en el cénit, de donde jamás se movía, y a pesar de lo temprano de la hora se dejaba sentir el calor. Aquella gigantesca lámpara, suspendida en el espacio a mil quinientos kilómetros de altura de cualquier punto del interior del planetillo, solía alcanzar su máxima potencia al mediodía, para ir decreciendo en fuerza hacia las últimas horas de la tarde.
Alrededor de la piscina las adelfas abrían sus bellas flores, y los sauces llorones descolgaban lánguidamente sus ramas hasta el agua transparente y quieta. Ni un soplo de brisa movía las hojas, y a la atmósfera en calma venía a sumarse un silencio profundo, que casi hacia daño en los oídos.
Banda se acercó al lugar donde el joven Almirante estaba indolentemente echado sobre una hamaca, bajo una gran sombrilla de playa, el musculoso torso desnudo, como un fauno velludo al acecho de una linda y descuidada ninfa.
—Ni siquiera te has mojado los pies. ¿No te da vergüenza, perezoso? —dijo Banda tomando la toalla del respaldo de una silla.
—¡Pero si todavía debería estar en la cama, mujer! Son las seis de la mañana y el agua está muy fría. Todos nuestros vecinos siguen roncando. ¡Las seis de la mañana! Esa no es hora de obligar a un cristiano a levantarse.
—Recuerda que fue idea tuya el venir a bañarnos tan temprano.
—Eso es verdad. A ti te gustaba más venir al mediodía y coquetear con Villar, con Azcoaga y toda esa pandilla de jóvenes y aprovechados amigos.
Banda hizo un mohín de disgusto. Tenía dieciocho o diecinueve años y era alta, esbelta y tenía un cuerpo espléndido. La larga cabellera rubia le llegaba hasta la cintura. En su lindo rostro, los rasgados y azules ojos destacaban sobre el bronceado de la suave piel.
Banda se había convertido en un auténtico problema para el Almirante. Durante un año ella había satisfecho plenamente las apetencias sexuales de Miguel Ángel, pero sus relaciones estaban entrando en aquella zona conflictiva donde la atracción física empezaba a acusar los efectos del cansancio. No estaban casados, y el Almirante estaba cada día más lejos de la idea de hacerla su esposa.
—Estás celoso —dijo Banda clavando en él sus grandes y luminosos ojos —. ¿Por qué? Sabes que te amo.
—Me amas, y te gustan también esos otros muchachos que te rondan.
—¡Pero a tí también te gustan otras mujeres, además de gustarte yo! ¿Qué hay de malo en eso? Yo no me siento ofendida porque mires a otras chicas. Son bonitas y te agrada mirarlas. También a mí me gusta mirar a los hombres guapos. ¡Y hay muchos hombres apuestos en "Valera"!
—Sí, demasiados.
—También las mujeres son muy bonitas, aunque a mí me gustan menos que los hombres.
—Supongo que es como debe ser —dijo el Almirante irónico.
—No te comprendo —dijo la muchacha sentándose en una silla para calzarse las zapatillas —. ¿Por qué es lícito que a ti te gusten las mujeres, y no lo es el que a mí me agraden los hombres? ¿Cuál es la diferencia?
Miguel Ángel Aznar no contestó. Ya habían discutido otras veces sobre el particular sin lograr ponerse de acuerdo. En ellos chocaban dos mundos distintos, dos concepciones dispares de la moral. Para Banda el pecado grave no consistía en desear una cosa, sino en negar que lo estuviera deseando. En la sociedad valerana, por el contrario, hombres y mujeres disimulaban sus sentimientos, y levantaban entre sus pensamientos y el mundo exterior un muro de falsedades e hipocresías.
En el mundo del cual procedía Banda, la sinceridad era la base de las relaciones humanas. Banda era una Tapo, y los Tapos poseían facultades parapsicológicas a la altura de las que habían desarrollado los bartpuranos en su tiempo.
Los Tapos eran los últimos descendientes de la raza terrícola en el circumplaneta Atolón.
Sin duda, uno de los hechos más trascendentales en la historia de los viajes del autoplaneta "Valera", fue el descubrimiento del gigantesco Atolón. En este hiperplaneta los valeranos rescataron a los últimos supervivientes de una raza antiquísima, los bartpuranos, de los cuales recibieron los beneficios de la portentosa máquina "Karendón". Los valeranos establecieron una colonia en Atolón. Veinte años después esta colonia se había desarrollado prodigiosamente hasta convertirse en un estado, al que se llamó Nueva Hispania en recuerdo de la lejana patria. Entonces el Almirante Aznar promovió una campaña para reconquistar la Tierra, perdida desde hacía milenios a manos de los "sadritas".
Equipado con los últimos adelantos científicos, el autoplaneta partió al mando del Almirante Aznar, viajó a la Tierra y aplastó a los "sadritas". Pero su regreso a Atolón se demoró en una tentativa por atravesar el hiperespacio, zona misteriosa y desconocida por la que "Valera" iba a internarse por primera vez.
Cruzando el hiperespacio los valeranos llegaron hasta un remoto planeta llamado Uhlan. Desde Uhlan, cruzando de nuevo el hiperespacio, "Valera" hizo una breve incursión en el antiuniverso.
Los valeranos habían perdido toda noción del tiempo realmente transcurrido cuando, después de volar de regreso por el hiperespacio, llegaron finalmente a Atolón.
Calculaban en doscientos o quizá trescientos mil años el tiempo transcurrido desde su partida, y esperaban hallar en Atolón una civilización enormemente evolucionada con respecto a la suya propia. Sin embargo quedaron perplejos cuando, al aproximarse al circumplaneta, no hallaron respuesta a sus jubilosas llamadas por radio. La razón era muy sencilla. No habían pasado cien ni doscientos mil años desde su partida, sino ¡un millón de años!
La brillante civilización no existía. Atolón estaba habitado por una extraña raza de criaturas extra-galácticas, los Ghuros. Y toda la raza terrícola estaba representada por unas cuantas tribus semi-salvajes, los Tapos, de la cual era una representante la bella Banda.
Cuando los valeranos descubrieron Atolón por primera vez, el circumplaneta estaba dominado por una especie de insectos gigantescos, las Mantis, que desarrollaban una curiosa civilización de tipo feudal, a un nivel tecnológico semejante al de la Tierra en la primera mitad del siglo XX. Las Mantis fueron diezmadas por los valeranos al conquistar el circumplaneta, pero todavía habitaban en Atolón al regreso de los valeranos.
Feroces, astutas, perfectamente adaptadas al medio y con una extraordinaria capacidad para reproducirse en aquel mundo tropical que era el circumplaneta, las Mantis habían sobrevivido a las continuas persecuciones de que fueron víctimas.
Posiblemente, como ya había ocurrido antes con los bartpuranos, debió llegar un momento en que los terrícolas de Nueva Hispania, compadecidos de las Mantis, dejarían de perseguirlas. Las Mantis, al fin y al cabo, eran seres inteligentes y tenían sentimientos. Los viejos bartpuranos las respetaban atribuyéndoles categoría de seres humanos. Fue un error. Las Mantis, que no participaban de los mismos sentimientos piadosos que los bartpuranos, acabaron devorando a éstos. ¿Se repitió la historia y acabaron las Mantis destruyendo la avanzada civilización terrícola de Atolón?
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