La psicología
en 100 preguntas
La psicología
en 100 preguntas
Vicente Caballero de la Torre
Colección: 100 preguntas esenciales
www.100Preguntas.com
www.nowtilus.com
Título: La psicología en 100 preguntas
Autor: © Vicente Caballero de la Torre
Director de la colección: Luis E. Íñigo Fernández
Copyright de la presente edición: © 2018 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
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Elaboración de textos: Santos Rodríguez
Diseño de cubierta: eXpresio estudio creativo
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ISBN Digital: 978-84-9967-909-9
Fecha de publicación: enero 2018
Depósito legal: M-34384-2017
A Antonio Rodríguez Álvez, por el consejo que me llevó a la psicología de este peculiar modo.
Con afecto.
La psicología es de suyo una disciplina anfibia cuyo campo es flotante y está atravesado por el desarraigo, un campo cuyos términos no están determinados y sus operaciones, por lo mismo, no pueden ser acotadas sino que reverberan unas en otras sin alternativa o relación que las reabsorba para dar lugar a un teorema. La animalidad, humana o no, de sus sujetos experimentales, al igual que en el caso de la sociología o la etología, desborda operatoriamente la posibilidad de conducirnos a una red de teoremas que sostengan una verdadera ciencia —aquí no presuponemos que la verdad científica agote la idea de verdad, ni tampoco que el reduccionismo o el cientificismo permitan transfigurar a una tecnología o técnica en ciencia—.
La epistemología de la psicología ha procurado orillar lo anterior y dar por sentado el carácter científico-experimental de la disciplina psicológica —aplicación del método hipotético deductivo—, así y en ausencia de teoremas se ha acudido a una cierta lógica literaria que dotase de un padre fundador a la psicología científica, en la mayoría de los casos, W. Wundt, y que al mismo tiempo admitiera discriminar con supuesta claridad y distinción las diferentes corrientes que la historiografía psicológica hubiese arrojado desde el último tercio del siglo XIX : psicología de la conciencia, del inconsciente y de la adaptación —conductismo—, unidas al conexionismo, las psicologías cognoscitivas y ya en los últimos tiempos la neuropsicología, y por extenso las neurociencias, que parecen delimitar el devenir del objeto psicológico, que no de su campo, concepto este que escapa a la lógica epistemológico-literaria. Sin embargo, la supuesta claridad historiográfica se oscurece al encontrar, vaya por caso, neurocientíficos como Antonio Damasio que pretenden asimilar su trabajo con estructuras de carácter freudiano. Se viene a afirmar que la neuropsicología está enlazada al psicoanálisis en virtud de factores puramente externos: ambas disciplinas tratan con procesos inconscientes.
El autor de este texto, el doctor Vicente Caballero, ha sido capaz a través de esta obra de que los lectores sean competentes para entender y hacerse cargo de cuestiones aparentemente tan enmarañadas como la mencionada. Desde su brillante actividad como filósofo, tanto como docente e investigador de la Universidad Complutense de Madrid, ha ejercitado una técnica compositiva y crítica que permite relacionar los fenómenos psicológicos aparentemente sencillos con el carácter problemático que conllevan tales fenómenos. Es su lucidez en la articulación selectiva de lo sencillo lo que habilita al autor a ofrecer en el presente libro una composición crítica de lo complejo.
Dr. Francisco José Robles Rodríguez
Profesor del Departamento
de Psicología Básica II (Procesos Cognitivos)
Facultad de Filosofía
Universidad Complutense de Madrid
Como es sabido, la palabra psicología es el resultado de la composición de la terminación - logía que viene de logos — en griego: razón de algo, discurso que explica— y de la palabra psyqué . El significado de esta última palabra fue cambiando a lo largo del transcurrir de la Antigua Grecia, pero parece que en origen denotó al insecto conocido como mariposa para connotar algo así como leve brisa de aire, movimiento invisible pero perceptible.
Psyqué es el nombre de un personaje mitológico que está indisolublemente unido a Eros (Cupido en la mitología romana), el dios del amor. Su historia revela de algún modo las pretensiones que animan esta controvertida e interesantísima ciencia. Afrodita, diosa del amor y la sensualidad, no podía soportar el abandono al culto de su persona debido a la enorme admiración que suscitaba la belleza de una mortal: Psique. De todas partes del mundo venían personas a comprobar si era verdad que su belleza superaba a la de la mismísima diosa. Los celos consumían a Afrodita y la llevaron a tomar la peor de las decisiones: instrumentalizar a su hijo Eros, pidiéndole que hiriese de amor a Psique cuando esta entrase en contacto visual con el más horrible de los seres. Eros, obviamente, cayó enamorado y rendido a los pies de la hermosura de Psique y no la hirió a ella con sus flechas, sino que él mismo quedó subyugado. Psique no había sido objeto de enamoramiento hasta ese instante sino de adoración. Su belleza era sublime, ponía el entendimiento y la sensibilidad humanos en un plano de inclinación vertical en el que el deseo no tiene lugar. Un error de apreciación fundamental de Afrodita que convirtió a su hijo en la primera víctima del amor por Psique puesto que su carácter divino (Eros es un dios) los ponía en el mismo plano. Los padres, preocupados porque su hija no conseguía esposo, acudieron al oráculo de Delfos. Allí se desveló el terrible destino de la muchacha: sería desposada por un ser sobrenatural, con más poder que un dios, al cual encontraría en la cumbre de una colina. Esperando ella sola en aquel lugar sintió una brisa, un suave y fresco movimiento sutil del aire: era la manifestación de Eros. El aire la levantó y la transportó, levitando, hacia un lugar perfecto: un prado en las inmediaciones de una fortaleza donde agradables baños y manjares la esperaban. Su marido se dejaba escuchar pero no ver y le pidió que nunca volviera a tratar con sus hermanas y que no se empeñara en verlo o todo se echaría a perder. Psique aceptó la segunda condición pero no la primera, por lo cual el mismo viento que la transportó llevó a las hermanas a reunirse con ella en un momento en que aquellas lloraban su ausencia en la colina.
Eros y Psique. La mitología grecorromana ofrecerá a la psicología no solo el nombre de la disciplina, sino además, como se explica en otros apartados de este libro, una gran variedad de tópicos que incluso se han convertido en lugar común (como el complejo de Edipo) en el lenguaje de capas sociales mínimamente instruidas.
Las hermanas, ciegas por la envidia tras conocer el nuevo hogar de Psique, envenenaron sutilmente el corazón de esta con el fin de enemistarla con su esposo y destruir su matrimonio. La sutileza consistió en este argumento: «¿Por qué tu marido no se deja ver si no es porque, con seguridad, se trata de un ser horrible?». Hasta tal punto la insistencia de este pensamiento llegó a calar en la joven que esta se dispuso a desenmascarar a su marido, aunque para ello tuviera que usar la fuerza. Eros fue descubierto en su belleza indescriptible y la enorme alegría de Psique se tornó en la peor de las tristezas cuando Eros la repudió, porque ninguna relación, argumentó Eros, puede construirse sin confianza. Una vez que el dios del amor abandonó el hogar conyugal y que Psique, desolada, pidió auxilio a unos dioses que nunca se lo proporcionarían por temor a las reacciones de Afrodita, no quedó más solución que exponerse a la ira de la diosa y pedirle clemencia. Afrodita condicionó su perdón a la realización de una serie de tareas tan absurdas como aparentemente imposibles que, sin embargo, Psique pudo resolver. No obstante, en la última de ellas, al abrir la caja que supuestamente Perséfone le había entregado con una porción de su propia belleza, cayó en la trampa y sucumbió a un sueño que amenazaba con ser eterno… Eros apareció justo a tiempo para arrancar el sueño de los ojos de su amada y guardarlo en la caja de nuevo. Tras el incidente, Eros pidió a Zeus su consentimiento para restaurar su relación matrimonial. Psique ascendió al Olimpo con la ayuda de Hermes, el mensajero alado de los dioses. Amor y alma quedaron unidos en los cielos para siempre, mientras que Afrodita saboreaba la victoria de haber despejado la faz de la tierra de la única competidora posible.
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