Annotation
Vida de Charlotte Brontë se publicó en 1857, dos años después de la muerte de Charlotte, escrita por Elizabeth Gaskell, buena amiga de la autora, a instancias del propio padre de la novelista.
Se trata de una vida trágica, comparable a cualquiera de sus novelas; huérfana de madre desde muy joven, Charlotte tuvo que cultivar la imaginación para escapar de una vida llena de privaciones.
ELIZABETH GASKELL
Vida de Charlotte Brontë
Traducción de Angela Pérez
Alba
Sinopsis
Vida de Charlotte Brontë se publicó en 1857, dos años después de la muerte de Charlotte, escrita por Elizabeth Gaskell, buena amiga de la autora, a instancias del propio padre de la novelista.
Se trata de una vida trágica, comparable a cualquiera de sus novelas; huérfana de madre desde muy joven, Charlotte tuvo que cultivar la imaginación para escapar de una vida llena de privaciones.
Título Original: The Life of Charlotte Brontë
Traductor: Pérez, Angela
©1857, Gaskell, Elizabeth
©2001, Alba
ISBN: 9788484289401
Generado con: QualityEbook v0.72
INTRODUCCIÓN
La Vida de Charlotte Brontë se considera no sólo una de las mejores biografías escritas en inglés sino también una de las mejores obras de la escritora Elizabeth Gaskell, cuyas novelas y relatos le han proporcionado un gran prestigio literario. Cuando el padre de Charlotte Brontë pidió en 1855 a la señora Gaskell que escribiera y publicara una historia de la vida y de las obras de su hija, «breve o larga, como usted juzgue más conveniente y apropiado», la escritora ya había publicado tres novelas largas, acogidas con grandes elogios, aunque no siempre con aprobación. También había publicado una amplia serie de artículos y cuentos, entre los que si bien Cranford es el más memorable, es sólo un ejemplo y especialmente popular. La Vida de Charlotte Brontë marcaría un hito en la carrera literaria de su autora. Las tres novelas que ya había publicado (Mary Barton, 1848; Ruth, 1853 y Norte y Sur, 1855) se centraban en temas sociales y habían provocado tanta polémica como admiración. La biografía de Charlotte Brontë, lejos de aplacar esas tensiones, involucró a la autora en tanta controversia que seguramente volvió al género novelesco con verdadero alivio. En realidad, ninguna de las obras posteriores de Elizabeth Gaskell, en las que vuelve a los ambientes provincianos o históricos, como en el caso de Los amantes de Silvia, le supondría la tensión mental y emocional que debía parecerle consecuencia inevitable de la creación literaria.
Charlote Brontë murió el último día de marzo de 1855. Llevaba entonces casada casi nueve meses con el reverendo Arthur Bell Nicholls, coadjutor de su padre. Su muerte se debió sin duda a la combinación de la misma afección tuberculosa que había acabado con la vida de su hermano y de sus dos hermanas en nueve meses (1848-1849), y del embarazo confirmado, que habría sido desastrosa en cualquier mujer de treinta y nueve años y de constitución física tan frágil como la suya. La muerte de Charlotte tuvo consecuencias inevitables para los dos últimos miembros del círculo familiar: su padre, el indómito Patrick, que contaba entonces setenta y ocho años, y su esposo, el coadjutor por quien Patrick había demostrado como mucho una vaga consideración. En cierto sentido no hay nada más penosamente irónico en toda la historia de la familia Brontë que el hecho de que Patrick se viera confinado en la rectoría sus últimos seis años como vicario titular de Haworth con el viudo de su hija, por quien nunca llegó a sentir afecto, pero cuyo sentido del deber le obligó a ocuparse del anciano hasta el final de su larga y trágica existencia.
La muerte de Charlotte produjo un sentimiento de pérdida igualmente profundo en el mundo literario. Su fama se basaba en la publicación de tres novelas importantes, Jane Eyre (1847), Shirley (1849) y Villette (1853); y, a un nivel más prosaico, resultó acrecentada por la curiosidad que despertaba una autora cuya vida privada había transcurrido oculta por un seudónimo en un remoto pueblo del condado de York, aunque con transparencia creciente. Las visitas ocasionales que Charlotte había hecho a Londres y que la señora Gaskell relata en la biografía tuvieron que resultar todo un acontecimiento precisamente por su afán casi paranoico de pasar inadvertida, y por ello fue inevitable que a su muerte siguiera una serie de notas necrológicas cuya precisión y gusto fueron reemplazados en buena medida por especulaciones. En estas circunstancias, Patrick Brontë, a instancias de Ellen Nussey, la mejor y más antigua amiga de Charlotte, pidió a la señora Gaskell que escribiera y publicara la que vendría a ser una biografía oficial.
Elizabeth Gaskell era sin duda la candidata idónea para el cometido. Había conocido a Charlotte en la residencia ribereña de sir James y lady Kay Shuttleworth en agosto de 1850. Ambas novelistas mantuvieron correspondencia a raíz de aquel primer encuentro y, lo que quizá sea más significativo si tenemos en cuenta la ansiedad que le causaba a Charlotte tanto hacer como recibir visitas, ambas visitaron sus respectivos hogares. Charlotte fue tres veces a Plymouth Grove, el hogar de la señora Gaskell en Manchester; y en 1853 la señora Gaskell recibió una invitación a Haworth, donde conoció a Patrick Brontë, a quien agradó, y que a su vez, como nos cuenta en la biografía, la impresionó a ella claramente y en modo alguno de forma negativa. Si bien por ambas partes las visitas fueron escasas, el simple hecho de que se produjeran, teniendo en cuenta la vacilación de Charlotte acerca de las relaciones sociales, demuestra la simpatía recíproca que sentían ambas novelistas. El alcance de los sentimientos de Charlotte hacia Elizabeth puede medirse por la admiración declarada por su obra, en concreto por Ruth, y por el afecto menos solemne pero no menos significativo que demostró por las hijas de la señora Gaskell. Pues el hecho de que Charlotte venciera su antipatía innata hacia los niños en este caso era prueba inequívoca de su cariño. Parece que la señora Gaskell no pudo corresponder de igual modo a los elogios literarios de su amiga. Aparte de la minuciosa descripción de la génesis de Jane Eyre, cuyo reconocimiento público como obra maestra parece aceptar la autora de la Vida de forma un tanto automática, y de la descripción de las dificultades que afrontaron las hermanas Brontë en sus primeros intentos de publicar sus escritos, los comentarios que hace en la biografía sobre las novelas bronteanas se limitan en general a relacionarlas con circunstancias e incidentes concretos de la vida de las autoras, o a registrar las reacciones de las reseñas críticas. Los comentarios suelen ser generales, y así, por ejemplo, en el capítulo II del volumen II, dedica sólo una página a «Currer Bell» y vuelve a «Charlotte Brontë» después de esta observación:
A partir de entonces, la existencia de Charlotte Brontë se divide en dos corrientes paralelas: su vida como «Currer Bell», la autora; y su vida como «Charlotte Brontë», la mujer.
Y en esa misma página concluye el análisis de las novelas bronteanas con esta nota especulativa:
Tal vez hubiese sido preferible que hubieran descrito sólo a personas buenas y agradables, que hacen sólo cosas buenas y agradables (en cuyo caso podrían no haber escrito nunca). Sólo diré que jamás, en mi opinión, mujeres tan asombrosamente dotadas ejercitaron sus talentos con más pleno sentido de la responsabilidad. En cuanto a los errores, se hallan ahora (como autoras y como mujeres) ante el trono de Dios. (Véase p. 373.)
Hay un pasaje igualmente vacilante al final de la