• Quejarse

Charlotte Perkins Gilman - El tapiz amarillo

Aquí puedes leer online Charlotte Perkins Gilman - El tapiz amarillo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1892, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Charlotte Perkins Gilman El tapiz amarillo

El tapiz amarillo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "El tapiz amarillo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Charlotte Perkins Gilman: otros libros del autor


¿Quién escribió El tapiz amarillo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

El tapiz amarillo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" El tapiz amarillo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

No es nada habitual que gente corriente como John y yo alquile casas solariegas para el verano.

Una mansión colonial, una heredad… Diría que una casa encantada, y llegaría a la cúspide de la felicidad romántica. ¡Pero eso sería pedir demasiado al destino!

De todos modos, diré con orgullo que hay algo extraño en ella.

Si no, ¿por qué iba ser tan barato el alquiler? ¿Y por qué iba a llevar tanto tiempo desocupada?

John se ríe de mí, claro, pero es lo que se espera del matrimonio.

John es sumamente práctico. No tiene paciencia con la fe, la superstición le produce un horror intenso, y se burla abiertamente en cuanto oye hablar de cualquier cosa que no se pueda tocar, ver y reducir a cifras.

John es médico, y es posible (claro que no se lo diría a nadie, pero esto lo escribo sólo para mí, y con gran alivio por mi parte), es posible, digo, que ése sea el motivo de que no me cure más deprisa.

¡Es que no se cree que esté enferma!

¿Y qué se le va a hacer?

Si un médico de prestigio, que además es tu marido, asegura a los amigos y a los parientes que lo que le pasa a su mujer no es nada grave, sólo una depresión nerviosa transitoria (una ligera propensión a la histeria), ¿qué se le va a hacer?

Mi hermano, que también es un médico de prestigio, dice lo mismo.

O sea, que tomo no sé si fosfatos o fosfitos, y tónicos, y viajo, y respiro aire fresco, y hago ejercicio, y tengo terminantemente prohibido «trabajar» hasta que vuelva a encontrarme bien.

Personalmente disiento de sus ideas.

Personalmente creo que un trabajo agradable, interesante y variado, me sentaría bien.

Pero ¿qué se le va a hacer?

Durante una temporada sí que escribí, a pesar de lo que dijeran; pero es verdad que me agota bastante. Tener que llevarlo con tanto disimulo, a riesgo de topar con una oposición firme…

A veces me parece que en mi estado, con algo menos de oposición y más trato con la gente, más estímulos… Pero John dice que lo peor que puedo hacer es pensar en mi estado, y confieso que hacerlo me produce siempre malestar.

Así que cambiaré de tema y hablaré de la casa.

¡Qué maravilla de finca! Es bastante solitaria, apartada de la carretera, a sus buenos cinco kilómetros del pueblo. Me recuerda esas casas inglesas que salen en los libros, porque tiene setos, muros y verjas que se cierran con candado, y muchas casitas desperdigadas para los jardineros y la gente.

¡Además tiene un jardín que es una preciosidad! No lo he visto igual en mi vida: grande, con mucha sombra, cruzado por caminitos con boj en los bordes, y en todas partes hay pérgolas largas, con parras y asientos debajo.

También había invernaderos, pero están todos rotos.

Tengo entendido que hubo problemas legales, una cuestión de herederos y coherederos; el caso es que lleva años vacía.

Me temo que eso da al traste con lo del fantasma, pero me da igual: en esta casa hay algo raro. Lo noto.

Hasta se lo dije a John una noche de luna, pero me contestó que lo que notaba era corriente de aire, y cerró la ventana. ¡Corriente de aire!

A veces me enfado con John sin motivo. Estoy más sensible que antes, eso seguro. Yo creo que es por mi problema de nervios.

Pero John dice que si pienso eso me olvidaré de controlarme como es debido; así que hago esfuerzos por controlarme, al menos en su presencia, cosa que me cansa mucho.

No me gusta nada el dormitorio. Yo quería uno de la planta baja que daba a la galería, con rosas enmarcando la ventana y unas colgaduras de chintz anticuadas que eran una preciosidad; pero John se negó en redondo.

Dijo que sólo había una ventana, que el espacio no daba para dos camas y que tampoco había ningún otro dormitorio cerca para que se instalara él.

Es muy atento, muy cariñoso, y casi no me deja dar un paso sin intervenir.

Me ha preparado un horario con indicaciones para cada hora del día. John se ocupa de todo, y claro, yo me siento una mezquina y una desagradecida por no valorarlo más.

Dijo que si habíamos venido a esta casa era exclusivamente por mí, que aquí tendría reposo absoluto y todo el aire que se puede respirar. «El ejercicio que hagas depende de tu fuerza, cariño —dijo—, y lo que comas, en cierto modo, de tu apetito, pero el aire lo puedes absorber en todo momento». En definitiva, que nos instalamos en el cuarto de los niños, el más alto de la casa.

Es una habitación grande y aireada, que ocupa casi toda la planta, con ventanas orientadas a todos los flancos, y aire y sol a raudales. Por lo que se ve empezó siendo cuarto de los niños, luego sala de juegos y al final gimnasio, porque en las ventanas hay barrotes para niños pequeños, y en las paredes anillas y otras cosas.

Es como si la pintura y el papel de pared estuvieran gastados por todo un colegio. Está arrancado (el papel) a trozos grandes alrededor del cabezal de mi cama, más o menos hasta donde llego con el brazo, y en una zona grande de la pared de enfrente, cerca del suelo. En mi vida he visto un papel más feo.

Uno de esos diseños vistosos y exagerados que cometen todos los pecados artísticos habidos y por haber.

Es lo bastante soso para confundir al ojo que lo sigue, lo bastante pronunciado para irritar constantemente e incitar a su examen, y cuando sigues un rato las líneas, pobres y confusas, de repente se suicidan: se tuercen en ángulos exagerados y se destruyen a sí mismas en contradicciones inconcebibles.

El color es repelente, casi repugnante: un amarillo chillón y sucio, desteñido de manera rara por la luz del sol, que se desplaza lentamente.

En algunas partes se convierte en un naranja paliducho y desagradable, y en otras coge un tono verdoso repelente.

¡No me extraña que no les gustara a los niños! Yo, si tuviera que vivir mucho tiempo en esta habitación, también lo odiaría.

Viene John. Tengo que esconder esto. Le irrita que escriba.

* * *

Llevamos dos semanas en la casa y desde el primer día no he vuelto a tener ganas de escribir.

Estoy sentada al lado de la ventana, en este cuarto de los niños que es una atrocidad, y nada me impide explayarme todo lo que quiera, como no sea la falta de fuerzas.

John se pasa el día fuera, y hasta hay noches en que tiene casos graves y se queda.

¡Me alegro de que no lo sea el mío!

Aunque estos problemas de nervios son lo más deprimente que hay.

John no sabe lo que sufro. Sabe que no hay «motivo» para sufrir, y con eso le basta.

Claro que sólo son nervios. ¡Me agobian tanto que dejo de hacer lo que tendría que hacer!

¡Yo que tenía tantas ganas de ayudar a John, de servirle de descanso y de consuelo, y aquí estoy, tan joven y convertida en una carga!

Nadie se creería el esfuerzo que representa lo poco que puedo hacer: vestirme, recibir visitas y hacer pedidos.

Suerte que Mary tiene tanta maña con el bebé. ¡Qué monada de criatura!

Pero no puedo, no puedo estar con él. ¡Me pongo tan nerviosa…!

Supongo que John no habrá estado nervioso en toda su vida. ¡Cómo se ríe de mí por el papel de pared!

Al principio quiso poner uno nuevo, pero luego dijo que estaba dejando que me obsesionara, y que para una enferma de los nervios no hay nada peor que ceder a esa clase de fantasías.

Dijo que una vez puesto un papel nuevo pasaría lo mismo con la cama, tan maciza, y luego con los barrotes de las ventanas, y luego con la reja que hay al final de la escalera, y que se convertiría en el cuento de nunca acabar.

—Tú sabes que este sitio te sienta bien —dijo—, y francamente, cariño, no pienso reformar la casa sólo para un alquiler de tres meses.

—Pues vamos abajo —dije yo—. Abajo hay dormitorios muy bonitos.

Entonces me tomó en brazos y me llamó tontita. Dijo que si se lo pedía yo bajaría al sótano, y hasta lo encalaría.

De todas maneras tiene razón con lo de las camas, las ventanas y el resto.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «El tapiz amarillo»

Mira libros similares a El tapiz amarillo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
Robert Chambers
Noelia Amarillo - El origen del deseo
El origen del deseo
Noelia Amarillo
Elizabeth Gaskell - Vida De Charlotte Brontë
Vida De Charlotte Brontë
Elizabeth Gaskell
Charlotte Bouillot - YouTube
YouTube
Charlotte Bouillot
Charlotte Bouillot - TripAdvisor
TripAdvisor
Charlotte Bouillot
Charlotte Bouillot - Spotify
Spotify
Charlotte Bouillot
Charlotte Bouillot - Groupon
Groupon
Charlotte Bouillot
Charlotte Bouillot - El factor confianza
El factor confianza
Charlotte Bouillot
Bryan Ward-Perkins - La caída de Roma
La caída de Roma
Bryan Ward-Perkins
Albert Espinosa - El mundo amarillo
El mundo amarillo
Albert Espinosa
Reseñas sobre «El tapiz amarillo»

Discusión, reseñas del libro El tapiz amarillo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.