Preámbulo del autor
En el verano de 2014, con la excusa de visitar a una amiga que acababa de instalarse en Filadelfia, pasé unos días en Nueva York. Entre mis planes no estaba subir a la azotea del Empire State, visitar a Miss Liberty o pasear por el puente de Brooklyn. Y, de hecho, no hice ninguna de estas cosas. Mi aspiración era cumplir un «viejo» y sencillo sueño: sentarme un ratito en silencio en el lugar donde Robert King Merton disertaba sobre la profecía que se cumple a sí misma.
Llegué a la Universidad de Columbia un viernes por la tarde, y temí que el lugar estuviera cerrado. Un guardia de seguridad me indicó dónde se hallaba Fayerweather Hall. Se trata de un edificio pequeño precedido de un sencillo jardín, junto a una capilla. Me dirigí a la puerta más cercana, que estaba efectivamente cerrada. Entonces probé en la segunda puerta, y mi pulso se aceleró cuando al presionar la barra ésta cedió sin mayor esfuerzo. A la derecha, un panel indicaba que aquel edificio ya no alojaba al Departamento de Sociología sino al de Historia. Entonces me pregunté si todavía existiría el número 415, señalando el que otrora fuera el despacho de Merton. Sí que existía y, para mi satisfacción, ningún nombre se anunciaba bajo él. Así que saqué una fotografía de la puerta.
Traté entonces de encontrar un aula que se pareciera al anfiteatro que, leyendo los recuerdos de James S. Coleman, yo había imaginado en mi cabeza. Obviamente el edificio estaba remodelado interiormente, y ninguna de las aulas se parecía a aquello que buscaba. No obstante, entré en una de ellas, garabateé un esquema en la pizarra y le hice una foto (que más tarde usé como un preciado souvenir). Y entonces me senté en una de las sillas a esperar que llegara el profesor.
Este viaje, en realidad, se había iniciado mucho tiempo antes, en el otoño de 1990, transitando la larga y tortuosa carretera que, en aquel entonces, separaba la ciudad de Cartagena, mi casa, de la de Granada, el lugar donde me formé. Por aquella carretera, en un autobús atestado de jóvenes estudiantes, como yo mismo, algún compañero de viaje me interrogó (en el meollo de esa conversación que nos permitía evadir una parte de las penosas seis horas de trayecto), ¿cómo no?, con ese eterno acertijo al que hoy en día se siguen enfrentando mis estudiantes cuando conversan con sus colegas sobre el mismo tema. El «acertijo», que no por estar en boca de un joven de dieciocho años deja de ser un problema intelectual de calado, es así: «pero... eso tiene mucho que ver con la psicología, ¿no?». En última instancia estas páginas pretenden ofrecer una respuesta a esa cuestión sobre la naturaleza de las ciencias sociales en general, y de la sociología en particular. Una respuesta, en cualquier caso, distinta a la que me enseñaron en aquella Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, sita en la calle Rector López Argüeta, de la tan bella, tan añorada y tan lejana ciudad de Granada.
Es éste un libro de teoría social fundamentado en mi labor investigadora y en mi experiencia docente en la Universidad de La Laguna. No se trata, sin embargo, de un manual al uso, del que existen decenas de buenos ejemplos que típicamente exponen los contenidos estandarizados de las distintas escuelas de pensamiento sociológico. En su lugar, se inserta en una tradición muy concreta, de la que existen muchos menos ejemplos. La tradición de libros como La construcción de teorías sociales, de Arthur Stinchcombe, La lógica de lo social, de Raymond Boudon, o Tuercas y tornillos para las ciencias sociales, de Jon Elster. Estos ejemplos tienen en común que su objetivo no es narrar lo que otros han teorizado, sino enseñar al lector a teorizar, esto es, a pensar de manera clara, ordenada, autónoma y fructífera sobre la realidad social. Resultará obvio el rubor que me supone atreverme a seguir la estela de estos gigantes, tarea que no habría emprendido de no creer firmemente en las capacidades, y de no sentir como mías las necesidades, de mis estudiantes, a quienes con mucho cariño dedico mi esfuerzo.
De esta forma, por las páginas que siguen no desfilan los nombres de los pensadores que corrientemente pueblan los manuales tradicionales de teoría sociológica, sino que éstas se nutren del legado de una saga de sociólogos que ha sido denominada «analítica». Así, amén de los nombres más conocidos, como Robert K. Merton, James S. Coleman o Peter M. Blau, aquí se recogen las ideas de otros sociólogos, ya veteranos aunque menos conocidos, como Mark Granovetter, Roger Gould, Karl D. Opp, Peter Hedström o Peter Bearman; y los de otros, más jóvenes, con gran talento, como Duncan Watts, Gianluca Manzo o Sandra González Bailón. Todos ellos contribuyen a configurar una respuesta singular a las preguntas ¿qué es? y ¿cómo se hace la sociología? Una respuesta que, aunque bebe de fuentes lejanas en el tiempo, no existía como tal en los años en los que yo estudiaba en Granada, y que sólo recientemente ha adoptado una forma institucional reconocible con la aparición de la International Network of Analytical Sociology y la publicación de obras de referencia como Dissecting the Social o The Oxford Handbook of Analytical Sociology. Entre estas obras es preciso subrayar el libro Sociology as a Population Science, que John Goldthorpe publicó mientras yo revisaba mi manuscrito, y que Alianza Editorial publicó en castellano en 2017. Las personas que hayan leído la obra de Goldthorpe reconocerán fácilmente en el presente libro una continuación y desarrollo de sus tesis.
Por supuesto, existen muchas formas de abordar la exposición de los contenidos, y sin duda otro autor lo habría hecho de manera distinta. Con todo, el libro recoge los rasgos definitorios que la mayoría de las fuentes autorizadas consideran característicos de la sociología analítica: explicación por mecanismos, teoría de la acción, individualismo estructural, modelos basados en agentes y teorías de rango medio. Engarzados a estos rasgos, hay una exposición de temas sobresalientes en los estudios sociológicos, como son el capital social, la diferenciación de estatus, la homofilia, las normas sociales, las relaciones de poder, etcétera. Igualmente, hay una selección de casos empíricos especialmente relevantes en un amplio abanico de temas, desde las relaciones amorosas entre adolescentes hasta la reproducción social del estatus educativo.
A pesar de que el libro está escrito desde la sociología, y por un sociólogo, el autor entiende que será de provecho para otros miembros de la gran comunidad de las ciencias sociales: economistas, politólogos, antropólogos, demógrafos y arqueólogos. Muchos de ellos encontrarán en él una cercanía metodológica, una base común de entendimiento que trasciende las tradiciones particulares en las que se ha visto fragmentado el estudio de