Vladímir Ilich Lenin, líder de la revolución de octubre de 1917, es uno de los pensadores políticos peor comprendidos del siglo XX. En sus tiempos eran muchos, incluso entre sus enemigos, los que reconocían todo el alcance de sus logros intelectuales y políticos. Pero su legado se ha perdido en un mar de interpretaciones erróneas: es idolatrado pero raramente se le lee.
En el centenario de la Revolución Rusa, Tariq Ali dibuja un retrato esclarecedor de Lenin. Examina los dos principales factores que influyeron en su pensamiento (la agitada historia de la Rusia zarista y el nacimiento del movimiento obrero internacional) y explica la forma en que Lenin afrontó unos dilemas políticos y personales cuya sombra aún se proyecta sobre el presente: ¿En algún caso el terrorismo es una estrategia viable? ¿Está justificado apoyar las guerras imperialistas? ¿Es posible hacer política sin un partido? ¿La toma del poder en 1917 estuvo moralmente justificada? ¿Lenin tendría que haber abandonado a su esposa para irse a vivir con su amante?
En Los dilemas de Lenin, Tariq Ali subraya la claridad y el vigor de sus formulaciones teóricas y políticas. Concluye con un conmovedor relato de los dos últimos años de su vida, cuando se dio cuenta de que «no sabíamos nada», e insistía en que era necesario renovar la revolución para que no se marchitara y muriera definitivamente.
Tariq Ali
Los dilemas de Lenin
Terrorismo, Guerra, Imperio, Amor, Revolución
ePub r1.0
Titivillus 13.06.18
Título original: The Dilemmas of Lenin. Terrorism, War, Empire, Love, Revolution
Tariq Ali, 2017
Traducción: Alejandro Pradera
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Para los que vendrán después: tan sólo el pasado
puede abrir la puerta del futuro.
TARIQ ALI (Lahore, 21 de octubre de 1943). Nació y creció en Lahore, ahora Pakistán, en el seno de una familia comunista. Mientras estudiaba en la Universidad de Punjab, organizó manifestaciones contra la dictadura militar de Pakistán. Debido a sus contactos con movimientos radicales, sus padres, temiendo por su seguridad, lo enviaron a Inglaterra. Estudió en Oxford, Ciencias Políticas y Filosofía, y fue el primer paquistaní elegido presidente del Sindicato de Estudiantes de Oxford (Oxford Union). Su reputación se fraguó durante la Guerra de Vietnam, cuando mantuvo debates contra la guerra con personajes como Henry Kissinger y Michael Stewart. Después, se volvió cada vez más crítico de las políticas exteriores de Estados Unidos e Israel.
Activo en la izquierda desde los años sesenta, pertenece a la redacción de New Left Review. Ali participó activamente en política a través de su colaboración con el partido trotskista, The International Marxist Group (IMG), y con el periódico The Black Dwarf.
Desde entonces, Ali ha sido un crítico de las políticas económicas neoliberales y estuvo presente en el Foro Social Mundial de 2005 en Porto Alegre, Brasil, donde fue uno de los diecinueve firmantes del Manifiesto de Porto Alegre. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso desde su fundación en 2006.
Ha publicado más de una docena de libros sobre historia y política mundial y cinco novelas. Ha publicado en español las siguientes novelas: A la sombra del granado: Una novela de la España musulmana, El libro de Saladino, La mujer de piedra, Bush en Babilonia: la recolonización de Irak, Pakistán en el punto de mira de los Estados Unidos, Piratas del Caribe: el eje de la esperanza, Miedo a los espejos.
Notas
[1] En una nueva introducción al libro que contiene su ensayo «The Antinomies of Antonio Gramsci», Anderson detalla los bochornosos intentos tanto de los anticomunistas como de los comunistas para momificar a Gramsci, e incluso para presentarlo como un demócrata-liberal, entre muchas otras cosas.
[2] El libro Contrahistoria del liberalismo, de Domenico Losurdo (Ediciones de Intervención Cultural, Vilassar de Dalt, 2007), está cuajado de ejemplos de la filosofía progresista en la práctica. Uno de ellos resulta especialmente aleccionador. Losurdo señala que el reconocimiento de Haití por Estados Unidos tras la Guerra de Secesión fue puramente instrumental. Estados Unidos, incluido el propio Lincoln, todavía no había descartado la idea de «depositar en la isla del poder negro a los ex esclavos, a los que se pensaba deportar de una República que seguía inspirándose en el principio de la supremacía y la pureza de la raza blanca».
[3]Dissenter, en el original, en la acepción de los grupos religiosos protestantes disconformes con la Iglesia de Inglaterra. (N. del T.).
[4] Para mis ideas sobre el desenlace estalinista de la Revolución, véase Tariq Ali (ed.), The Stalinist Legacy: Its Impact on Twentieth-Century Politics, Londres y Boulder, 1984; y Tariq Ali, Miedo a los espejos, Madrid, 2016 (una novela reeditada recientemente).
[5] Traducción del ruso, V. I. Lenin, «El marxismo y la insurrección», en Obras Completas, tomo XXVII, p. 128, Madrid, Akal, 1976. (N. del T).
[6] «Consejos de un espectador», ibíd., p. 292. (N. del T).
[7] Eso es igual de valido para Petrogrado en 1917 como lo fue para Beijing en 1949, para La Habana en 1960, para Hanoi en agosto de 1945 y para Saigon en 1975.
[8] Bertrand Russell escribió: «Sólo vi a Lenin una vez: mantuve una conversación de una hora con él en su despacho del Kremlin en 1920. Me pareció que se parecía más a Cromwell que a cualquier otro personaje histórico. Al igual que Cromwell, Lenin se vio obligado a instaurar una dictadura por el hecho de ser el único hombre de negocios competente en un movimiento popular. Al igual que Cromwell, combinaba una estrecha ortodoxia en su pensamiento con una gran destreza y capacidad de adaptación en la acción, aunque nunca dejó que le arrancaran concesiones que tuvieran otro propósito que el establecimiento del comunismo en última instancia. Parecía, y lo era, un hombre completamente sincero y carente de ambición personal. Estoy convencido de que a él sólo le preocupaba el bien común, no su propio poder; me parece que Lenin estaba dispuesto a echarse a un lado en cualquier momento si, al hacerlo, hubiera favorecido la causa del comunismo».
[9] John Rees, The Leveller Revolution, Londres, 2016.
[10] V. Duruy, Histoire de France, Paris, 1893, t. II, pp. 524-525.
[11] Para más detalles, véase el capítulo 11.
[12] Gyórgy Lukács, Lenin: a Study on the Unity of His Thought, trad. al inglés Nicholas Jacobs, Londres, 1970 (cursiva mía). En una posdata de 1967, Lukács criticaba algunas de las afirmaciones que hacía en el texto original, pero ninguna de ellas tenía que ver con su valoración general de Lenin como el pensador que había sentado las bases de una teoría política marxista autónoma. Respecto al personaje de Lenin, Lukács citaba el elogio que hacía Hamlet de Horacio: «Y benditos aquéllos cuya sangre y cuyo juicio tan bien se entrelazan, que no son flauta para que los dedos de la fortuna toquen el registro que se le antoje».
[13] La mejor crónica de Brest-Litovsk puede encontrarse en Isaac Deutscher, «El drama de Brest-Litovsk», en