FANTASMAS DEL ESCRITOR
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Edición en formato digital: septiembre 2017
© Adolfo García Ortega, 2017
Procedencia de las ilustraciones: 1, Colección Telefónica © Hereus Arissa,
6, © Ángel Olgoso
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2017
Imagen de portada: Fotografía de Geof Kern
Conversión a formato digital: Maria Garcia
ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-17088-40-8
A Hipólito G. Navarro
A Gonzalo Suárez
A Hélène Girard
«¿Cuáles son las causas profundas de esta reiterada y al parecer invencible proclividad? Son varias, que operan a veces separadamente y, a veces, en catastrófica combinación.»
ERNESTO SABATO
«No hace falta decir que no deberían confundir a los escritores con sacerdotes, pero tampoco deberían confundir a los redactores de guiones cinematográficos con escritores. Los lectores no son lo mismo que los espectadores y la estructura de una novela no es la misma que la estructura de una publicidad de ropa interior. La jerarquía es sin duda una noción molesta, que invoca lo alto y lo bajo, y provoca grandes acusaciones de esnobismo y discriminación. Pero las jerarquías también apuntan al reconocimiento de las diferencias e -inexorablemente- la vida del intelecto es, por fuerza, jerárquica: insiste en que una cosa no es lo mismo que otra.»
CYNTHIA OZICK
MAPA DE ESTE LIBRO
Perdonen si me apropio, con infinito respeto, de la expresión que acuñó Nabokov para decir que el libro que el lector tiene en sus manos se compone de «opiniones contundentes». Responden a reflexiones sobre muy diverso espectro en materia de literatura, cultura y política, siempre abordadas desde lo que podría llamarse el ensayo subjetivo, es decir, un intento de involucrarme como escritor en las cuestiones que, precisamente en tanto que escritor, me interpelan una y otra vez y ante las que no tengo una postura políticamente correcta, sino más bien algo osada, algo melancólica, incluso algo irónica, y siempre decidida.
Estos textos se han escrito a lo largo de varios años, no muchos, concretamente a partir de 2012 hasta 2017. Alguno formó parte de artículos que vieron la luz en mis medios habituales, como son El País o El Norte de Castilla. Otros muchos son inéditos. Las partes, realmente breves, que van en cursiva corresponden a anotaciones de carácter personal (es la primera vez que escribo algo directamente así, de connotaciones biográficas) y, por un impulso de pudor, están escritas en tercera persona, como si me viese ajeno a mí mismo y objeto de análisis literario. O quizá salieron así porque siempre me pareció enigmática la máxima de La Rochefoucauld que dice: «A veces uno es tan diferente de sí mismo como de los demás». De nuevo la otredad, esa constante de mis libros.
Finalmente, creo necesario rendir un homenaje al verdadero inspirador de este Fantasmas del escritor. No es otro que Ernesto Sabato, cuyo libro de 1979 El escritor y sus fantasmas tanto me marcó en mi vida literaria y personal. Su contenido y su estructura, con las divisiones en breves párrafos titulados, más la búsqueda de profundidad para explicitar «esas oscuras motivaciones que llevan a un hombre a escribir», como dice Sabato en su prólogo, han formado parte de mi intención y a él, maestro, se lo reconozco.
Madrid, junio de 2017
ADOLFO GARCÍA ORTEGA
LA GOTA DE ÁMBAR
Tanto tiempo y tan poco tiempo. Asisto a una conferencia en la que Gonzalo Suárez habla del tiempo, pero empieza la conferencia por el final, y ya no hay tiempo. Solo le faltó decir (¿o lo dijo?) que así era la vida: levantar la mano y ser cercenada, abrir la boca y enmudecer, hola y adiós con nada en medio. Casi estuvo a punto de marcharse nada más llegar, porque la primera palabra que dijo fue fin. Puede que la segunda fuese gracias.
Pienso entonces que tiempo, mucho tiempo, es lo que media ya entre Gonzalo y yo. Lo conozco y admiro desde hace muchos años, incluso desde mucho antes de conocerlo. Somos amigos, nos queremos. Es el director de cine de algunas de las mejores películas españolas y el escritor español de algunas de las mejores novelas extranjeras, porque su literatura, fuera de todo contexto realista, es digna expresión de otra literatura, quizá de otro país, siempre de otra imaginación; como escritores, lo que nos une a los dos, en cierto modo, es esta paradoja, la de que ambos escribimos en una lengua pero tenemos la concepción literaria de otra distinta. Por eso a veces nos reconocemos como dos islas, dos mundos encapsulados en una gota de ámbar en nuestra cultura hispánica, en la que priman corrientes literarias y artísticas a las que somos ajenos, y viceversa.
Cuando Gonzalo Suárez habla del tiempo, en realidad confiesa que habla de algo que es absurdo. O mejor dicho, veloz. Veloz y flexible hasta la inexistencia. Todo lo que es hoy, según él, en seguida es ya, inexorablemente, ayer remoto. Todo se precipita hacia el olvido a medida que pasa el tiempo (tempus fugit!). Y, sin embargo, hay que atacar, subraya él, quedarse quieto a la defensiva es una renuncia inaceptable. Que pase el tiempo, sí, pero con nosotros combatiendo dentro.
RIMBAUD TOUJOURS
En los tiempos que corren, hay que volver a Rimbaud, si es que alguna vez hemos cometido la torpeza de abandonarlo. Amo a Rimbaud. Cuando se es joven, leer a Rimbaud es estimulante, adictivo y literariamente peligroso: hay poetas en los que uno puede quemarse y perecer para siempre, si se acerca demasiado. Decía Gil de Biedma, a este mismo respecto, parafraseando a su maestro inglés W. H. Auden, que un poeta joven debe empezar por imitar a poetas menores, porque si empieza por imitar a los mayores, arderá en su llama. Bien: la poesía de Rimbaud, por tanto, es lectura para encenderse de joven, evitando siempre copiarlo demasiado -aunque me temo que es imposible no hacerlo-; pero también lo es para revigorizarse en todo tiempo y edad. Es un pozo sin fondo, y con el tiempo se ahonda más. Es inmortal de verdad. Sus versos provocadores agitan las conciencias cada día más, sus versos oscuros se vuelven más elocuentes, sus extrañas imágenes nos asombran por su vigencia renovada, su palabra germina hoy como la de ningún otro escritor del pasado. Y eso que dejó de escribir a los diecinueve años. Pero entró como un cuchillo hasta el fondo de nuestro corazón. Por eso lo amo.
Cuando, hace unos años, tuve frente a mí el famoso cuadro de Fantin-Latour Rincón de mesa, me quedé extasiado mirando a aquel joven Rimbaud, bello, singular, imberbe, que estaba pintado junto a Verlaine y que, sin saberlo, había cambiado el mundo. Lo miraba consciente de que él también me miraba a mí. Sin Rimbaud no habría movimiento 15-M. Pero tal vez no lo sepamos todavía. Es cosa de tiempo.
INTEGRISMO
El politólogo norteamericano Berman ha escrito La huida de los intelectuales, un libro razonado sobre la figura del teólogo islámico Tariq Ramadan, icono de los intelectuales progresistas cuando en realidad es un lobo con piel de cordero. Desmenuza Berman el falso discurso de Ramadan y llega a la esencia de su profundo integrismo «como arma sutil y violenta». Pero el problema real que denuncia Berman es la dejación de enfrentamiento, por parte de los intelectuales europeos, a la dialéctica reaccionaria que este teólogo «moderado» está introduciendo en Europa, bajo capa de que un islam incomprendido tiene mucho que aportar. Según Ramadan, la lapidación de mujeres, la sharia y los principios político-religiosos de los Hermanos Musulmanes (fundados por su abuelo, cuyas teorías Ramadan maquilla sin descanso) son la base de esa