LOS ANGELES PUEDEN CAMBIAR TU VIDA
Pídeles su ayuda
DAVID G. WALKER
Los Ángeles Pueden Cambiar tu Vida, Pídeles su ayuda 2001, David G. Walker.
Digitalizador: Salserita (Chile)
L-02 – 29/05/04
Dibujo de portada: Jesús Vásquez Castro
INDICE
Prefacio
Introducción
¿Qué es un ángel?
Clases de ángeles
Querubines
Serafines
Los arcángeles
Los ángeles de la guarda
Otros ángeles
Otros seres espirituales
Los espíritus de la Naturaleza
Espíritus guías y espíritus protectores Los ángeles están de moda
La Iglesia y los ángeles
Pidiendo ayuda a los ángeles
La intuición
¿Qué podemos pedir?
Resumen
¿Cómo averiguar el nombre de tu ángel? Los ángeles y la curación
Los ángeles en el momento de la muerte La imaginación
Jugando con los ángeles
Los ángeles y la suerte
Un mundo multidimensional
Los ángeles y las preocupaciones Los ángeles y el crecimiento espiritual Los ángeles y la oración
Meditación angélica
La importancia de llevar un diario
Ángeles en forma humana
Apariciones etéreas de ángeles
Conclusión
PREFACIO
El momento que nos ha tocado vivir no es nada fácil. Casi todos estamos mal. Casi todos tenemos problemas. Nuestra salud renquea con diversos achaques. La relación de pareja es cada día más difícil, el trabajo más problemático y el futuro cada vez más incierto. Además, el dinero escasea.
Algunas veces, las dificultades pueden agobiarnos hasta el punto de hacernos perder el gusto por la vida. Tal era mi situación cuando fui consciente de los ángeles por primera vez. No deseaba vivir más. Sabía que nadie de fuera podría ayudarme y sabía también que carecía de las fuerzas necesarias para salir del hoyo por mí mismo. Entonces, por casualidad, descubrí un método de autoayuda que no era tal, pero que funcionó de una manera milagrosa. Hizo que mi vida diera un vuelco de 180 grados y que las oscuras nubes que ensombrecían mi horizonte se fueran despejando, hasta que muy pronto, brilló de nuevo el sol. Y brilló con más fuerza de la que nunca antes tuviera. El método fue muy simple, el esfuerzo mínimo – no estaba yo entonces para grandes esfuerzos – y el resultado, increíble.
Tomé conciencia de los ángeles del modo más casual. En un principio no creí mucho en ellos, pero tampoco fui totalmente escéptico. Supe que podemos pedir su ayuda y decidí ponerlos a prueba. Este fue el principio de una relación maravillosa que perdurará para siempre y que todos, absolutamente todos podemos iniciar cuando lo deseemos.
Y este es mi primer mensaje para ti, que me estás leyendo en este preciso momento: ¡ No te dejes engañar! El mundo es mucho más amplio, más rico y más complejo de lo que captan tus sentidos. De hecho, ellos son como una estrecha rendija por la que apenas se divisa una minúscula parte de la realidad. Vemos y sentimos lo que cae dentro de esa abertura, pero nada más. Esto es algo muy sabido, sin embargo lo olvidamos continuamente. Tus sentidos te dirán que estás solo, pero ello no es verdad. Son muchos los seres que te acompañan en este mismo instante. Aunque tus ojos no puedan verlos, aunque tu tacto no sienta su piel ni tu olfato su perfume, aunque tus oídos no escuchen sus pasos. Algunos de ellos pueden ayudarte a mejorar tu situación y les encantaría hacerlo.
Solamente tienes que pedírselo. San Antonio, Texas Octubre de 1994 INTRODUCCION
Hace quince años inicié una relación bastante estrecha con algunos seres que desde mi punto de vista actual no puedo calificar más que como humanos angelicales, con muy estrechos contactos en el otro lado de la realidad. Sin embargo, mi conciencia de este hecho no fue entonces demasiado profunda, de modo que debió transcurrir más de una década, antes que los ángeles llegaran a desempeñar un importante papel en mi vida.
Todo se inició como consecuencia de un encargo de traducción efectuado por un editor y gran amigo. Se trataba del libro de Terry Taylor Mensajeros de la Luz , que yo debía vertir al español. Cauteloso por naturaleza, no di en un principio mucho crédito al contenido del libro, me parecía - y me sigue pareciendo – encantador en muchos aspectos, pero en otros excesivamente fantasioso. Sin embargo, el contacto forzado que con él mantuve durante cierto tiempo y quizás también la desesperada situación en que entonces se hallaba mi vida a todos los niveles, me empujaron un día a comprobar la afirmación de Terry Taylor, según la cual, “toda petición humana, cualquiera que sea su importancia, será tenida en cuenta por los ángeles y llevada a efecto, siempre que sea favorable para todos los implicados, o al menos no resulte dañina para nadie”.
De modo que me decidí a pedir la ayuda de esos seres espirituales protagonistas del libro de Terry, sin imaginar ni un momento que pudiese recibir lo solicitado, y mucho menos que pocos años después, yo mismo estaría escribiendo sobre ellos.
El primer problema que les presenté se resolvió de una manera rápida y sorprendente. Mi situación económica era bastante crítica y lo que más me preocupaba en aquel entonces era el ya atrasado alquiler de mi apartamento. Usualmente entregaba cada mes un sobre con la cantidad acordada a la madre de la dueña, que vivía en el mismo edificio, dos pisos más arriba. Apenas habían pasado cinco o seis días desde mi petición de cierta ayuda monetaria, cuando de manera totalmente inesperada recibí una cantidad considerable – al menos para mí en aquel momento lo era -, sin que para nada me acordara entonces de los ángeles. Al subir a entregar el dinero a la viejecita y mientras esperaba que me abriera después de haber hecho sonar el timbre, vi que pegado a su puerta había un angelito de cerámica, cuya presencia jamás noté anteriormente y que ahora parecía mirarme de una manera muy especial. Cuando por fin me abrió y pude darle el sobre con el dinero para su hija, la anciana señora estuvo tan amable y se interesó tanto por mí, que desde entonces fue ya siempre mi aliada secreta. Bajé a mi casa maravillado y sorprendido. El ángel de cerámica y la actitud de la señora, con quien hasta entonces apenas si había intercambiado breves saludos, me hicieron pensar que tal vez los ángeles me habían oído, decidiendo ayudarme de algún modo.
Aunque mi escepticismo y mis dudas eran todavía considerables, afortunadamente no llegaron a impedir que realizara mi segunda petición, relacionada de nuevo con el problema de la vivienda. Sabía, pues me lo habían notificado diversos médicos, que la contaminación de la ciudad estaba afectando mi precaria salud y por otro lado, deseaba ardientemente liberarme del oneroso alquiler mensual. De modo que, intentando matar estos dos pájaros de un tiro y deseando al mismo tiempo comprobar definitivamente el poder y la voluntad de los ángeles, les pedí sin el mínimo recato algo que, teniendo en cuenta mis posibilidades económicas de entonces era casi demencial: una casa propia, en un bosque, y además, no demasiado alejada de la civilización. Apenas había transcurrido unas semanas cuando un compañero, profesor de la facultad de arquitectura, me comentó desolado que su ordenador se había estropeado en el momento más crítico, como suele ocurrir siempre. Por supuesto le ofrecí gustoso el mío y, así, una amistad que hasta entonces era muy superficial, se convirtió en algo bastante más sólido, tanto con él, como con otra arquitecta copartícipe suya en el trabajo efectuado con mi ordenador. Y fue precisamente esa arquitecta, quien poco tiempo después me ayudó enormemente en este asunto, y a ella debo el haber encontrado una parcela de terreno ideal para mí en todos los sentidos: el lugar es magnífico – aunque muchos lo consideran excesivamente frío -, en pleno bosque de cedros y a una hora escasa de la ciudad. La parcela en cuestión había sido embargada por el gobierno del estado. Siempre acompañado por la arquitecta, me entrevisté varias veces con el director de la dependencia estatal encargada de la regulación del suelo, y gracias a su intervención, pude adquirir la mencionada parcela por el mismo precio que había pagado su último dueño algunos años antes, en total, apenas tres mil dólares, cantidad que, teniendo en cuenta el nivel de la urbanización y la situación del propio terreno, era sencillamente ridícula. Además, por si todo ello fuera poco, el pago lo pude efectuar en varios plazos sin ningún tipo de recargo. El día que fui a ver el lugar me quedé helado; alguien, seguramente un niño, había pintado en la pared de la casa vecina la silueta de un ángel.