Akal / Cuestiones de antagonismo / 96
David Harvey
El cosmopolitismo y las geografías de la libertad
Traducción: Francisco López Martín
La libertad es a menudo invocada para justificar la acción política. Presidentes estadounidenses tan dispares como Woodrow Wilson, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy, Ronald Reagan y George W. Bush, por ejemplo, formularon sus políticas a partir de alguna variante del noble ideal de la libertad. Sin embargo, las declaraciones universales y los elevados discursos se pervierten y convierten con demasiada facilidad en sucias políticas de explotación, desigualdad e injusticia en cuanto ponen los pies en el suelo, socavando así nuestra fe en teorías universalistas.
Aunando sus dos pasiones, la política y la geografía, David Harvey bosqueja un orden cosmopolita más acorde con una forma emancipatoria de entender la gobernanza global. Los proyectos políticos que ignoran la complejidad de la geografía están condenados al fracaso; incorporar el saber geográfico y antropológico en la formulación de las estrategias políticas y sociales es una condición necesaria para alcanzar una democracia genuina.
Harvey comienza con una perspicaz crítica de los usos políticos de la libertad. A continuación, mediante la investigación ontológica de las nociones fundacionales de la geografía –el espacio, el lugar y el entorno–, reconstruye de una manera radical el conocimiento geográfico para reformular la teoría social y la acción política sobre nuevas bases. Como Harvey deja meridianamente claro, esa transformación alumbra un cosmopolitismo que está arraigado en la experiencia humana, no en ideales ilusorios, y nos pone en camino de alcanzar la liberación que ansiamos.
David Harvey es Distinguished Professor of Anthropology and Geography en el Graduate Center de la City University of New York (CUNY) y director del Center of Place, Culture and Politics de la misma universidad.
En Ediciones Akal ha publicado Espacios de esperanza (2003), El nuevo imperialismo (2004), Espacios del capital (2007), Breve historia del neoliberalismo (2007), París, capital de la modernidad (2008), El enigma del capital y las crisis del capitalismo (2012), Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana (2013) y los dos volúmenes de su Guía de El Capital de Marx (2014 y 2016).
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RAG
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Título original
Cosmopolitanism and the Geographies of Freedom
© Columbia University Press, 2009
© Ediciones Akal, S. A., 2017
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-4436-9
Prefacio
El origen de este libro se remonta a las Conferencias de Teoría Crítica de la Biblioteca Wellek que impartí en mayo de 2005 en la Universidad de California (Irvine). Fue un placer y un privilegio compartir mis ideas con todos los asistentes, y quiero dar las gracias a los organizadores y a los participantes por su generosidad, su calurosa recepción y su compromiso intelectual.
En un principio había pensado publicar las tres conferencias sin introducir grandes retoques, pero a medida que las iba revisando veía cada vez más claro que era preciso ampliarlas y expandirlas hasta que tuvieran una forma semejante a su estado actual. Cuando me pidieron que impartiera estas conferencias me sentí sorprendido y honrado, dada la formidable lista de ilustres intelectuales que y los estudios críticos, han ido tomando conciencia de que las ideas sobre el espacio, el lugar y el entorno eran cruciales para desarrollar su trabajo, el terreno en el que puede operar una teoría crítica geográfica se ha ido ampliando considerablemente.
A lo largo de los años he tenido la enorme suerte de participar en un gran número de debates –en forma de conferencias, seminarios, presentaciones y mesas redondas– desarrollados en los ámbitos de las más variadas disciplinas. Esa misma diversidad hace que me resulte difícil dar las gracias a personas concretas por lo mucho que he aprendido en ellos. De ahí que quiera agradecer públicamente la importancia que ha tenido para mí ese diálogo continuado, y declarar sin ambages que este libro es en la misma medida el producto de ese compromiso colectivo que el resultado de mis esfuerzos personales. Pese a todo, cometería un grave error si no agradeciera en concreto el extraordinario estímulo que para mí supone impartir clases en el Graduate Center de la City University of New York (CUNY), donde colegas afines y estudiantes de antropología, geografía, sociología y otras disciplinas colaboran no sólo para dedicarse con un enorme grado de compromiso a la investigación crítica, sino también para crear un ambiente de aprendizaje verdaderamente solidario.
conferenciantes invitados cabe citar los nombres de Donna Haraway, Talal Asad, Angela Davis, Homi Bhabha, Gayatri Ch. Spivak, Judith Butler, Jean-François Lyotard o Peter Sloterdijk [N. del E.].
Prólogo
El concepto de libertad ha tenido una importancia capital en la historia de lo que podríamos llamar La Ideología Estadounidense, y ha dado lugar a toda clase de consecuencias materiales. En el primer aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, por ejemplo, el New York Times publicó un artículo de opinión con la firma del presidente George W. Bush. en particular se convirtió en un tema recurrente en los discursos de Bush.
El primer ministro del Reino Unidos, Tony Blair, adoptó una postura más cosmopolita. Cuando habló ante el Congreso de los Estados Unidos en julio de 2003, poco después de que supuestamente la misión en Irak hubiera llegado a su fin, introdujo un matiz amistoso en el hincapié de Bush en los valores estadounidenses..
En el discurso de aceptación de su candidatura a la presidencia, que pronunció en septiembre de 2004 durante la Convención Nacional del Partido Republicano, Bush desarrolló un poco más el argumento. «Creo que los Estados Unidos están llamados a encabezar la causa de la libertad en el.
La transición de los valores genuinamente estadounidenses a los valores humanos universales, los valores otorgados por la naturaleza y, finalmente, el diseño inteligente del Todopoderoso resulta interesante desde un punto de vista retórico y sustancial. En el último discurso, es evidente que Bush se veía a sí mismo conduciendo a los Estados Unidos en su gran misión para lograr que se materializaran los planes de Dios. A partir de ahí, las grandes decisiones podían proyectarse sobre un marco rígido e inflexible en el que se invocaban con frecuencia los absolutos del bien y del mal, y la necesidad de hacer justicia aplastaba cualquier otra consideración sobre la complejidad de lo real. El recurso excesivo al militarismo deriva en parte de esta circunstancia; como dijo el vicepresidente Cheney, «con el mal no se negocia: hay que vencerlo».
Sin embargo, otro elemento que resulta llamativo en estos discursos –y Bush pronunció muchos de ellos incluso antes de los acontecimientos del 11 de Septiembre– es el descarnado contraste entre la nobleza y la elevación moral de sus declaraciones universales y la cruda realidad de los hechos: la tortura y el asesinato de prisioneros por parte de los Estados Unidos en Bagram (Afganistán); las degradantes fotografías de Abu Ghraib; la negación de los derechos de la Convención de Ginebra a cualquier persona a la que el gobierno de Bush considerara combatiente ilegal o enemigo; las terribles imágenes de prisioneros con grilletes en los pies, encarcelados sin juicio durante años en Guantánamo; la negativa del ejército estadounidense a llevar registros de las «muertes colaterales», cuyo número se cree que superó las cien mil en el primer año de la ocupación de Irak; la «entrega» de sospechosos elegidos arbitrariamente (y, al parecer, muchas veces de manera errónea) a países donde se practica la tortura en los interrogatorios. Las pruebas demuestran que estas violaciones de los derechos humanos y de la decencia, lejos de ser el resultado de algunas «manzanas podridas» dentro del ejército, como afirmaba el gobierno, son sistemáticas. En 2005, Amnistía Internacional condenó al gobierno de Bush por sus «atroces violaciones» de los derechos humanos en Afganistán, Irak y Guantánamo. En los Estados Unidos, la Ley Patriota (Patriot Act) restringió las libertades civiles, mientras que en el extranjero el gobierno, pese a sus nobles pronunciamientos en sentido contrario, no dejó de apoyar a gobiernos represivos, autoritarios e incluso implacablemente dictatoriales (como los de Uzbekistán, Pakistán y Argelia, por nombrar únicamente a tres) cuando convenía a los intereses estadounidenses.
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