La era Heian, que se inició el año 794 con el traslado de la capital nipona a Kioto, supuso la primera eclosión de la literatura japonesa, circunscrita hasta entonces a la expresión en chino. La literatura de Heian, «la ciudad de la paz», circuló en ámbitos predominantemente femeninos, entre un público que leía diarios y memorias y gustaba del intercambio de poemas y acertijos. Sutiles evocaciones de libros leídos, pasajes contemplados, sueños y prodigios: exquisitos trajes de seda y delicadas maneras; el amor, el placer, la alegría y la espera, la vida en su transcurrir, lo público y lo íntimo: ésa es la materia femenina de estos deliciosos diarios de caligrafía suave, cuajados de poemas de una belleza deslumbrante, que, justamente por tratar de lo que aparentemente no importa, mantienen su vigencia tantos siglos después.
Izumi Shikibu, Murasaki Shikibu y la autora anónima del Diario de Sarashina vivieron entre finales del siglo X y principios del XI en los aledaños de la corte imperial japonesa de Heian y formaban parte de una aristocracia letrada y refinadísima.
Izumi Shikibu fue la poetisa más ilustre de Japón y su diario, el único texto en prosa que escribió, es el relato de una historia de amor apasionada. Su carácter desbordante, provocativo y encantador contrasta con la desapasionada observadora y suprema crítica de las costumbres que fue su contemporánea Murasaki Shikibu, autora del segundo diario aquí recogido. Muy diferente, por último, resulta el Diario de Sarashina, que cubre un largo período de la vida de su autora, cuyo nombre desconocemos.
Murasaki Shikibu, Izumi Shikibu, Dama Sarashina
Diarios de damas de la corte Heian
ePub r1.0
Primo y Murasaki 20.12.15
Título original: Murasaki-Shikibu Nikki, Izumi-Shikibu Nikki, Sarashina Nikki
Damas Heian, siglo XI
Traducción, versión y notas de Xavier Roca-Ferrer
Editor digital: Primo y Murasaki
ePub base r1.2
NOTA SOBRE EL AUTOR DE LA VERSIÓN
Xavier Roca-Ferrer (Barcelona, 1949) es doctor en Filología Clásica y licenciado en Derecho. En el campo de la literatura ha simultaneado la creación con la traducción. Galardonado en 1993 con el prestigioso premio Josep Pía de prosa catalana, es autor de varias novelas y colecciones de relatos. En el campo de la traducción, ha vertido al castellano y al catalán numerosas obras del latín, el alemán, el francés y el inglés. Su versión del clásico levgueni Onegin, de Pushkin (Columna, 2001), ha sido reconocida por el prestigioso eslavista Sergio Viaggio en un reciente estudio (P. U. Alicante, 2004) como la mejor de cuantas se han publicado hasta hoy en un país hispánico.
Gran conocedor y admirador de la literatura japonesa del período Heian, es autor de la primera versión íntegra en lengua castellana de su obra maestra, La novela de Genji, ya publicada también en versión catalana.
Murasaki Shikibu(978—1016). Escritora japonesa del período Heian. Hija de Fujiwara-no-Tametoki y miembro de una familia de funcionarios letrados, formó parte de la corte de la emperatriz Akiko hasta 1013. Es autora de un diario (Murasaki Shikibu Nikki) y de la monumental Genji monogatari (Historia de Genji), extensa y compleja obra episódica que se considera una de las primeras novelas de la historia de la literatura universal.
Murasaki Shikibu pertenecía, por parte de padre y de madre, a una rama de los Fujiwara, la más ilustre familia de la nobleza de la época, familia en la que, por noble tradición, era vivo el culto a las letras y que dio al Japón una gran cantidad de hombres eminentes en todos los campos. Su bisabuelo, Fujiwara-no-Kanesuke (877-933) , había sido un famoso poeta, y su padre, Fujiwara-no-Tametoki, era un buen literato. Heredó ella su talento de escritor y recibió, cual convenía a las jóvenes de su familia, cuidadosa educación; y como tenía además por naturaleza una memoria prodigiosa, pronto adquirió una vasta cultura que abarcaba desde la literatura china y japonesa hasta la búdica.
En 996 acompañó a su padre a la provincia de Echizen, de la que había sido nombrado gobernador, y en 998 conoció a Fujiwara-no-Nobutaka, con quien había de contraer matrimonio al año siguiente. De este matrimonio nacieron dos hijas: Katako, conocida en literatura con el nombre de Daini-no-sammi, y Benno-tsubone. En 1001, a los tres años solamente de casado, murió el marido, al parecer de una epidemia, y ella, profundamente conmovida, se retiró a la vida privada, entregándose totalmente al estudio. Durante este período nació su inmortal obra maestra. Una tradición pretende que la escribió en el templo de Ishiyama, junto al lago Biwa y bajo la luz de la luna que se reflejaba en las aguas, escena que ha inspirado infinitas veces a los pintores; a los peregrinos que visitan hoy el templo se les muestra el tintero del que se habría servido la escritora.
Parece ser que Murasaki Shikibu entró primero al servicio del omnipotente ministro Michinaga (966-1027) y después, a partir de 1008, fue dama de compañía de Fujiwara Akiko (988-1011) , hija de Michinaga y esposa del emperador Ichijo (986-1011) . Bajo el reinado de este soberano, la corte fue un verdadero centro de ingenios femeninos. Ichijo había contraído matrimonio con dos primas (hijas de dos hermanos de su madre): Sadako (977-1000) , emperatriz titular, y Akiko, segunda esposa («chugu»), cada una de las cuales tenía su propia corte de damas de honor, elegidas para este cargo por sus dotes espirituales. Sadako contaba entre sus damas a Sei Shonagon, en tanto que al círculo de Akiko pertenecían Murasaki Shikibu e Izumi Shikibu. Estas tres mujeres figuran entre los más deslumbrantes astros del firmamento literario de la época y entre los nombres más descollantes de la literatura de su país.
En aquella época en que toda la producción literaria tenía carácter aristocrático y surgía de la corte, único gran hogar cultural del Japón, la mujer ocupaba en la sociedad un lugar diametralmente opuesto al que tendría en el futuro. Recibía la misma educación e instrucción que los hombres, los cuales, lejos de considerarla inferior, la respetaban y competían con ella en las actividades espirituales. Alrededor del año 1000, las mujeres tuvieron entre sus manos la suerte de la literatura japonesa. Ello puede explicarse bien porque los hombres de ese tiempo vivían en el ocio y la molicie o porque estaban absorbidos por los estudios chinos, tradicionalmente considerados como la única ocupación seria reservada a ellos. Las mujeres, por el contrario, habían hecho objeto de sus preferencias la lengua nacional y su mentalidad no se mostraba esclava de influencias extrañas a su temperamento, por lo que podían dar libre expresión a su propia fantasía en la lengua que habían aprendido en su infancia.
En el ambiente cortesano, intelectualmente refinado, pero frívolo, placentero y de costumbres libres, siempre a la busca de placeres estéticos delicados, pero lleno también de intrigas y aventuras amorosas, Murasaki Shikibu constituyó una noble excepción. Su nombre, al que no le rozó escándalo alguno, fue sinónimo de las mejores virtudes femeninas. Su unión matrimonial, aunque breve, había sido feliz, y vivió una vida casta y pura, totalmente dedicada a la memoria de quien había sido para ella perfecto compañero. Duramente probada por el destino, la vida y sus alegrías no tenían ya sentido para ella, y pasaba los días en la mayor soledad. Todo hace suponer que, después de la muerte de su marido, madurara en su ánimo el propósito de abrazar la vida religiosa, pero que después, por algún motivo, hubo de abandonar esta idea.