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V
Para Myrna García Vigueras
E l zapatismo ha sido el movimiento agrario por antonomasia en México y en América Latina; su caudillo, Emiliano Zapata se convirtió en el símbolo de la lucha por la tierra y la justicia en todo el mundo. Su historia es la de una resistencia ancestral de los pueblos originarios del estado de Morelos y zonas aledañas por defender sus tierras y sus recursos naturales ante el avance de las haciendas y de la economía mercantil. Esa resistencia centenaria se sumó a la rebelión maderista con el objetivo de recuperar la tierra de la que habían sido despojados. Cuando Madero no cumplió su promesa de restituir su tierra a las comunidades despojadas de ella, el zapatismo rompió con Madero y formuló un programa propio, el Plan de Ayala, el programa agrario más radical de la Revolución mexicana. El zapatismo luchó por el cumplimiento de su programa agrario entre 1911 y 1919. Fue el movimiento más persistente de la Revolución; combatió sucesivamente a los gobiernos de Porfirio Díaz, León de la Barra, Madero, Huerta y Venustiano Carranza. Llevó a cabo la más profunda reforma agraria y la transformación de las estructuras políticas y económicas de las zonas que estuvieron bajo su dominio. Se alió con el villismo y buscó que la revolución popular triunfara. En 1915, la alianza del zapatismo con la División del Norte trató afanosamente de ganar la guerra en buena parte del territorio nacional. Fueron derrotados por el constitucionalismo, que definió el nuevo Estado y las instituciones por las que habría de transitar México en el siglo XX . A pesar de esa derrota, los zapatistas mantuvieron una tenaz resistencia entre 1915 y 1919 y formularon un proyecto de legislación estatal que contiene algunos de los postulados políticos más importantes para la historia de los movimientos populares. La influencia del zapatismo y de su líder trascendió su derrota. Las demandas agrarias de las que ellos fueron los principales exponentes tuvieron que ser reconocidas e incorporadas en el nuevo texto constitucional. La reforma agraria le dio legitimidad al Estado surgido de la Revolución y el control político sobre las organizaciones campesinas. La reforma agraria que se realizó en México durante el siglo XX no se explica sin la Revolución y sin el zapatismo, al igual que el movimiento campesino independiente, que ha hecho del zapatismo y de Zapata componentes centrales de sus luchas y reivindicaciones hasta la actualidad.
Nota del autor:
Se ha respetado la ortografía original de los testimonios zapatistas que se citan y se han transcrito tal y como se encuentran en los archivos zapatistas.
E l 6 de diciembre de 1914 los dos más importantes líderes populares de la Revolución mexicana, Francisco Villa y Emiliano Zapata, al frente de la División del Norte y del Ejército Libertador del Sur, entraron triunfalmente a la ciudad de México. Esa entrada triunfal representaba el cenit de la revolución campesina, su punto de mayor fuerza no solo en la historia de la Revolución mexicana, sino de toda la historia nacional. Después de desfilar ante la población capitalina que los veía por primera vez entre incrédula, emocionada y expectante, entraron al Palacio Nacional y se fotografiaron sentados en el despacho en el que se habían conducido los destinos de la Nación desde el nacimiento de México como país independiente. La foto de Villa, sonriente, sentado en la silla presidencial —para ver qué se siente, había dicho— junto a un Zapata incómodo, con la mirada desconfiada —esta silla deberíamos quemarla, había dicho su hermano Eufemio días antes— es, sin duda, la foto más vista y más icónica de la Revolución.
¿Cómo se había llegado hasta ahí? ¿Cómo fue posible que los dos líderes más importantes de la revolución popular pudieran tomar la capital de la república, algo impensable un año antes y más impensable todavía durante el gobierno de Porfirio Díaz? ¿Cómo había surgido y crecido el movimiento campesino representado por Villa y Zapata que logró tal hazaña? ¿Y qué pasó después? Esta es la historia del zapatismo, uno de esos dos movimientos que contribuyeron a destruir al Estado de lo que se ha llamado el Antiguo Régimen. Y es también la historia de su contribución al México que nació de la Revolución.
El zapatismo fue el movimiento campesino más radical de la Revolución mexicana. Durante su etapa de mayor fuerza, entre 1914 y 1916, transformó las estructuras económicas, sociales y políticas de Morelos y las regiones aledañas en las que tuvo influencia, como Guerrero, partes de Puebla, Tlaxcala, Estado de México, Oaxaca y el Distrito Federal. El zapatismo barrió con la gran propiedad: las haciendas fueron expropiadas y sus dueños no pudieron regresar más. Los pueblos y las comunidades campesinas recibieron una porción de tierra y pudieron trabajarla en libertad. Muchos de ellos ya no quisieron cultivar la caña de azúcar, símbolo de la dominación española desde los remotos tiempos del Virreinato y prefirieron sembrar maíz y frijol. Eligieron a sus autoridades tradicionales en libertad. Los hombres más jóvenes engrosaron las filas del Ejército Libertador del Sur, que fue el brazo armado de las comunidades campesinas en la zona zapatista. El zapatismo y su líder, Emiliano Zapata, se convirtieron desde los años de la Revolución en el símbolo del movimiento agrario mexicano más representativo. Junto con Villa y la División del Norte, tomaron la ciudad de México a fines de 1914, ocuparon el Palacio Nacional e instalaron ahí al gobierno de la Soberana Convención Revolucionaria. Zapatismo y villismo lucharon encarnizadamente contra las fuerzas de Carranza y Obregón defendiendo un proyecto de nación en el que los de abajo mandaran y los de arriba obedecieran, en el que el gobierno estuviera al servicio de la gente, no de los poderosos, donde todos tuvieran tierra, trabajo y escuelas, en el que, a final de cuentas, fuera la mayoría la que decidiera por dónde tenía que ir la nación y donde los gobernantes, elegidos libremente y vigilados siempre por esa mayoría, no pudieran desviarse del camino.
El zapatismo ha sido uno de los movimientos sociales, políticos y culturales de mayor significación en la historia de México durante los más de cien años transcurridos desde su surgimiento. Al frente de un pequeño grupo de seguidores, Emiliano Zapata se sumó a la rebelión nacional organizada por Francisco I. Madero para derrocar al régimen de Porfirio Díaz. La rebelión zapatista arraigó profundamente en el campo morelense y de ahí se extendió a Puebla, Guerrero y partes del Estado de México, Tlaxcala, Distrito Federal y Oaxaca. Esa rebelión se convirtió en el movimiento social y político más radical dentro de la Revolución mexicana. El zapatismo fue el único que logró una profunda reforma agraria, al destruir el régimen de las haciendas y repartir la tierra entre los pueblos y las comunidades campesinas, los cuales pudieron trabajarla con libertad, en lo que ha sido quizá la experiencia más importante de autogobierno y autoorganización popular en la historia del país, entre 1914 y 1916. Su líder, Emiliano Zapata, se convirtió en uno de los dirigentes revolucionarios más importantes de la lucha armada y, luego de su asesinato, el 10 de abril de 1919, en la hacienda de Chinameca, su figura se convirtió en un símbolo y en una leyenda que ha permanecido hasta la fecha y que ha trascendido las fronteras nacionales para ser reconocido, en el mundo, como el héroe popular que mejor representa la lucha por la tierra y por la justicia campesina. Zapata se convirtió, a la largo del siglo XX , en un personaje universal, y en uno de los héroes mexicanos con mayor reconocimiento y prestigio a nivel internacional.
El zapatismo ha sido reconocido como un movimiento campesino radical, que se diferenció de los otros grandes movimientos sociales de la Revolución como el villismo y el constitucionalismo, porque fue el único que efectuó una transformación profunda en las estructuras agrarias predominantes en la región bajo su dominio. En esa transformación —cuyo período más álgido fue entre 1914 y 1916—, desapareció el régimen de las haciendas y los pueblos y las comunidades campesinas lograron recuperar la propiedad de tierras, bosques y aguas.
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