Gracias a Ángel, mi marido, sin cuya paciencia y dedicación no habría podido escribir este libro.
A mi hermano Julián, por la bibliografía sobre ángeles que encontró para mí en su librería. A mi hermana Luisa por su revisión de algunas partes del texto. A mis amigas Alma, Mónica, Mariví y Marutxa, que me dieron ánimos y han sido las primeras lectoras de la obra. También a mis editoras, Vanessa y Eva, por confiar en este proyecto.
Doy gracias a los ángeles silenciosos que nos acompañan en todo momento y les ruego extiendan ahora sus luminosas alas para que este libro prospere, cumpla su destino y los lectores encuentren en sus páginas aquello que buscan.
«Tú, mi Señor y Príncipe, mi ángel sacrosanto, mi precioso ser espiritual. Tú eres el Espíritu que me alumbró y el hijo que mi espíritu alumbra... Tú, que estás revestido de la más brillante de las luces divinas, manifiéstate a mí en la más bella de las epifanías, muéstrame la luz de tu rostro resplandeciente, sé para mí el mediador... Aparta de mi corazón las tinieblas de los velos...»
SOHRAVARDÎ
El libro de las conversaciones
Ángeles entre nosotros
Moradores de los espacios invisibles, descritos como espejos transparentes donde se refleja la majestad de Dios, los ángeles son intermediarios entre el cielo y la tierra, dispuestos siempre a cumplir con su función de transmitir los designios divinos. De hecho, el término con que los designamos, «ángeles», procede de la palabra griega aggelos (pronunciado anguelos) que significa «mensajero», al igual que el vocablo hebreo malaj, o el árabe malak: «portador de buenas nuevas». Su nombre obedece en realidad a su función. Pues la mayoría de sus apariciones registradas por las llamadas religiones del Libro, hebrea, católica e islámica, tienen que ver con esta misión de comunicarnos noticias, órdenes o planes del Ser Supremo.
Si bien, según las escrituras sagradas, los ángeles también se ocupan de la vida mineral, vegetal y animal en toda la Creación. Son ellos quienes median para que las nubes se transformen en lluvia, los vientos soplen esparciendo las semillas, las estrellas y planetas continúen en sus órbitas... En realidad podría decirse que nada crece en la tierra o se mueve en el firmamento sin su intervención.
¿De qué están hechos los ángeles? En el Antiguo y Nuevo Testamento, donde se citan más de cien veces, aparecen a la vista del ser humano de múltiples formas, como luces resplandecientes, carros de fuego, voces interiores, imágenes en sueños, y también como hombres bellísimos de aspecto andrógino y vestidos con túnicas resplandecientes o como seres alados. Parecen dotados de poderes y sabiduría sobrenaturales aunque limitados, pueden obrar milagros en un instante, son capaces de sanar, ayudar o mostrar el camino a seguir. Son espíritus de luz, fuerza y energía, que no pueden tener hijos si no es abandonando su condición angélica. Existen en número incontable y alaban continuamente al Creador rodeando su Trono.
De niños solemos creer en los ángeles al igual que creemos en las hadas. Aprendemos oraciones según las cuales «cuatro angelitos guardan cada esquina de la cama». Al crecer, la sensación de esta cercanía con los seres invisibles se desvanece de la memoria. La presencia angélica llega a ser simplemente una anécdota. Como cuando se hace un silencio repentino en una conversación y se dice: «Ha pasado un ángel». A pesar de este olvido, o incluso precisamente por él, los ángeles parecen trabajar día y noche desde el mundo invisible para abrir un resquicio por el que colarse en nuestro caparazón racional. Y es sólo en ciertas ocasiones, al encontrar al azar algo que buscamos y necesitamos desesperadamente, al cruzarnos fortuitamente con alguien que luego llega a ser muy querido, o cuando en los momentos de mayor pesadumbre, pérdida o enfermedad obtenemos consuelo, recuperamos la esperanza y esbozamos una sonrisa, entonces, quizá sólo por unos instantes, nos acordamos de nuevo de los ángeles, volvemos a tener fe, porque ¿quién si no ellos podría hacer posible lo imposible? ¿Quién si no ellos podría realizar el milagro de la Misericordia Divina?
EN BUSCA DE LA NATURALEZA PERFECTA
Las grandes tradiciones religiosas y esotéricas creen que la relación entre ángeles y seres humanos comenzó en el Paraíso. Antes incluso de que Adán y Eva abandonaran su vestimenta de luz para adoptar el traje de su tentador, la serpiente. Aun antes de que se decidieran a probar los frutos del árbol del bien y del mal.
Conocido como «la Caída», el error de nuestros primeros padres tuvo como resultado su destierro del Edén. Algunas tradiciones esotéricas sostienen que la Caída fue diseñada por el propio Creador. Al parecer era necesario que Adán perdiera la inocencia primordial para ser testigo, en nombre de Dios, de las vicisitudes de la materia. Ya fuera resultado de una libre elección, o bien fuera su destino, su «pecado» catapultó a Adán a esta tierra donde la fatiga, el olvido y el desasosiego son sus compañeros. La tradición cabalística dice que Dios no quiso abandonar a Adán ni a su descendencia sin la posibilidad de recuperar su Naturaleza Perfecta. Envió entonces a los ángeles a la Tierra para inspirar al ser humano el anhelo por retornar al hogar y recuperar su ser de luz original. Un retorno a casa que los hijos de Adán siguen intentando, aun sin saberlo. Y que pasa por superar sus tendencias negativas: el odio, la envidia, la violencia, la codicia, la desidia y todo aquello que les impide vivir en paz y felices.
Convertidos en custodios de esta cruzada, los ángeles tratan de ayudarnos. Nos inspiran buenas intenciones, nos cuidan desde que nacemos con una solicitud y ternura especiales y liberan nuestro pecho del peso que lo asfixia ante el sufrimiento o la desesperanza. Ése es el auténtico regalo del cielo: mostrarnos el camino para recuperar la esencia luminosa que anida en nuestro interior aunque no seamos conscientes de ella. Una legión de seres invisibles y silenciosos, pero tan próximos a nosotros como el aire que respiramos, espera a que con sentimientos, pensamientos y actos sinceros reclamemos ese don. Tan sólo hemos de aprender a escuchar sus consejos y solicitar su ayuda.
En El horóscopo de los ángeles se explica al lector cuáles son sus ángeles tutelares según la fecha de su nacimiento. Qué mensaje le envían. Qué dones le otorgan. Qué profesión será más fácil para él desempeñar. O qué desafíos espirituales le esperan. Además de una breve historia de la angelología según las tres grandes religiones, y una explicación sobre los coros y jerarquías celestiales, o las visiones de místicos de todos los tiempos, encontraremos también información sobre el origen cabalístico de los 72 ángeles del horóscopo. Qué ángeles están más próximos a la Tierra y al ser humano cada día del calendario. Cómo hacer un altar angélico para atraer su protección. A qué horas y cómo es mejor invocarlos, o qué peticiones nos pueden conceder. No es preciso ser creyente de una religión para acercarse a estos seres invisibles. Basta tener fe en ellos y anhelar la conexión con su energía para que su ayuda se materialice y nos convirtamos en acreedores de las bendiciones y favores que nos reservan.