A inicios de este siglo y en el período más espectacular de desarrollo industrial y financiero del capitalismo moderno, Louis D. Brandeis escribe el alegato más contundente contra la actuación del oligopolio de los banqueros, organizados en torno a J. P. Morgan & Co., y su control expansivo de la economía norteamericana. El dinero de los demás constituye un riguroso y a la vez didáctico análisis del papel del banquero moderno y de los mecanismos de acumulación de poder económico, a la vez que una denuncia del uso de ese poder por quienes lo ejercen. Texto combativo, escrito para hacer frente con palabras e ideas a un rival de dimensiones colosales y poderes incomparables, tiene sin embargo la coherencia y la solidez que le imprimen la inteligencia y el carácter innegables de su autor. Resulta sorprendente comprobar que en la lectura de este texto clásico se encuentran las más luminosas claves de interpretación de nuestra actualidad
Louis D. Brandeis (1856-1941) fue juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América entre 1916 y 1939.
Louis D. Brandeis
El dinero de los demás
Y de cómo lo utilizan los banqueros
ePub r1.0
Editor 23.10.14
Título original: Other people's money and how the bankers use it
Louis Dembitz Brandeis, 1914
Traducción: Ramón Girbau Pedragosa y José Luis Blanco Ruiz
Diseño/Retoque de cubierta: Diseñador
Editor digital: Editor
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Prólogo
En la época en que la serie de artículos de Louis D. Brandeis sobre el trust del dinero aparecieron en Harper's Weekly, se recibieron muchas solicitudes para que fueran publicados en forma definitiva y más accesible. Incluso sin esta exigencia epistolar habría resultado a la postre evidente que estos artículos constituían inevitablemente un libro, en la medida en que incorporaban un análisis y una descripción realizados por la mente más experta de Estados Unidos sobre los grandes movimientos industriales de nuestra era. Las peticiones significaban que el público atento reconocía que en tales textos se hallaba una contribución a la historia. Era el tratamiento más claro y profundo jamás publicado sobre aquella parte del desarrollo empresarial que, tal como el presidente Wilson y otros prohombres han dicho, ha resultado ser el más grande de nuestros problemas. La historia de nuestro tiempo es la historia de la industria. En el futuro, ningún estudioso será capaz de describir nuestra era con autoridad salvo que aprehenda la expansión y la concentración que siguieron al dominio del vapor y de la electricidad, las grandes aportaciones de tal cambio, y los grandes excesos a que dio lugar. En mi opinión, ningún historiador del futuro encontrará entre nuestros textos contemporáneos otro análisis tan magistral de las razones por las que la concentración se descarrió. No soy sino uno más de los muchos que vemos en el señor Brandeis a una de las mentes más inventivas y sólidas de nuestro tiempo en el campo de la economía. Cuando sus artículos se estaban publicando en Harper's Weekly, tuve sobrada oportunidad de apreciar cuán extendido estaba entre la gente inteligente el convencimiento de que este diagnóstico brillante acerca de nuestro trust del dinero constituía la contribución más importante en muchos años al pensamiento actual.
No soy de los que utilizan la palabra grande de forma baladí; puedo decir, sin embargo, que veo al señor Brandeis como un gran hombre. Su comprensión de las cifras denota una gran inteligencia. Tal como uno de los primeros financieros de nuestro país me dijo en una ocasión, «la excelencia del señor Brandeis como abogado es sólo parte de su excelencia como matemático». Mi criterio en esta materia queda suficientemente expresado en el editorial de Harper's Weekly, que reproduzco a continuación:
ARITMÉTICA
Aproximadamente cinco años antes de la quiebra de la Metropolitan Traction Company of New York, el señor Brandeis viajó a Nueva York desde Boston y, en un discurso en la Cooper Union, profetizó el fracaso de dicha compañía. Por aquel entonces, banqueros de primera fila de Nueva York y Boston recomendaban encarecidamente dichas acciones a sus clientes. El señor Brandeis lo predijo únicamente sobre la base del análisis de los estados financieros publicados. ¿Cómo venció en la controversia Pinchot-Glavis-Ballinger?. Por muchos factores, sin duda. Pero quizás el paso más decisivo fue cuando calculó, simplemente, cuánto tiempo habría tardado un empleado diligente en leer el informe Glavis-Ballinger y en realizar un análisis del mismo. Sobre esta base, estableció que el señor Wickersham no podía haber preparado su informe en la fecha en la que decía haberlo realizado, por lo que éste tenía forzosamente que haber sido predatado.
La mayoría de las contribuciones del señor Brandeis a la historia más reciente están relacionadas con la aritmética. Si logró evitar una subida en el coste de los fletes, fue merced a un sólido análisis de los costes. Puso en marcha en Massachusetts la Savings Bank Insurance porque fue capaz de establecer cuál debía ser el coste de cada seguro. Cuando preparó el mejor contrato que existe en este país entre un municipio y una empresa de servicios públicos, fue necesaria una comprensión plena del negocio del gas —combinada, por supuesto, con la sabiduría y originalidad propias de un hombre de Estado—. No podría haber inventado las ventas promocionales sin un conocimiento preciso de las condiciones que se aplican al comercio de prendas de vestir. Cuando defendió ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos la constitucionalidad de la legislación que confería un trato preferencial a las mujeres, confió menos en la razón que en su conocimiento de lo que en realidad le sucede a la mujer trabajadora —cuestión esta que, aunque no propiamente aritmética, se basa en el mismo tipo de capacidad intelectual—. Casi dos años antes de que el señor Mellen cesara en la New Haven Railroad, el señor Brandeis escribió al actual editor de esta revista una carta privada en la que decía:
«Cuando la New Haven reduzca sus dividendos y Mellen cese, el "Declive de la New Haven y Caída de Mellen" ofrecerá una historia dramática del mayor interés humano, con una moraleja —o dos—, que incluirá la explicación de los males del monopolio privado. Los acontecimientos no pueden ser demorados por más tiempo, y quizás quiera usted prepararse para su advenimiento.
»Anticipando un poco el futuro, sugiero lo siguiente a modo de epitafio o necrológica:
»Mellen fue un hombre poderoso, con recursos y coraje, de amplias miras. Encendió la imaginación de Nueva Inglaterra. Y, sin embargo, al tener una visión oblicua, simplemente enturbió como un necio su propio juicio y silenció su conciencia. Pisoteó por algún tiempo con impunidad las leyes humanas y las divinas. Pero estando como estaba obsesionado por la ilusión de que dos y dos son cinco, cayó finalmente víctima de las leyes inexorables de la humilde aritmética.
»Recuerda, ¡Oh extranjero!, que la Aritmética es la primera de las ciencias y la madre de toda certeza».
La revelación de la deficiente administración financiera del ferrocarril de New Haven llevó, más que cualquier otra cosa, al descubrimiento y la comprensión de los pródigos métodos de la gran empresa en todo el país, y esta revelación acerca de la New Haven fue obra casi personal del señor Brandeis. Se trata de alguien que lucha contra cualesquiera entuertos cuando es necesario hacerlo, y que deja de luchar tan pronto la lucha se ha ganado. Durante largo tiempo, personalidades muy respetables y honestas del mundo de las finanzas mantuvieron que las imputaciones del señor Brandeis contra la New Haven eran injustificadas y erróneas. Él siguió adelante. Sin embargo, un año antes de la llegada de la crisis, dejó de preocuparse porque sabía que el trabajo había sido llevado lo suficientemente lejos como para que finalizara por la propia inercia. Cuando alguien le pidió que tomara parte en alguna pequeña controversia, poco antes del colapso, replicó: «Esta lucha ya no necesita de mí. El tiempo y la aritmética harán el resto».