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Luis Rodolfo Frías - Proceso al Dique San Roque

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Luis Rodolfo Frías Proceso al Dique San Roque

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Proceso al Dique San Roque

Luis Rodolfo Frías

Revista “Todo es Historia” Nro

Noviembre de 1974


El propio gobernador don Manuel Demetrio Pizarra ordenó el proceso, según comunicación oficial de su ministro doctor Nicolás M. Berrotarán de fecha 12 de setiembre. "El señor Agente Fiscal —se expresaba-— no necesita de conocimientos técnicos ni de análisis químicos del mortero empleado en las obras del dique, para dejar establecido con la claridad de la luz meridiana y con la evidencia de los hechos que se ven y que se palpan, la responsabilidad civil y criminal de los culpables".

Base de la acusación eran los informes del "ingeniero nacional" —como se lo denominaba— Federico Stavelius, llegado especialmente desde Buenos Aires para producirlo y del jefe de la Oficina de Riego, agrimensor Santiago Echenique. "Más de sesenta personas —decía el documento— han acompañado al gobierno en la última visita oficial al dique San Roque y ellas han podido comprobar de visu y tacto las gravísimas faltas de construcción que se detallan en el informe técnico del ingeniero Stavelius y del jefe de la Oficina de Riego, fallas y defectos que sólo en pueblos bárbaros dejan de constituir delito contra la hacienda pública y contra la seguridad y la vida de sus habitantes.

Pero el doctor Pizarro pretendía algo más. Defendía la política de su gobierno. Continuaba el doctor Berrotarán: "Pero si tal es la política del gobierno actual, él no puede tolerar que la imprudencia de los amnistiados del patriotismo levanten bandera contra ella para hacer pesar sus propios desaciertos sobre los que son llamados precisamente a repararlos en lo posible. El actual gobierno no ha podido mirar con indiferencia este cambio de roles y la actitud de protesta que en consecuencia se ha podido adopta: por los comprometidos en las dispendiosas obras de esta ciudad para despertar la opinión pública involucrar

Sus juicios, confundir la responsabilidad indiscutible de los unos con la pretendida de los otros y nivelar así todos los actos y procedimientos de hombres y administraciones antípodas cubriendo la propia responsabilidad en este desgraciado asunto. A prevenir esta mistificación y fijar con toda verdad y precisión responsabilidad de los autores y cómplices de tales hechos se dirige este proceso que mira más al respeto debido al gobierno actual, a la mor; administrativa de sus actos que al interés mismo de la justicia civil y criminal por la imposición de la pena a los procesados y satisfacción de los daños causados a la sociedad y al erario público".

¿Cuál era ese "cambio de roles", esa " actitud de protesta" imputada como aviesa conducta los procesados? ¿Oposición política en las cáma ras legislativas, en la prensa, en las puja s electorales? ¿Acaso alguna conspiración arma: en marcha? Caído el "juarismo" dos años atr ás se reconstituía para combatir al brioso mand atario. Ya se verá.

EN LA PRISION

El 16 de septiembre, el fiscal doctor Juan Dios Moscoso elevó su requisitoria. Una inusit a da violencia campeaba en esta pieza proces al Concluía con este arrebatado sarcasmo: " Des de luego y en consecuencia, se hace necesario q ue V. S. dicte a su tiempo la correspondiente orden de prisión contra toda persona que resulte complicada en este grave y delicado asunto, para este modo desagraviar un tanto a la sociedad a la ciencia resentida por la aparición repentina de tanto sabio improvisado, para que a la so m bra de los calabozos y bajo el silencio que mismos proporcionan puedan con más tranquilidad perfeccionar sus conocimientos técnicos ”. En su violencia, el doctor Moscoso daba por ac re ditados los presuntos delitos a investigar. Y no lejos estaba de sospechar, en su temeridad, qu ie nes eran, en verdad, esos "sabios improvisad os” : Bialet Mesé y Casaffousth, que no pudie ron dejar de conocer los hechos que se avecinab an . Esperaron serenos, sin pretender huir u ocultarse.

Desde su prisión el primero se dirigió en estos términos al doctor Miguel - photo 1

Desde su prisión, el primero se dirigió en estos términos al doctor Miguel Juárez Celman- Le escribo desde el Departamento de Policía donde estoy preso por el crimen de haber construido el dique. Con la frente alta , y dispuesto a sufrir las consecuencias de haber emprendido y llevado a cabo esa obra, le garantizo por mí , honor que el dique es bueno y está bien a pesar de algunos desperfectos causados por el abandono la incuria y la imprudencia con que se han tratado esas obras. Lo que conmigo se ha hecho .es brutal y ha sido sólo porque hay el propósito deliberado de derribar el dique para q ue no quede nada que venga de Juárez Celman. ¡ Barbaros! No saben que la ingratitud es la peor de las manchas . Esa obra sobrevivirá a los años , ese . l aurel no podrán arrancarlo de su frente y de la mía, en lo poco que me toca. Me sacaron a las diez y media de la noche de mi casa, como a un bandido, pero al día siguiente la sociedad c o rdobesa me dio una muestra de aprecio que agradeceré siempre.

Se repite que el dique no sirve y que no hay otro remedio que deshacerlo Eso me mataría. He de protestar y defenderlo a gritos, con las uñas, como se pueda; pues sería un crimen de lesa civilización. Será una infamia que me maten, pero será peor que se derrumbe esa obra. Le ruego que no pida y no haga nada por mí , pero le pido haga todo lo que esté a su alcance para que se conserve el dique" [1] A la exaltada pasión de sus detractores, Bialet Masse opuso la suya, originada más que en el agravio, en el deseo de defender la obra Nada le importaba su prisión, la vergüenza, la calumnia, el odio hacia su persona. Tampoco su ruina económica .

Pocos meses atrás habíase presentado ante la justicia pidiendo convocatoria de acreedores y haciendo cesión de todos sus bienes La causa de ese quebranto no era otra —como se verá más adelante-- que las deudas contraídas en la erección del dique. En medio de tanto oprobio, solo pensaba en aquel murallón salido de sus manos. Nacido en la ciudad catalana de Mataró el 19 de diciembre de 1846, vino a nuestro país muy joven trayendo sólo su título de médico . Radicado en San Juan, estudió allí agrimensura y formó su hogar con Zulema Laprida nieta del presidente del congreso que proclamara la Independencia en 1816. Instalado luego en Córdoba , obtuvo su diploma de abogado en la vieja universidad de San Carlos. Inteligente emprendedor. Trabajador infatigable, fue también estanciero y empresario industrial. La construcción del dique San Roque marcó una de las horas mas grávidas de una existencia afanosa y fecunda como pocas s . pero en verdad ¿el proceso reconocía como causa el propósito de que Córdoba nada debiera a Juárez Celman, caído ahora como él , después de una fulgurante vida públi ca.

LA VISION DE TEJEDA

El valle de Punilla se extiende al noroeste de la ciudad universitaria, precisamente desde la cuesta de San Roque —a cuyo pie florece hoy la villa de Carlos Paz— hasta abrirse sobre la planicie septentrional que se prolonga en las salinas extendidas hasta los llanos de La Rioja y tierras catamarqueñas. Las sierras Chicas y Grandes lo flanquean por el naciente y el ponien te. A uno- y, otro lado los Picos de Uritorco y Achala señalan , respectivamente, las cimas más altas.

Apenas descendía de aquella cuesta, el viajero de antaño se encontraba con el valle de San Roque, casi un cuenco humilde y acurrucado p ero en su reducido recinto se unían los arroyos de San Roque y de Cosquín, formando el río Primero, que nutrió a Córdoba desde su nacimiento. Junta de ríos, pues, y por ello Quisquí- sacate en el lenguaje de los indígenas, como lo conocieron los conquistadores. Lugar húmedo y fresco, idílico, que en mala hora se ufanaría de tan señalado destino.

El río Primero, apenas formado, se internaba en una estrecha garganta para seguir dificultosamente serpenteando por la quebrada que terminaba veinte kilómetros más abajo en la Calera. Indistintamente, aquella garganta fue llamada "boquete" o "portezuelo". Si el valle era riente y poblado, más acá se enseñoreaban la soledad y el misterio para dar seguro refugio a los fugitivos de la justicia y de la ley. Ninguno tan famoso como el negro Bamba, de quien asegura la tradición que raptó una niña de familia principal, para esconderla allí. Si esto puede ser leyenda cantada por los poetas, lo cierto es que Bamba existió. Así lo muestra un documento del pleito que en 1845 sostuvieron los Allende con los Cabanillas por derechos y posesión de tierras. El testigo Justo Ferreyra asevera " que tiene noticias que un negro llamado Bamba vivió por muchos años prófugo y estableció una huerta de uvas... ". Y el probo historiador monseñor Pablo Cabrera afirma haber tenido en sus manos un papel emanado de los Allende en el cual consta las depredaciones que el negro hacía en sus haciendas [2] .

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