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Archivo personal de Olbeth Hansberg
Filosofía y vocación
BIBLIOTECA UNIVERSITARIA DE BOLSILLO
Filosofía y vocación
SEMINARIO DE FILOSOFÍA MODERNA DE JOSÉ GAOS
Edición e introducción de
AURELIA VALERO PIE
Epílogo de
GUILLERMO HURTADO
Textos de José Gaos, Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Urangay Luis Villoro
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
Primera edición (FCE, Biblioteca Universitaria de Bolsillo), 2012
Primera edición electrónica, 2017
Diseño de portada: León Muñoz Santini
Los textos de José Gaos, Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Uranga y Luis Villoro se reproducen con la autorización del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.
D. R. © 2012, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-5059-7 (mobi)
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
Durante el primer semestre académico de 1958, el maestro José Gaos y sus alumnos Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Uranga y Luis Villoro organizaron un Seminario de Filosofía Moderna. La idea consistía en reunirse, una vez al mes y a lo largo de un año, para discutir obras clásicas y contemporáneas que cada uno expondría en función de su especialidad y mayor conocimiento acerca de los autores. Siguiendo esos lineamientos, acordaron que Gaos explicaría algunos textos de Kant, Heidegger y Husserl; Guerra y Rossi lo harían de otros tantos de Hegel, Uranga se abocaría al pensamiento de Feuerbach y Villoro comentaría, por su parte, a Husserl y a Jaspers.
Son pocos los rastros que se conservan de esas sesiones, consagradas al diálogo e intercambio de ideas, sin que por principio se excluyeran, dadas las fuertes personalidades ahí reunidas, la polémica y el enfrentamiento. Subsiste, en cambio, una serie de escritos que cada miembro del seminario elaboró, dedicados al tema de la vocación filosófica. ¿En qué momento preciso —al parecer rezaba la pregunta—
comenzó el interés por la filosofía y a qué se debía haber perseverado, vital y profesionalmente, en esa disciplina?
La primera pregunta que aquélla a su vez despierta es obvia: ¿cómo y por qué se dio el giro, de la crítica de los textos fundadores de la filosofía contemporánea, a la inquisición por las circunstancias específicas que los habían conducido a su análisis? La propuesta, no cabe duda, surgió por iniciativa de José Gaos, para quien los temas de la vocación y de su origen, lejos de representar una digresión en sus reflexiones filosóficas, constituían el fondo mismo de ellas. De la racionalización de esa experiencia surgió y se nutrió su muy particular escepticismo, que dio por llamar “personalismo”. A diferencia del historicismo —que, en términos generales, parte de la sucesión de doctrinas a lo largo del tiempo para afirmar su pertenencia a un momento y espacio 10
Pese a dicho escepticismo, al que a veces imputaba su falta de vitalidad y su incapacidad para producir una obra propia, Gaos nunca se resignó a abandonar la filosofía. Si no era posible encontrar constantes en esa disciplina en tanto objeto de estudio, había que buscarlas en su sujeto, el filósofo. ¿Qué tenían en común esos hombres, dedicados a la búsqueda de un imposible, de una quimera del intelecto? Bajo el signo de esa interrogante comienza a gestarse en su mente el tema de la vocación, de los llamados a mostrar los límites del entendimiento humano. Según se colige de sus escritos, esta reflexión se remontaba a sus ya lejanos años en España, tiempo antes del estallido de la Guerra Civil y cuando se estrenaba como joven profesor en la Universidad Internacional de Verano, en Santander. Fue entonces cuando se propuso dar algunas conferencias sobre “Los caracteres intelectuales. Principios y problemas de la orientación intelectual en la vida y su especialización”, así como un curso titulado “Orientación y vocación en las profesiones liberales”. Con el fin de puntualizar sus ideas y conferirles un contenido más concreto, presentó una serie de cuestionarios a sus alumnos, provenientes de distintas escuelas y áreas del conocimiento. Entre las preguntas figuraban las siguientes: “¿de qué depende en última y radical instancia, a su juicio, el dedicarse en general a unas actividades, profesionales y no profesionales, con preferencia a otras?”,
“¿de qué depende en última y radical instancia, a su juicio, el dedicarse en particular a la profesión elegida o practicada por usted?”, además de otras tantas que versaban sobre los lugares, tiempos, cualidades, aptitudes y características en general que, en opinión del encuestado, eran necesarias para ejercerla.
Nada queda de las respuestas que resultaron de aquella encuesta más que la sospecha de que debieron albergar algún valor, dado que Gaos, ya en México, se lamentaba de haber perdido tan importantes documentos entre los escombros que dejó la guerra.
Aunque más exacto sería decir: casi nada, puesto que, entre los papeles que resguarda el archivo, subsiste un cuestionario debidamente numerado y contestado. Quien ahí se expresaba no era sino el encuestador mismo. “Yo ejerzo —afirmaba— una profesión mixta de lo que hoy se llama en general investigación científica y de técnica de la enseñanza universitaria: soy profesor de filosofía en la universidad y el profesor universitario debe ser, según las ideas vigentes, un científico, además de un docente.”
Menos convencional parece la respuesta a la interrogación sobre sus motivaciones que, sostenía, provenían en su caso “de las tendencias individuales, del carácter individual; fundamentalmente, del instinto sexual y del carácter erótico, del afán de goce, sensual o 11
Al parecer es ésta su primera referencia a la soberbia, rasgo que consideraba distintivo de su personalidad y que más tarde atribuiría al común de los filósofos —
quizás por constituir el ciento por ciento de las respuestas conservadas a su encuesta—.
Es de suponer que en los años inmediatos a su curso en la Universidad de Santander continuó meditando alrededor de esa idea, puesto que en octubre de 1938, en el que fue su primer ciclo de conferencias en la Ciudad de México, la presentó a su público transformada ya en concepto. Filósofo, declaró entonces, era aquel que se volcaba a la filosofía por “afán de saber principal”, convencido de que esta última representaba, tal como se le había definido desde la antigua Grecia, “ciencia de los primeros principios”.
Mediante una operación similar a la que Nietzsche había empleado para exhibir la
“voluntad de poder” en tanto principio de vida, Gaos revelaba lo que se escondía detrás de la paciente y pretendidamente desinteresada búsqueda de la verdad: la soberbia, pulsión vital que se manifestaba como conciencia o mero deseo de superioridad intelectual. Había en efecto, sostenía el expositor, una “armonía preestablecida entre la filosofía y la soberbia”, dado que “en ambas se dan las mismas notas capitales”: intelectualidad, sustancialidad salvadora, abstracción, principalidad superior y dominante, carácter definitivo y absoluto.
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