BIBLIOTECA AMERICANA Proyectada por Pedro Henríquez Ureña
y publicada en memoria suya
Serie de LITERATURA COLONIAL
OBRAS COMPLETAS DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
III
OBRAS COMPLETAS
DE
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
III
AUTOS Y LOAS
Edición, prólogo y notas de
ALFONSO MÉNDEZ PLANCARTE
Primera edición, 1955
Sexta reimpresión, 2012
Primera edición electrónica, 2017 LAS OBRAS COMPLETAS de Sor Juana Inés de la Cruz, al cuidado del doctor Alfonso Méndez Plancarte, constan de cuatro volúmenes: I. LÍRICA PERSONAL II. VILLANCICOS Y LETRAS SACRAS
(o Lírica Colectiva) III. TEATRO SACRO Y PROFANO
(Autos sacramentales, comedias, sainetes, saraos y loas) IV. PROSA (Y FAMA) D. © 1955, Fondo de Cultura Económica
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Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. (55) 5227-4672
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Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-4475-6 (ePub) Hecho en México - Made in Mexico
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ESTUDIO LIMINAR
I. NUESTRAS OBRAS DRAMÁTICAS DE SOR JUANA
TRAS de los dos volúmenes de su LÍRICA —el de la
Personal y el de la
Coral—, llegamos a este otro orbe, nuevo y radiante, de las OBRAS DRAMÁTICAS de Sor Juana, que se bifurcarán gemelamente en dos tomos.
LA DELIMITACIÓN DE LOS VOLÚMENES
Hubiéramos deseado que tal corte coincidiera con el temático, dando en el uno —solo— el
Teatro sacro (los autos con sus loas sacramentales, y la otra loa de asunto religioso, o sea “de la Concepción”), y en el otro —completo— el
Teatro profano (las comedias, también con sus propias loas, saraos, sainetes, etc., y todas las restantes 12 loas humanas, de festivo homenaje cortesano, o simplemente amistoso). Pero la simetría cuantitativa de los volúmenes nos obliga a reunir, en este tomo de AUTOS y LOAS, también las profanas (sólo exceptuando las preliminares de sus comedias); en tanto que el segundo —el IV de estas
Obras completas— únicamente incluirá COMEDIAS y SAINETES, comprendiendo, bajo esta última voz, toda la variedad de juguetillos escénicos que preceden o siguen o interrumpen a la comedia, integrando con dicha pieza fuerte un mismo festival de Talía.
TERRA INCOGNITA…
El íntegro caudal dramático de Sor Juana comparte con aquel de sus villancicos el triste privilegio —y el carácter sabroso para nosotros— de un casi pleno olvido, en terca ignorancia, que hoy le acrece el encanto accidental de la novedad.
Fuera de unas “canciones” antológicas desprendidas a El divino Narciso Mas los otros dos autos, la segunda comedia en su cabalidad, y las 18 loas sin casi excepción, nunca han vuelto a la luz desde 1725, sin que las viejas “Obras” de apeñuscado texto, heridos tipos y enmarañadoras grafías, tentaran más que a algún raro erudito a perturbar con rápidos ojeos su sueño bisecular. Los más de los estudios peninsulares sobre nuestra poetisa —incluso los flamantes de José María Pemán, Gerardo Diego y José María de Cossío— prescinden radicalmente de la dramática. Aun su mención, en volanderas notas o en formales trabajos, logra una inverosímil tradición de lapsus, confusiones y escamoteos, que evidencian quizás el no conocerlos ni por el forro. El Índice alfabético de comedias… y autos, de Mesonero Romanos, en 1859, menciona El mártir del sacramento, pero no El divino Narciso, ni El cetro de José; y el párrafo de sus “Apuntes biográficos y críticos” sobre “la Monja de Méjico” le atribuye sólo “dos autos” (olvidando nuevamente El divino Narciso) y metamorfosea El cetro de José en El cerco de José, con errata o error predestinado a luenga progenie. El mismo don Pedro de Alcántara nombra a sus comedias “las dos mejores que compuso” (fantaseándolas más de dos), y a nuestra “Monja Mejicana” la llama simultáneamente “Monja Peruana, natural de Guipúzcoa”…; El título de El cetro de José todavía ha sufrido nuevos percances, tal como si soliera hablarse de él sin oler su asunto. Nuestro solemne Pimentel lo nombra El cetro de San José (en lugar de sólo José), dando a pensar que trate del esposo de la Madre de Dios y no del hijo de Jacob y virrey de Egipto, y sin que ello le impida sentenciar que “carece de mérito” y “no hay (en él) más que trivialidad y aparatos grotescos”, así como después afirmará que “sus loas (de Sor Juana) carecen de mérito…, pues se hallan plagadas de escenas insulsas y grotescas, chocarrerías, repeticiones, anacronismos y retruécanos”… Por lo que ve a las loas, especialmente (amén de su total olvido, casi común, aun donde menos disimulable, como el que ya veremos en Cotarelo), la aludida doctora cubana disertó sobre dos de ellas sin echarles la vista encima, hasta el grado de creer títulos suyos los de sendos parágrafos que el excepcional don Ezequiel Chávez les consagró, pues nos dice que El cetro “está precedido de una loa muy interesante, como lo revela su nombre: La educación de la raza indígena”, y que la de El divino Narciso llámase, aún más graciosa, Nuevamente la educación de la raza indígena… Mas desde hoy, quizá cabe prometernos que el teatro de Sor Juana, especialmente el sacro, dejará ya de ser esa terra incognita, de la que osaba hablarse —si se hablaba— sólo con base en conjeturas.
Bien a mano estará, en perfecta luz; y la pereza, ya sin pretexto.
LO EXISTENTE Y LO DESAPARECIDO
Los autos de Sor Juana, recalquémoslo netamente, son estos tres:
El divino Narciso, el primero;
El mártir del sacramento, San Hermenegildo, el segundo (sin convertir en dos ese único título, aunque pueda abreviarse en una sola de sus dos mitades sinónimas); y
El cetro de José, el tercero (y no “de
San José”, ni “El
cerco”…, ni “El
sueño”…). Y sus loas que hoy poseemos son exactamente 18: las cinco que preceden a cada uno de los tres autos y de las dos comedias, y las 13 restantes, sueltas o autónomas. De su conjunto, hay tres “a lo Divino” (las dos “sacramentales” de los autos, y la primera de las sueltas, consagrada a “la Concepción”), mientras que son “humanas” las otras 15. Y de entre todas ellas —repetiremos— van aquí 16, en este tomo, pues sólo reservamos al siguiente las dos preliminares de las comedias. R. P. fray Francisco Muñiz, Dominicano, Vicario entonces del Pueblo de Mecameca”… Y de aquí partiría Elizabeth Wallace para exagerar que “su primer esfuerzo literario, a la edad de siete años, habían sido la Loa