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Leonardo Moledo - Curiosidades del planeta Tierra

Aquí puedes leer online Leonardo Moledo - Curiosidades del planeta Tierra texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1997, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Leonardo Moledo Curiosidades del planeta Tierra
  • Libro:
    Curiosidades del planeta Tierra
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1997
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Curiosidades del planeta Tierra: resumen, descripción y anotación

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AGRADECIMIENTOS

Los agradecimientos oscilan siempre un poco entre lo formal y lo íntimo; sea; hay gente presente en este libro que no he de dejar de nombrar: Máximo Rudelli, de cuya biblioteca y conocimientos abusé sin moderación; Paula Viale, con quien fue planeado, discutido y revisado; Heber Cardoso, que leyó y comentó el manuscrito; Susana Berestovoy, que con sus sutiles, precisas —y felizmente siempre locuaces— observaciones, me permitió encontrar la idea que cerrara el texto, en charlas combinadas con el teorema de Gödel y el análisis no estándar.

Para Carlos Carabelli, que buscó datos, sugirió temas, aportó ideas y frases, y corrigió todo, no hay palabras suficientes: a él le pertenece una buena parte de lo que aquí hay, y… pero, como diría Susana Berestovoy: si no hay palabras, ¿para qué ponerlas?

I
Un mundo flota en la Nada

Un disco plano, flotando en la nada del universo.

Un disco plano, flotando en la Nada.

Flotando en la Nada.

Flotando en lo desconocido.

Un mundo flotando en la Nada.


La Tierra es un disco plano que flota en el Océano inmenso y primordial: su diámetro es el que pueden alcanzar los brazos de los más grandes entre los Atlantes, y un hombre podría, a buen paso, atravesarla en un período de nueve a doce semanas.

Falsa Geographica, de Apeles de Siracusa, siglo IX


La Tierra está sostenida por columnas de capiteles exquisitos, que parecen cincelados por dioses; las columnas se apoyan en el caparazón de una tortuga, es ésta de jade y gigante, y nadie puede pronunciar su Nombre; la Tortuga nada sobre el mar de la Tranquilidad, que a ningún mortal le será dado ver ni tocar.

El libro de los Quinientos

II
Países imaginarios

Jorge Luis Borges inventó una región inexistente, Uqbar, y luego un planeta: Tlönn. Ursula K. Le Guin creó el Ducado de Orsinia, ubicado en el centro de Europa y trazado, en líneas generales, sobre el Imperio Austrohúngaro: algo alemán, algo eslavo, algo balcánico y algo italiano. En una de sus ciudades, Fontenoy, transcurre uno de los más bellos cuentos que se puedan imaginar: An die Musik. Lewis Carroll inventó el País de las Maravillas, que tanto te gusta, Lucía, y el País detrás del Espejo; John R. R. Tolkien dibujó, para su Señor de los Anillos, una geografía completa; James Matthew Barre, el autor de Peter Pan, nos dio el País de Nunca Jamás.

¿Y quién no soñó alguna vez con un país inexistente, con un país imaginario?

Los amantes de la literalidad y los fanáticos de la televisión se empeñan en buscar la exacta ubicación de países inexistentes y reducirlos a meros lugares geográficos, al alcance de autopistas, shoppings y documentales de la National Geographic. ¿Qué quedaría del País de las Maravillas si la Reina de Corazones decidiera entrar a un McDonald’s y convidar a Alicia con una hamburguesa? Lo mejor que tienen los países imaginarios es esa exquisita —y difícil— capacidad de no existir.

JEAN BURNOIT, 1979


—El Reino del Preste Juan es un problema estrictamente personal —dijo el viajero; se había filtrado fugazmente entre bambalinas; se encaminaba, ostensiblemente, hacia el claro de un bosque.

¿Quién es este viajero que se encamina a un claro del bosque?

Pronto sabremos.

III
El mundo subterráneo

Yo sabía bien que, según las teorías más aceptadas, la corteza mineral del globo jamás está en un estado de reposo absoluto; las modificaciones aportadas por la descomposición de las materias internas, la agitación procedente de las grandes corrientes líquidas, la acción del magnetismo, tienden a sacudirla incesantemente, aunque los seres diseminados en su superficie no sospechen siquiera su agitación.

JULIO VERNE, Viaje al centro de la tierra


—Grandes son los misterios del mundo subterráneo —dijo Adso de Reims—, brotan de la tierra vapores húmedos y calientes, y se arrastra allí el basilisco, que puebla de terror mis noches, dibujando el mensaje de Satán.

—Y sin embargo —contestó el viajero—, nada de lo que imaginas es comparable a lo que sucede allí abajo, y ni el basilisco ni el más brutal de los demonios tienen siquiera una parte mínima de las fuerzas que bajo nuestros pies trabajan y se mueven.

IV
El Paraíso perdido

En el claro de un bosque, me encontré con un viajero vestido con ropas que nunca había visto yo antes, y me leyó las páginas de un libro que hablaba de los volcanes y los terremotos, del continente del Sur, de los reactores nucleares, y de cosas del pasado y del futuro como si estuvieran delante nuestro.

ADSO DE REIMS, Viajes, C. 1285

V
Un claro en el bosque: el tiempo y el espacio

Atención, Lucía: hay un claro en el bosque, que no figura en los prolijos mapas de hoy, pero sí en mapas dibujados en otros tiempos y lugares, o en los sueños que a veces nos acosan y en la Falsa Geographica de Apeles de Siracusa; un claro en el bosque al que nos hemos ido aproximando sin saberlo; paso a paso; golpe a golpe; verso a verso. Encontraremos allí a dos personajes que ya intervinieron subrepticiamente en este libro y, quizás, a otros que intervendrán más tarde.

Hay algo raro en este lugar.

VI
Un soplo de vida

—Un soplo de vida… —dijo Adso—. Siempre me ha intrigado el misterio de lo vivo, tan por encima de la materia inerte. ¿Qué me dirás ahora?

—Curiosidades del planeta Tierra —dijo el viajero—, rocas y montañas, placas tectónicas y ferrocarriles que unifican el tiempo. Y ahora, un soplo de vida, la vida, probablemente lo más curioso que ocurre en este mundo.

VII
El futuro de la Tierra

—El futuro de la Tierra —dijo Adso—. ¿Qué puede pasar? El Sol saldrá por oriente y se pondrá en el oeste como siempre, el rico habitará su castillo, el monje su monasterio y el campesino arará la tierra de sol a sol. ¿Qué puede pasar que no haya pasado ya?

—Leyendo te enterarás —contestó el viajero.

Somos sólo una luz, sólo un chispazo,

un instante, apenas un segundo,

en la historia, tan vieja como el mundo,

de la vida creciendo paso a paso.

Tus pirámides, tus guerras, tu vestido,

el dolor que te acosa, la alegría

de una noche brillante, el alba, el día,

apenas han llegado y ya se han ido.

Detrás de tu barrio y de tu gente

hay especies, hay rocas: el cimiento

lejano, de un planeta en movimiento.

Y así, si te detienes un momento

oirás en la alta noche, débilmente,

al tiempo que gotea, intermitente.

EPÍLOGO

Y bueno. Ya estoy escribiendo las últimas líneas de este libro que es mi regalo de cumpleaños, y lo hago con alegría y tristeza. Alegría porque pude terminarlo a tiempo, Lucía, para que lo tengas el ocho de octubre y tristeza porque termina este diálogo personal. Hay hitos y ritos en la vida, como los hay en la historia de la humanidad, en general relacionados con ciertos números: cumplir quince años es uno de ellos.

Si es verdad que viajamos en el tiempo, como en un tren, hay estaciones importantes, que se esperan con especial cariño y que se abandonan con especial tristeza. Éste es el caso.

Ahora son las cuatro de la mañana y estoy escribiendo esto en un café, en Billinghurst y Corrientes, que está abierto durante toda la noche; alrededor hay gente que conversa… retazos de vidas que se cruzan una vez y quizá no volverán a cruzarse, como no volverán a cruzarse el viajero y Adso de Reims…, gente del planeta Tierra, del cual hablamos a lo largo de estas páginas; de su historia y de su nacimiento, de sus profundidades, donde brilla la roca fundida y late el metal caliente, de las ideas, mitos, teorías que se tejieron sobre él; de cuando se pensaba que era un disco plano, o de cuando se pensaba que alguna vez había estado cubierto por un inmenso océano que se retiraba lentamente, o de cómo se descubrió el mecanismo que permitió a la vida surgir, dar sus primeros pasos y emprender la aventura de la evolución.

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