José Amedo Fouce - Cal viva

Cuando se cumplen treinta años de la decisión del gobierno de Felipe González de luchar contra ETA con sus propias armas, Cal viva es el relato más visceral, descarnado y directo que nunca se había escrito de los crímenes de los GAL, a través del testimonio en primera persona de uno de sus protagonistas indiscutibles.

José Amedo revela por fin los detalles más minuciosos, hasta ahora desconocidos: cómo se urdió el asesinato de Santiago Brouard en el hotel Ercilla de Bilbao durante el duelo por el senador del PSOE Enrique Casas, la colaboración de la policía francesa para acabar con el santuario de la banda en el sur de Francia o la conspiración que trenzó Baltasar Garzón para vengarse del ninguneo que padeció durante su etapa en la política.

Pero no solo eso. En este libro, el exsubcomisario identifica con nombre y apellidos quién ordenó, quién planeó y quién ejecutó cada atentado, y desnuda el alma de la guerra sucia respondiendo, entre otros, los siguientes interrogantes:

· ¿Cómo pensaban los mercenarios y sus superiores?

· ¿Cómo se relacionaban?

· ¿Cuáles eran sus inquietudes?

· ¿Cuáles sus pasiones?

José Amedo Fouce

Cal viva

Un relato estremecedor: la verdad definitiva desde las entrañas de los GAL.

Título original: Cal viva

José Amedo Fouce, 2013

Han pasado treinta años desde que los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) comenzaron a actuar de forma oficial (en octubre de 1983): secuestro, tortura, asesinato y enterramiento en cal viva de los presuntos militantes etarras José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. Y dieciséis desde que el maestro de periodistas y escritor Manuel Vázquez Montalbán escribiera «Viaje a la cheka democrática», prólogo del libro El origen del GAL , que publiqué en 1997 con mi exsocio Manuel Cerdán.

Después de tanto tiempo y tantos años, el caso GAL no está cerrado. Aún quedan varias e importantes incógnitas: el asesinato en 1984 de Santiago Brouard, pediatra y dirigente de Herri Batasuna; el atentado mortal en 1987 contra Juan Carlos García Goena, ciudadano sin relación con ETA y que únicamente se negó a hacer la mili y se refugió en Francia; dirigentes políticos que tuvieron una actuación directa con el grupo terrorista y que todavía siguen en el anonimato; quiénes eran las mujeres mercenarias que integraron un comando operativo y cuántos policías franceses colaboraron con los GAL y cuánto cobraron del gobierno que presidía el socialista Felipe González.

El prólogo que escribió en 1997 el maestro Vázquez Montalbán, especialista en novela negra con su detective Carvalho (curiosamente el mismo nombre de uno de los mercenarios portugueses que actuó para los GAL), sigue vigente en 2013: «El caso GAL plantea la existencia de una amplia correlación de complicidades que van desde los restos de fuerzas parapoliciales heredados del régimen franquista hasta supuestos demócratas psicópatas de la razón de Estado que justifican la violación de los derechos humanos en nombre de razones superiores no demostrables».

Vázquez Montalbán profundizaba en su prólogo e indicaba que «después de los progenitores y agentes de los GAL, Rubio y Cerdán son los que mejor saben en qué consistió y en qué consiste». También recordaba: «Hablo en presente porque el caso de los GAL gravita sobre la democracia española y no dejará de hacerlo hasta que se ultimen los encausamientos y procesamientos».

Y sentenciaba el referente de la izquierda española y progenitor de revistas como Triunfo y Por Favor y autor de una obra de referencia periodística y académica como «Informe sobre la información»: «No se trata de un libro basado en materiales ajenos, sino fruto de la experiencia directa, y por eso los autores tratan de aportar la veracidad de la información situada en el lugar, tratando de recoger no solo la situación y las palabras, sino también la gestualidad y los silencios como elementos lingüísticos ratificadores».

Esos tres apuntes de uno de mis referentes periodísticos, Vázquez Montalbán, se pueden aplicar y utilizar, plenamente, en el libro que tenemos en las manos, Cal viva , y en su autor el exsubcomisario de Policía José Amedo.

El exsubcomisario fue el «capataz» del GAL Azul, el de la Policía, y ahora, después de que fuera condenado a ciento ocho años de cárcel por su participación en ese grupo parapolicial, «tira de la manta» y cuenta en primera persona «su experiencia personal y directa» e intenta, con sus nuevas revelaciones, el «encausamiento y procesamiento» de los autores materiales e intelectuales de los casos, atentados y asesinatos que aún están por descubrir.

Hay que recordar que no hubo un solo GAL. En realidad los Grupos Antiterroristas de Liberación fueron tres. El GAL Azul de la Policía; el Verde que estaba formado principalmente por guardias civiles del cuartel de Intxaurrondo de San Sebastián y que estuvo dirigido por el entonces comandante Rodríguez Galindo (que en el año 2000 fue ascendido a general y recibió su fajín de las manos del entonces ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch); y el Marrón, que correspondía y estaba ubicado en el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El balance mortal de aquellos tres GAL fue de veintiocho víctimas; para algunas de ellas siguen sin desvelarse sus autores materiales. El daño económico es de miles de millones de pesetas.

Con Amedo o por Amedo he hecho miles de kilómetros en España y en el extranjero. Primero lo investigué como precursor de los GAL, después lo seguí como contratador de mercenarios, más tarde me entrevisté con él en la cárcel de Guadalajara (cuando el juez Baltasar Garzón lo detuvo y mandó a prisión), iniciamos un conocimiento y en alguna ocasión he estado junto a él en momentos en los que intentó pasar página de manera abrupta.

Allí, en prisión y acompañado de su segundo, el inspector Michel Domínguez, llegó a calificar a Baltasar Garzón de «un buen juez, lo respeto y con el tiempo será mejor juez». De los exministros del Interior José Barrionuevo y José Luis Corcuera dijo que el primero era «uno de los mejores ministros del Interior» y del segundo resaltó su «eficacia en la lucha contra ETA». De otros protagonistas o actores principales de los GAL, como el general Rodríguez Galindo, el coronel Rafael Masa y el agente Francisco Paesa hizo diferentes valoraciones: «Galindo es un gran profesional». «A Masa no lo conozco y no quiero saber nada y de Paesa solo puedo decir que no lo he conocido personalmente».

Antes de abandonar la prisión y hacerle las últimas fotos, recuerdo y compruebo en mi hemeroteca personal que estaba con un collarín por un accidente que había sufrido. Le pregunté: «Cuándo salga de la cárcel, ¿no piensa decir nada a nadie?». Su respuesta, aquel 20 de febrero de 1992, fue: «Pasa el tiempo y todo se olvida y lo que no puedes hacer es estar todo el día dándole vueltas a la cabeza. Cuando salga de la cárcel no pienso tomar ninguna medida contra nadie».

Hoy, veintiún años después de aquellas manifestaciones, Amedo ha recordado las palabras que Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, me dijo en el hotel Marignan de París y publicamos en El Mundo el 3 de mayo de 1992: «No me van a engañar como a Amedo; si voy a la cárcel, no iré yo solo». Roldán se encontraba huido de la justicia, con la bolsa bien llena, y era buscado por medio mundo por la Policía, la Guardia Civil y los servicios secretos.

Pepe , el que fuera capataz de los GAL, está solo, engañado, y su excompañero Michel Domínguez se encuentra en la cárcel acusado de tráfico de estupefacientes. La situación vivida en los últimos años y la sensación de abandono que ha experimentado han servido para que Amedo fuera recuperando la memoria. Su memoria. Y ahora coloca a cada uno en su sitio. Los trapos sucios de jueces, fiscales, periodistas, policías, políticos, abogados, mercenarios y otra gente de alta y baja ralea aparecen perfectamente retratados. Cuenta cosas nuevas, muy interesantes y esclarecedoras.