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Sor Juana Inés de la Cruz - Sonetos

Aquí puedes leer online Sor Juana Inés de la Cruz - Sonetos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1689, 2022, Editor: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Los sonetos escritos por Sor Juana Inés de la Cruz, tomados de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Sor Juana Inés de la Cruz was a Mexican writer, philosopher, composer and poet of the Baroque period, and Hieronymite nun. Her merit as a true master of the Spanish Golden Age gained her the nicknames of The Tenth Muse or The Phoenix of America,[1] for she was probably the most accomplished author of the entire history of the Spanish Americas, and a flame that rose from the ashes of religious authoritarianism.

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Primeras líneas Al que ingrato me deja busco amante; Altísimo Señor Monarca Hispano, Amor empieza por desasosiego, Aunque eres (Teresilla) tan Muchacha, Aunque es clara del Cielo la luz pura Aunque presume (Nife) que soy Tosco, Bello compuesto en Laura dividido, Cítara de carmín que amaneciste Como en la regia playa cristalina Con el dolor de la mortal herida Cuando mi error y tu vileza veo De la beldad de Laura enamorados De un funesto moral la negra sombra, Detén el paso, caminante, advierte, Detente, sombra de mi bien esquivo, Dices que yo te olvido, Celio, y mientes Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes Diuturna enfermedad de la esperanza, Docto Mansilla, no para aplaudirte Dulce Deidad del viento armonioso, Dulce, canoro Cisne Mexicano El ausente, el celoso, se provoca; El Hijo, que la Esclava ha concebido, El que Hipogrifo de mejor Rugero, En la vida que siempre tuya fue, En pensar que me quieres, Clori, he dado, ¿En perseguirme, Mundo, qué interesas? Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, Este que ves engaño colorido, Fabio, en el ser de todos adoradas Feliciano me adora y le aborrezco; Firma Pilatos la que juzga ajena Inés, cuando te riñen por Bellaca, Inés, yo con tu amor me Regocilo, Intenta de Tarquino el artificio La compuesta de flores maravilla, La heroica esposa de Pompeyo, altiva, La Mexicana Musa, Hija eminente Mandas, Anarda, que sin llanto asista Máquinas primas de su ingenio agudo Mas ya el dolor me vence. Ya, ya llego, Miró Celia una rosa que en el prado Moriste Duque Excelso, en fin moriste, Mueran contigo, Laura, pues moriste, Nace de la escarcha fresca rosa No es sólo por antojo el haber dado ¡Oh cuán frágil se muestra el ser humano ¡Oh famosa Lucrecia, gentil dama, ¡Oh quién, amado Anfriso, te ciñera Probable opinión es, que conservarse ¿Qué es esto, Alcino, cómo tu cordura ¿Qué importa al Pastor Sacro, que a la llama Que no me quiera Fabio, al verse amado, ¿Qué pasión, Porcia, qué dolor tan ciego ¿Quién, que regale visto y o comido, Rosa divina que en gentil cultura Señora Doña Rosa, hermosa amago Si de Carlos la garra y bizarría Si los riesgos del mar considerara Si un pincel, aunque grande, al fin humano, Silvio, yo te aborrezco, y aun condeno Suspende, cantor Cisne, el dulce acento: ¿Tan grande, ¡ay, hado!, mi delito ha sido Vaya con Dios (Beatriz) el ser Estafa, Verde embeleso de la vida humana, Ves caminante en esta triste Pira, ¿Vesme, Alcino, que atada a la cadena Vista tus hombros el verdor lozano, Vuestra edad, gran Señor, en tanto exceda Yo adoro a Lisi, pero no pretendo Yo no dudo, Lisarda, que te quiero, Yo no puedo tenerte ni dejarte, - LXXI - De El divino Narciso Cuadro IV - Narciso Mas ya el dolor me vence. Ya, ya llego, al término fatal por mi querida: que es poca la materia de una vida para la forma de tan grande fuego. Ya licencia a la muerte doy: ya entrego el alma, a que del cuerpo la divida, auque en ella y en él quedará asida mi deidad, que las vuelva a reunir luego. Sed tengo: que el amor me ha abrasado aun con todo el dolor que padeciendo estoy, mi corazón aún no saciado. ¡En tus manos mi espíritu encomiendo! - LXX - Al mismo Moriste Duque Excelso, en fin moriste, Sol de Veragua claro, y refulgente, que apenas ilustrabas el Oriente, cuando en fatal Ocaso te pusiste. ¡En tus manos mi espíritu encomiendo! - LXX - Al mismo Moriste Duque Excelso, en fin moriste, Sol de Veragua claro, y refulgente, que apenas ilustrabas el Oriente, cuando en fatal Ocaso te pusiste.

Tú que por tantas veces te ceñiste, al desdén vencedor del Sol ardiente, apareciste exhalación luciente, llegaste aplauso, ejemplo feneciste. Moriste en fin, pero mostraste osado el valor de tu pecho no vencido, de la propia Nación tan venerado. De las contrarias armas tan temido, moriste de improviso, que aun el Hado, no osará acometerte prevenido. - LXVIII - A la muerte del Excelentísimo Señor Duque de Veragua Ves caminante en esta triste Pira, la potencia de Jove está postrada; aquí Marte rindió la fuerte espada, aquí Apolo rompió la dulce Lira. Aquí Minerva triste se retira, y la luz de los Astros eclipsada todo está en la ceniza venerada, del Excelso Color que aquí se mira. - LXV - Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes en decir, que te olvidas de olvidarte; pues das ya en tu memoria alguna parte, en que, por olvidado, me presentes. - LXV - Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes Dices, que no te acuerdas, Clori, y mientes en decir, que te olvidas de olvidarte; pues das ya en tu memoria alguna parte, en que, por olvidado, me presentes.

Si son tus pensamientos diferentes de los de Albiro, dejarás tratarme; pues tu misma pretendes agraviarte, con querer persuadir, lo que no sientes. Niégasme ser capaz de ser querido, y tú misma concedes esta gloria, con que en tu contra tu argumento ha sido. Pues si para alcanzar tanta victoria, te acuerdas de olvidarte del olvido, ya no das negación a tu memoria. - LXII - A Señor San José, escrito según el asunto de un certamen que pedía las metáforas que contiene Nace de la escarcha fresca rosa dulce abeja, y apenas aparece, cuando a su regio natalicio ofrece tutela verde, palma victoriosa. Así Rosa, María, más hermosa, concibe a Dios, y el vientre apenas crece, cuando es, de la sospecha que padece, el Espíritu Santo Palma umbrosa. - LXI - A una pintura de Nuestra Señora, de muy excelente pincel Si un pincel, aunque grande, al fin humano, pudo hacer tan bellísima Pintura, que aun vista perspicaz en vano apura tus luces, o admirada, si no en vano. - LXI - A una pintura de Nuestra Señora, de muy excelente pincel Si un pincel, aunque grande, al fin humano, pudo hacer tan bellísima Pintura, que aun vista perspicaz en vano apura tus luces, o admirada, si no en vano.

El Autor de tu Alma soberano, proporcionado campo a más hechura, ¿qué gracia pintaría, qué hermosura, el Lienzo más capaz, mejor la Mano? ¿Si estará ya en la Esfera luminoso el pincel, de Lucero graduado, porque te amaneció Divina Aurora? ¡Y cómo que lo está! Pero, quejoso, dice que ni aun la costa le ha pagado: que gastó en ti más luz que tiene ahora. - LVIII - Al presbítero Br. D. Diego de Ribera, cantor de la dedicación de la catedral Suspende, cantor Cisne, el dulce acento: mira, por ti, al Señor que Delfos mira, en zampoña trocar la dulce lira y hacer a Admito pastoril contento. Cuanto cabe suave, si violento, piedras movió, rindió la infernal ira, corrido de escucharte, se retira; y al mismo Templo agravia tu instrumento. - LVII - Alaba en el padre Baltasar de Mansilla de la Compañía de Jesús, gran predicador y confesor de la Señora Virreina, tanta sabiduría como modestia Docto Mansilla, no para aplaudirte ponderaciones buscaré del arte retórica, que fuera limitarte querer entre sus cláusulas ceñirte. - LVII - Alaba en el padre Baltasar de Mansilla de la Compañía de Jesús, gran predicador y confesor de la Señora Virreina, tanta sabiduría como modestia Docto Mansilla, no para aplaudirte ponderaciones buscaré del arte retórica, que fuera limitarte querer entre sus cláusulas ceñirte.

Sólo en mi intento, cuando llego a oírte, alabarte con sólo no alabarte; pues quien mejor llegare a ponderarte será el que no intentare definirte. Aún en tu mismo juicio tú no cabes; ni de tu ingenio las riquezas raras pudiera, del discurso con los graves reflejos, conocer si lo intentaras: porque si tú supieras lo que sabes, mucho de lo que sabes ignoraras. - LVI - Que celebra a un graduado de doctor Vista tus hombros el verdor lozano, Joven, con que tu ciencia te laurea; y puesto en ello dignamente, sea índice de tus méritos ufano. Corone tu discurso soberano la que blanda tus sientes lisonjea insignia literaria, en quien se emplea el flamante sepulcro de un gusano. ¡Oh qué enseñanza llevan escondida honrosos los halagos de tu suerte, donde despierta la atención dormida! Pues ese verde honor, si bien se advierte, mientras más brinda gustos a la vida, más ofrece recuerdos a la muerte. - LXIX - Al mismo Detén el paso, caminante, advierte, que aun esta losa guarda enternecida, con triunfos de su diestra no vencida, al Capitán más valeroso, y fuerte.

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