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Dando-Collins - Legiones de Roma (Historia) (Spanish Edition)

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Dando-Collins Legiones de Roma (Historia) (Spanish Edition)
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    Legiones de Roma (Historia) (Spanish Edition)
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    2012
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Legiones de Roma (Historia) (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Luz

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ÍNDICE

Para Louise, que pelea a mi lado,

y Richard, que siempre lucha por una buena causa.

INTRODUCCIÓN

L

a legión romana de la era imperial era un modelo de organización. Su estructura básica era tan efectiva que sigue siendo utilizada por los ejércitos actuales, cuyos escuadrones, pelotones, compañías y batallones son un reflejo de los primitivos contubernios, centurias, cohortes y legiones. La legión imperial creada por Augusto era una especie de gigantesco juego de Lego, en el que todas las piezas, desde la infantería pesada hasta la caballería, la artillería o la infantería ligera auxiliar, encajaban perfectamente formando una máquina militar sólida y autosuficiente.

La terrible efectividad de la estructura organizativa, el entrenamiento y las tácticas de las legiones era reconocida universalmente, hasta el punto de que algunos de los mayores enemigos de Roma la emplearon contra ella. Hombres que habían servido en el ejército romano antes de pasar a encabezar rebeliones contra el imperio no solo organizaron sus propias fuerzas de acuerdo con el esquema romano, sino que su íntimo conocimiento del modus operandi de las legiones les permitió utilizar tácticas que sacaban provecho de sus escasas debilidades. Así, Arminio destruyó a Varo y sus tres legiones en el bosque de Teutoburgo, en Germania, Tacfarinas fue capaz de sembrar el terror en el norte de África durante años, mientras que Civilis arrebató el Rin y siete legiones a Roma y amenazó con liberar la Galia de todo control romano.

La constitución de las legiones, originalmente homogénea como resultado de los reclutamientos masivos realizados en zonas específicas de las provincias, fue incluyendo una variedad cada vez mayor de etnias, y hombres procedentes de extremos opuestos del mundo romano aportaron sus dispares costumbres, dialectos y ritos religiosos a sus respectivas legiones sin que la enorme diversidad causara ninguna merma en la capacidad de actuación global de la unidad. Eso se debe en parte al hecho de que, como las unidades militares modernas, a lo largo de los siglos las legiones conservaron siempre una acusada identidad corporativa y, antes de la batalla, los comandantes citaban los honores bélicos alcanzados en anteriores ocasiones para incitar a sus tropas a lograr hazañas aún mayores.

Es interesante constatar que, a pesar de que todas las legiones imperiales poseían raíces comunes y compartían métodos de entrenamiento y equipo, su actuación era muy diferente. Algunas obtenían victorias de forma regular y fiable, mientras que otras estaban condenadas a ser una decepción constante para sus líderes. Algunas que habían fracasado en una ocasión alcanzaban más tarde la gloria con victorias espectaculares y otras, por el contrario, no lograban mantenerse a la altura de su buena reputación. Las legiones que sucumbieron con Varo en el bosque de Teutoburgo, por ejemplo, habían sido consideradas hasta ese momento de las mejores y más valientes de Roma por Veselio, un oficial que sirvió con ellas en el Rin. Sin embargo, la ingeniosa táctica de su atacante y los errores de su comandante acabaron provocando su destrucción.

La cuestión del liderazgo surge una y otra vez en la historia de las legiones. La legión XII Fulminata, por ejemplo, mal dirigida en el confuso intento inicial de Roma de sofocar la revuelta judía del siglo I , sufrió la humillación de ver cómo los rebeldes les arrebataban su principal estandarte, el aquila . Un siglo más tarde, los hombres de esa misma legión redimían su reputación al mantenerse firmes bajo una tormenta eléctrica para salvar a su líder, Marco Aurelio, de las hordas germanas que les rodeaban. Igualmente, gracias a un sólido liderazgo, la XIV Gemina Martia Victrix se hizo famosa por derrotar a los rebeldes de Boudica en Britania a pesar de que los enemigos los superaban ampliamente en número.

El siglo I y la primera parte del siglo II fueron los años dorados de las legiones, cuando inmensos ejércitos de hasta cien mil legionarios y un número similar de tropas auxiliares arrasaban todo lo que se ponía en su camino y un legionario podía aspirar a retirarse como un hombre rico gracias al botín acumulado durante las conquistas. A partir de la muerte del emperador Trajano en 117 d.C., la situación cambió. Las fuerzas romanas, dispersas a lo largo de unas porosas fronteras, se vieron obligadas a mantenerse permanentemente a la defensiva. Poco tiempo después, las divisiones internas provocarían luchas intestinas que desgarrarían el imperio de forma regular. Con frecuencia, el control central se perdía, se reafirmaba, para volver a perderse nuevamente.

En el curso de ese proceso, con la creciente adopción de métodos y mercenarios extranjeros por parte de los líderes de las legiones, que crearon nuevas unidades e introdujeron profundos cambios en su estructura organizativa, la calidad de los legionarios y sus unidades descendió. Y con los cambios llegaron las derrotas habituales, que estimularon cambios todavía más debilitantes. Solo la aparición ocasional de un gran comandante contenía la progresiva decadencia e incluso infundía esperanzas del posible retorno de los días de gloria, pero únicamente durante la vida del comandante.

La larga existencia del Imperio romano está directamente relacionada con el estado de las legiones. Mientras las legiones fueron fuertes, Roma fue fuerte. Correspondientemente, la desintegración del Bajo Imperio está directamente relacionada con la desintegración de las legiones, cuando dejaron de ser unidades de combate efectivas. A finales del siglo IV , la Notitia Dignitatum enumeraba varios cientos de legiones y unidades auxiliares, pero el tamaño de esos contingentes era reducido, muchos de ellos no eran más que una especie de policía fronteriza y otros quizá existían solo sobre el papel. Ni siquiera las unidades de élite de aquella época eran comparables a las legiones de Augusto. La petición de Vegetio a su emperador Valentiniano, justo antes de que se creara la Notitia Dignitatum , de reinstaurar la antigua estructura, armamento y entrenamiento de la legión cayó en saco roto.

Cuando, en 398 d.C., el último gran general de Roma, Estilicón, hijo de un comandante de caballería vándalo, reunió una fuerza especial en el norte de Italia para recuperar África de manos del gobernador rebelde Gildo, el estado de las legiones reflejaba el estado del imperio. La fuerza de Estilicón se había organizado en Mediolanum (Milán), que había sustituido a Roma como capital imperial del oeste, y partió de Pisa, en la Toscana, en vez de salir de una de las antiguas bases navales imperiales, como Miseno o Rávena. El cuerpo especial estaba formado por legiones, entre ellas la Joviana, la Herculiana y la III Augusta, además de varias unidades auxiliares (aunque la distinción entre legionarios y auxiliares había quedado muy difuminada desde que Cómodo concediera la ciudadanía romana universal a todos los habitantes libres del imperio en 212 d.C.).

No obstante, los efectivos de las siete unidades de esta fuerza especial ascendían a un total de no más de cinco mil hombres, la mayoría de los cuales eran veteranos galos. Las otrora orgullosas legiones de Roma habían quedado reducidas a dotaciones de unos mil soldados cada una, menos de un quinto del tamaño de las legiones de Augusto. Los legionarios empleaban ahora equipos y armamentos ligeros. No mucho antes, unidades enteras se habían despojado de su armadura y cascos alegando que eran demasiado pesados y habían empezado a luchar sin protección, con resultados previsiblemente mortales.

La fuerza especial de Estilicón recuperó África sin tener que esgrimir la espada: la mera visión de sus disciplinadas filas provocó la huida de las tropas del gobernador rebelde. Sin embargo, la historia sería muy distinta apenas tres años más tarde, cuando los visigodos de Alarico invadieron Italia. Bajo su inspirador liderazgo, las legiones de Estilicón, que habían sido retiradas de Britania para tratar de salvar Italia, entablaron una serie de sangrientas batallas e impusieron implacables asedios, expulsando a los visigodos de Italia. Ahora bien, cuando Estilicón falleció, poco después, esas mismas legiones eran arrolladas por Alarico, quien, en 410 d.C., satisfizo su ambición de saquear Roma.

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