Max Aub - Diarios (1939-1972)

1939

24 de agosto

Una novela de la juventud. Muchachos y muchachas de quince a dieciocho años. La FUE. Los sindicatos. El teatro. La juventud, que de pronto se encuentra con la posibilidad de realizar sus sueños. Influencia de los jóvenes en los ministros. Las ejecuciones y lo constructivo. Las armas de fuego. La negación del amor. Los matrimonios. Abolición del sentimentalismo. La juventud, la vida. El periódico. Los viejos, al retiro.

El Búho por las iglesias, los pueblos…

24 de noviembre

Lo terrible es que desde la pérdida de la guerra no se ha levantado una voz, desde la emigración, no se ha publicado nada contra la dictadura que destroza, desentraña y desangra a España. Sólo se oyen voces de unos vencidos contra los otros. Este Primo no tiene su san Miguel. Quizá la sangre ahogue las voces o, lo más seguro: que no haya un don Miguel entre nosotros.

30 de noviembre

Fábula gallega.

Pasa el Winnipeg cerca de las costas de Galicia. Todos levantan el puño, gritan: «¡Viva la República!». Los ven dos bous. Lo cuentan a su regreso. Cómo la noticia se va deformando y aparecen en cuentos barcos fantasmas, sirenas y duendes… republicanos.

15 de diciembre

Duele lo que no se tiene. Todo son muñones: quieres coger las cosas con la mano que te falta. Siempre faltan manos.

20 de diciembre

Lo bueno de nuestra generación: no ha tenido que escoger ni que pensar que si la acción debe anteceder al convencimiento y viceversa. El movimiento se demuestra andando y el pensamiento lo mismo. Perifacéticos que somos, más que patéticos. No podemos decir, luego: —Me he equivocado.

Tiene uno todas las bases en la mano y lo mismo da que sea uno civil o militar, espada o mosquetón.

1940

5 de abril

A las doce, volviendo del hospital, me llevan a la prefectura.

—Estos libros son contra Alemania.

—¿Ésa es su opinión?

Las manos sucias del policía.

Quedo a disposición del inspector. La sala con veinte detenidos, o mejor, retenidos. El ruido del cerrojo. El largo banco que corre contra la pared. El pordiosero. El egipcio. El metalúrgico de las gafas y los dientes caballunos. El yugoslavo tratante de caballos. El de la Legión. El zapatero armenio.

Llegada de Perpetua.

Del rufián inglés. El polaco ingenuo. El Bookmaker. El austríaco. El planchador polaco. El peón italiano. El holandés que habló con Pachel. El polaco que sigue declarando.

Oigo: —¿Qué hacemos con el español ése?

—¿Qué han encontrado?

—Una carta de Negrín.

—Guárdenlo.

7 de abril

Llegada a Roland Garros. Sol. Pinto. Arjona, el ascendista. Ajedrez. El epiléptico.

Radvanyé, marido de Anna Seghers.

El paseo en la cancha de tenis. Pasamos lista a la sombra de los retretes en flor.

9 de abril

Me llevan a casa a recoger alguna ropa.

El ruso que ha estado meses en Poissy: ladrón. El belga que ha estado en España.

Doy lección de español.

10 de abril

Gran conversación con el judío austríaco.

14 de abril

Ya ocho días. ¡14 de abril! Dos españoles más. Primer paquete. Desilusión. Ni comida ni carta.

16 de abril

Martes. Salen quince. Los guardias. Tocan la corneta. El ataque epiléptico. El sobresalto del español que cree que le van a llevar a España; sus ojos.

Cuarenta guardias para treinta y cinco prisioneros.

17 de abril

Diviso a P. de lejos. Paquete. Cinco mil.

18 de abril

Llegada del banquero Achberg.

19 de abril

Nos suprimen la luz.

20 de abril

Nos hacen pasar lista inmediatamente después de repartirnos la comida: nos suprimen el balón con el que jugábamos durante la media hora de paseo porque uno salió haciéndose pasar por otro. Nos suprimen el agua.

23 de abril

Los retratos de los niños de Aschberg y de Schleinger. Discusión acerca del más guapo.

Planto guisantes.

Carta a Jorge, de su mujer, dejándole plantado. Le da ataque.

3 de mayo

Llorca: quitarle la dentadura para poder pagarle el entierro.

Pongo verde al provocador, que continúa luego a hablarme como si tal cosa.

Fútbol. Meto un gol.

4 de mayo

El viejo acostado en la paja, con su cuello duro, sus lentes, su gabán, como un muñeco de cera. Su mano, que parece desprendida.

Traen a Caamaño.

11 de mayo

Llegan veintiuno.

Buscamos tréboles de cuatro hojas.

15 de mayo

Llega Mantecón.

20 de mayo

El encargado de la cocina resulta un sinvergüenza que se roba la comida. Gran alboroto.

29 de mayo

Salida a las 10.45.

30 de mayo

Llegada al Vernet a las ocho de la noche.

21 de noviembre

Libre. La sensación de perseguido. La gente. El decaimiento. La abundancia de militares.

24 de noviembre

Una muchacha sentada a mi lado, los pechos limoneros. Ese adorable espacio triangular formado por la barbilla, la línea del pecho camino del cogote y el cuello del traje. Suavidad. Estupefacción por la abundancia de mujeres. Todos los franceses dan la impresión de ser misioneros. Los perfumes.

27 de noviembre

Toulouse. El cansancio. Las tiendas, como en Madrid o en Barcelona el 37. Todo cuesta dinero. La ciudad. Los refugiados. El sucucho. Visita a la legación de México: si vienen aquí cada día los del Vernet. El ministro tiene fotos.

Vueltas y vueltas. La comida:

—Coma, coma, coma.

29 de noviembre

No encuentran los papeles. Vueltas y revueltas y vuelta a volver y vuelta a las vueltas.

30 de noviembre

Me constipo de la calefacción. Me miro en el espejo del excusado.

Los jóvenes hablan de fútbol. No hay mujeres.

Pido fuego a un gendarme: —Je vous en prie, monsieur.

12 de diciembre

Marsella. Policía.

1941

17 de enero

Ha habido dos pueblos elegidos: el judío y el español. Ambos han querido imponer su religión al mundo. Ambos lo han esperado todo del milagro —y en el fondo sus sentimientos lo esperan todavía—. Prodigiosa esperanza… De eso morimos matando.

1 de febrero

La desventaja de las antologías consiste en que están hechas por una sola persona.

Hacer una antología por un grupo, y no repartiendo a éste o aquél, esta u otra época. Si no confróntense los gustos y aúnense las voluntades: los aciertos serán más, los defectos menos. Lo que no ven unos ojos lo ven otros, esto para los aciertos; para lo contrario, lo mismo.

… Littérature, domaine de la confusion, de l’hésitation, de l’á-peu-èpeu-près.

Gide

3 de febrero

La certeza es la fe; la duda, literatura.

13 de febrero, Marsella

PAISAJES

Orillas del mar. Olor fresco de barro removido, olor a acequia, espuma parda que reconcome algas, olas muertas por sí mismas. Cañas lanzadas a la playa por la fuerza sucia del mar. Naranjas despanzurradas rodando por la arena alisada. Brisa sucia pegajosa que empaña cuanto alcanza. Clavadas en el cielo, las gaviotas, fijas a fuerza del batir de sus alas. Un sol, blanco de viento, húmedo, da entre nubes vencidas un resplandor deslumbrante que espanta los ojos. El mar pardo en las orillas, con su cenefa sucia de espuma parda, se lista de verde a lo lejos y se vislumbra azul en el horizonte. Viento bajo, preñado de sal. Soledad de uno, soledad de todos. Nadie, el invierno ha cambiado las casas. Estoy solo, sentado en las piedras resquebrajadas de un portal. Tras mí, el anuncio amarillo y robinado de una pasta dentífrica.

El ruido de las olas en invierno es más fuerte que el de las veraniegas. Nada le ahoga ni confunde. Ruido de hierros sacudidos: pasa un tranvía vacío, tras mí, hacia la ciudad invisible.

La playa está sucia, cubierta de algas, de cortezas de limones; cascos de botellas rodando, un perro muerto. A lo lejos han aparecido dos niños desharrapados que recogen las maderas que el mar arroja de vez en cuando. El sol brilla en hoja de latas, aquí y allá. Cañas revueltas y, más lejos, una gaviota muerta, las plumas mojadas. Triste abanico podrido. Olor de tierra removida y de madera. Viento largo, pegajoso.