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Rafael Chirbes - El novelista perplejo

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Rafael Chirbes El novelista perplejo

El novelista perplejo: resumen, descripción y anotación

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Con El novelista perplejo, Rafael Chirbes nos descubre las preocupaciones que cimentan su obra narrativa. Para responder a las acuciantes preguntas de qué escribir y para quién, utiliza a autores como Broch, Proust, Aub, Benjamin, Pilniak, Marsé, Cernuda o Galdós, así como al pintor Francis Bacon, en un esfuerzo por desentrañar los mecanismos del uso ideológico de la producción artística y formar un mosaico sobre las contradicciones de la cultura contemporánea, incluidas la arbitrariedad con que el poder mediático alienta o silencia las corrientes artísticas, o el conjunto de intereses que son capaces de imponer una determinada forma de leer. Un libro cargado de disyuntivas: la literatura como forma de emoción o como imprescindible modo de conocimiento; como actividad privada o como acto público; como movimiento ensimismado o como parte de una historia, mediante el cual el extraordinario novelista Rafael Chirbes actualiza buena parte de las polémicas que han alimentado el debate contemporáneo sobre el sentido del arte.

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Con El novelista perplejo, Rafael Chirbes nos descubre las preocupaciones que cimentan su obra narrativa. Para responder a las acuciantes preguntas de qué escribir y para quién, utiliza a autores como Broch, Proust, Aub, Benjamin, Pilniak, Marsé, Cernuda o Galdós, así como al pintor Francis Bacon, en un esfuerzo por desentrañar los mecanismos del uso ideológico de la producción artística y formar un mosaico sobre las contradicciones de la cultura contemporánea, incluidas la arbitrariedad con que el poder mediático alienta o silencia las corrientes artísticas, o el conjunto de intereses que son capaces de imponer una determinada forma de leer.

Un libro cargado de disyuntivas: la literatura como forma de emoción o como imprescindible modo de conocimiento; como actividad privada o como acto público; como movimiento ensimismado o como parte de una historia, mediante el cual el extraordinario novelista Rafael Chirbes actualiza buena parte de las polémicas que han alimentado el debate contemporáneo sobre el sentido del arte.

©2002, Chirbes, Rafael

©2002, Anagrama

Colección: Colección Argumentos

ISBN: 9788433961853

Generado con: QualityEbook v0.82

Rafael Chirbes
El novelista perplejo
LAS RAZONES DE UN LIBRO
Capítulo I

ESTE libro recoge media docena de charlas pronunciadas a lo largo de los últimos años y unos cuantos escritos sobre autores y libros aparecidos en algunos casos en forma de prólogos y en otros como colaboraciones en diversos medios. De entre las charlas, «El yo culpable», que leí en El Escorial en 1997, y en la que intento analizar los orígenes comunes de la obra de Max Aub y la de ciertos egotistas de entre guerras —como Drieu y Céline—, y su posterior distanciamiento, es la más antigua, seguida, en la cronología, por otra, que pronuncié en el Palau Pineda de Valencia, sede en esa ciudad de la Universidad Menéndez Pelayo, y que plantea mis contradicciones como escritor que aprendió a hablar en una lengua distinta de la que escribe. Tiene también un toque maxaubiano y se titula «De lugares y lenguas».

Tuvieron igualmente su nacimiento como charlas otros textos que aquí aparecen: «El novelista perplejo», leído en el centro Villa Gillet, de la ciudad francesa de Lyon, «La resurrección de la carne», que escribí para la sede madrileña del museo Thyssen-Bornemisza; o los que llevan por título «El punto de vista» (lo leí en la Universidad de Duisburg, en Alemania), «Psicofonías» (para unas Jornadas de Pensamiento Crítico a las que fui invitado por unos amigos) y «Madrid, 1938», escrito con motivo de los encuentros sobre el papel de la literatura durante la Guerra Civil que tuvieron lugar en el Ateneo de la capital de España. «Con los alumnos de un instituto, el catorce de abril» nació como homenaje a cierto espíritu permisivo y —avant la lettre— republicano que atraviesa buena parte de la mejor cultura española y que ha sido periódicamente derrotado por embates de intransigencia.

Los otros textos, que evito enumerar para no hacer innecesariamente extenso este prólogo, se escribieron con explícita voluntad de ser impresos. Ya se ha dicho al principio: algún que otro prólogo (para El año desnudo, de Pilniak; para Vida y obra de Luis Álvarez Petreña), y lecturas casi siempre interesadas sobre autores que me interesan (Marsé, Zúñiga, Ford Madox Ford…), que han ido apareciendo en diversas publicaciones.

En todos los casos, se trata de colaboraciones que he aceptado en la medida en que me permitían poner por escrito preocupaciones sobre mi propia relación con la literatura y el arte, que, de otra manera, seguirían vagando por el mudo y evanescente limbo de lo subjetivo: las ideas que no se capturan y toman forma mediante la palabra no existen. Creo que puedo decir sin equivocarme demasiado que todos los textos de este libro están marcados por la voluntad de encontrar cuál pueda ser el sentido de la escritura y que podrían resumirse en dos preguntas fundamentales: por qué se escribe y para quién se escribe, aunque, como era de suponer que ocurriera en este oficio tan resbaladizo que es el de escritor, más que encontrar respuestas los textos han acabado por componer nuevas series de interrogantes. El título del libro, El novelista perplejo, que, por otra parte, es el del primero de sus capítulos, así ha querido reflejarlo, por más que algunos de estos textos, vueltos a leer, me parece que exhiben cierto tono aseverativo, ciertas seguridades de las que yo mismo carezco, quizá porque están escritos con ánimo de abrir la discusión acerca de cuál pueda ser el papel de eso que entendemos por literatura, y más en concreto de la novela, en los tumultuosos tiempos que nos ha tocado vivir. Parodiando el Diccionario de lugares comunes de Flaubert, todo tiempo que le toca a alguien vivir es, por definición, tumultuoso.

Capítulo II

DESDE que tengo uso de razón me veo con un lápiz o un bolígrafo en la mano, intentando contar algo; con un libro entre las manos, intentando aprender algo, o vivir vidas ajenas que yo no he podido permitirme. El sentido de mi vida y la escritura han estado íntimamente ligados, quizá porque no me he sentido nunca demasiado capacitado para vivir la vida que vivían quienes me rodeaban. Leer y escribir, por qué no confesarlo, han sido en mi biografía casi siempre un modo de refugio. Pero no es de esos porqués íntimos de los que tratan los textos que he agrupado en este libro. No es de eso de lo que me ha interesado hablarles a quienes me han escuchado en alguna ocasión; de lo que he querido escribir cuando he escrito. Siempre me ha parecido que ese aspecto tenía que guardarse con el pudor con el que se guarda lo privado y, cuando lo he abordado, ha sido de refilón, a través de personajes que no eran yo, o que sólo de refilón eran yo, o que eran tan yo que parecían otros. Las razones particulares de cada cual a la hora de escribir tienen, me parece, un peso frágil y bastante inconsecuente, dado que poner algo por escrito es ponerlo en el espacio común del lenguaje. Lo que nos importa —o lo que me importa— de un texto es su dimensión pública: de qué modo las experiencias y razones de uno pasan a formar parte de razones o sinrazones ajenas y cómo, se quiera o no, ayudan a componer o fijar ese espacio mental y hasta moral que es la sensibilidad de una época.

Tal vez, el peso de la literatura en la formación de la sensibilidad colectiva haya decrecido actualmente. Es muy posible que así sea, pero, en cualquier caso, nadie podrá negar que la literatura sigue ejerciendo cierta influencia en la formación del alma colectiva. La voluntad de indagar en las responsabilidades de quienes escribimos, de fijar cuál sea nuestra participación a la hora de componer la sensibilidad del tiempo que nos ha tocado vivir, de tejer sus aspiraciones y retratar sus frustraciones, es objeto central de este libro que, a pesar de estar formado con materiales sedimentarios diversos y acumulados durante una decena de años, creo que posee cierta unidad, aunque no sea más que la que le proporciona su carácter de periódico intento de abordar ese núcleo duro de lo literario, que siempre se nos escapa de las manos cuando intentamos capturarlo, tal vez porque se define precisamente en su calidad de intento.

Aunque el crítico sea más explícito a la hora de expresar las fuentes de las que procede su sistema y de buscar en ellas su autoridad, también el novelista, al escribir sus novelas, lee de una determinada manera a sus predecesores y busca apropiarse de ellos, de su parcela de legitimidad. Esa pretensión aparece explícita en este libro en el que el autor revela sus gustos, sus antipatías y sus simpatías. Lo cierto es que cada vez que he intentado reflexionar acerca de lo que podía ser la literatura (o la literatura que yo quería hacer), me han venido a la mente unos cuantos nombres de autores de cuya obra me siento deudor, y cuyos textos envidio como cumplimiento de una aspiración que comparto. Los descubrirá el lector de manera recurrente en los artículos que siguen, como descubrirá a otros autores que, por más que algunas de sus obras me parezcan técnicamente envidiables e incluso de altura imposible de alcanzar, representan aquello de lo que mi literatura escapa. En la literatura, me comporto como en la vida: tampoco en la vida he buscado hacerme amigo de los individuos que me han parecido más brillantes o más capacitados para el éxito, sino de quienes me ha parecido que cumplían ciertos rasgos de afinidad; que encarnaban determinadas virtudes que yo necesitaba más que ese brillo seductor que puede cautivar a mucha gente.

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