LA PRECOMPRENSIÓN DE LO HUMANO EN LA SOCIOLOGÍA DE LÜHMANO. RAÍCES ANTROPOLÓGICAS DEL ANTIHUMANISMO TEÓRICO LUHMANNIANO
© Patricio Miranda Rebeco
Ediciones universidad Alberto hurtado
Alameda 1869 - Santiago de Chile
— 56-02-8897726
www.uahurtado.cl
Impreso en Santiago de Chile
Junio de 2012
ISBN 978-956-8421-64-9
Registro de propiedad intelectual N° 212.806
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Personas, Organizaciones, Sociedad
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Dirección editorial
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A mis padres, que con sus desvelos crearon las remotas condiciones de posibilidad para mis desvelos doctorales.
A mi esposa Marcela y a mis hijos: Bruno, Camila, Francisco, María José y Monserrat, que me han sostenido y animado en los momentos más críticos del pensar y escribir, padeciendo de mi presencia corporal extraviada en desvaríos teóricos.
[…] habría que hablar ahora del “negativamente humanista antihumanismo teórico de Niklas Luhmann”.
A LDO M ASCAREÑO
Í NDICE GENERAL
P REFACIO
Si los prefacios llevaran título este debiera llamarse negatividad en la teoría sociológica. Desde la segunda mitad del siglo XX había quedado claro que la negatividad tenía algo que decir a la sociología contemporánea. La reconstrucción de la civilización después del Holocausto, en medio de las arenas movedizas de la Guerra Fría y de los procesos de descolonización y globalización especialmente económica, política y jurídica, pusieron a la modernidad tardía frente inconsistencias y contradicciones inmanejables para los individuos, e incluso inmanejables para múltiples estados nacionales entregados en una especie de danza de entre la evitación y el control de daños. La vida se hizo compleja, autoevasiva, paradójica, negativa.
El Holocausto había dejado en claro la ironía de la razón: su autonomía podía conducir a la peor de las irracionalidades. La Guerra Fría en tanto generalizó y popularizó el cinismo: hizo parecer como consenso el miedo al poder del otro. La descolonización hizo lo propio con el sarcasmo: la libertad de las colonias fue la mordaz burla a su imposibilidad de constituirse en estados de derecho que pudieran recrear la libertad ganada. Y la globalización transformó la paradoja en el atópico topoi de la vida cotidiana: hizo vivir la vida de otros como nuestra y la nuestra a otros como propia —en la sociedad mundial los ciclos de vivencias y acciones se hicieron globalmente comunes, pero a la vez ajenamente íntimos, como nunca antes.
Tales condiciones difícilmente podían ser aprehendidas por los conceptos clásicos de unidad. Polis, koinonia, philia, societas civilis, Cristiandad, o contemporáneamente, razón, mundo de vida, consenso, comunidad, nación, Occidente, más lenta o más rápidamente parecieron conceptos demasiado estrechos para lidiar con las contradicciones modernas. La ironía, cinismo, sarcasmo y paradoja de la modernidad actual exigieron tantoinnovaciones estructurales como semánticas para hacer frente al nuevo (in)estado de cosas, uno en el cual no solo hay contradicción manifiesta, sino también un alto número de sofisticadas técnicas de evasión, indiferencia, escenificación y ficcionalización que hacen del mundo un horizonte de posibilidades más que solo un mundo en el que lo real sea racional. En un mundo así, se puede desear con todas las fuerzas del espíritu y las armas la reconstrucción de una comunidad (fundamentalismo, de Oriente y Occidente), se la puede querer encontrar también en una noción abstracta de unidad de vivencias y acciones comunes a la especie humana (cosmopolitismo), se puede guiar su construcción con herramientas procedimentales para que encuentre provisionalmente por sí sola una unidad (razón comunicativa), se puede renunciar nihilistamente a la unidad (agonismo), o el propio centro vacío se puede convertir en el momento que ocupa la posición cero y de la cual depende el continuo (no)origen del sentido, su permanente desplazamiento excéntrico (negatividad).
En nuestra época, Theodor Adorno es uno de los que dio forma de teoría sociológica a la modalidad moderna de la negatividad en Negative Dialektik de 1966. La identidad no alcanza a ser. La aspiración hegeliana de la unidad superior que resuelve la historicidad y contingencia del mundo es disolución de movimiento: “La suposición de la forma absoluta es ilusoria […] pues en toda fuerza actuante del todo, en cada determinación particular, no solo está su negación, sino lo negativo mismo, lo no-verdadero”, al que si la idea espera reconciliar en la suprasubjetividad del espíritu, solo puede perpetuar en la opacidad de sus contradicciones. El movimiento de Adorno es entonces hacia los límites de la explicación, hacia lo que no cabe en ella, hacia la ilustración de los rincones vacíos, de lo innombrado, de modo que nadapueda darse por natural en el mundo, sea para mostrar la insostenibilidad de la coerción en tanto mecanismo de imposición, como para cuidar la fragilidad de la solidaridad.
Un año después de la aparición de Negative Dialektik, Jacques Derrida publica en 1967 De la Gramatologie. Mientras Adorno comenzaba Negative Dialektik anunciando que su blanco era la tradición —”La formulación de la dialéctica negativa atenta contra la tradición”. La praxis teórica derridiana puede ser entendida como una deconstrucción de la tradición. Incluso los propios esfuerzos de la tradición por criticar el etnocentrismo (en Rousseau, en Lévi-Strauss) eran presa de la fuerza entocéntrica del logos, como lo evidencia la navaja negativa de Derrida que deconstruye el mundo que se creía seguro. La metafísica renunció a la incompletitud, renunció al suplemento, y al hacerlo supuso la unidad del mundo. La negatividad desencubrió el sin-fondo de la unidad, y al hacerlo, mostró un vacío pervasivo —si no trascendental—. El trazo, la différance, el suplemento, el fármaco, son y a la vez no son, constituyen el mundo y desaparecen en el mundo que los contiene como ausencia. Son la génesis siempre desplazante, siempre elípticamente evasiva de lo que se va y se queda. Trazo, différance, suplemento, son la marca de un vacío, una especie de inalcanzable aspiración y por eso de negativa certeza de algo que se aproxima, pero que nunca puede llegar plenamente, pues si es, si el presente alcanza el futuro, lo que viene (el porvenir) se perdería como posibilidad en el mundo y dejaría de activarlo en cada uno de sus giros: como la justicia para el derecho, como la democracia para la política, como el amor para los humanos, como el triunfo para el deportista, como el saber para el sabio, como la hipérbole de dios para la fe. Nunca la justicia o la democracia son perfectas, nunca el amor es completo, el triunfo definitivo o el saber suficiente, nunca la fe será un acto divino. La fuerza del porvenir es la fuerza de la negatividad; cualquiera que diga haberla encontrado y haber descifrado su fórmula debe ser deconstruido. De otro modo, el mundo dejaría de girar.