INTRODUCCIÓN
1. Situación de «Epidemias I y III» dentro del conjunto de las «Epidemias»
Los libros I y III de las Epidemias forman un bloque, una sola obra en realidad, que, por otra parte, aparece bien diferenciada de los otros dos grupos de libros: Epidemias II, IV y VI por un lado y Epidemias V y VII por otro.
La identidad de autor entre Epid. 1 y III se evidencia en los rasgos literarios, en la forma de composición, en el contenido. Han sido separados posteriormente y de manera arbitraria, de modo que es probable que las dos listas de enfermos que constituyen el final y el comienzo del libro I y del III respectivamente sean una sola serie.
Sin embargo, con relación a los otros libros de las Epidemias ya no existe tan gran afinidad: mientras que Epid. I y III poseen una estructura mucho más perfecta y elaborada, los restantes consisten en una simple colección de notas sueltas (hypomn é mata) tomadas precipitadamente. Y aun dentro de éstos se distinguen claramente dos grupos independientes:
1) Los libros II, IV y VI, que son muy ricos en contenido, con observaciones personales y reflexiones médicas generales; pero, en lo que respecta a la forma, de aspecto inacabado y complejo, pues se advierte —por igual en los tres libros— la yuxtaposición de piezas, unas extensas y otras muy breves.
2) Los libros V y VII, que presentan fundamentalmente historias clínicas individuales configurando un todo sin orden ni composición, en donde abundan las repeticiones.
Respecto a las discordancias temáticas entre los tres grupos, son mayores con relación al último; ya que tanto en libros I y III, como en II, IV y VI, domina el pronóstico como objetivo, mientras que en libros V y VII es más fuerte el interés terapéutico.
Por otra parte, entre los siete libros se establece a su vez un indudable parentesco —no sólo en lengua, sino también en teoría y método— que les lleva a constituir el conjunto de las Epidemias. Consiste tal coincidencia esencialmente en una misma doctrina médica y actitud terapéutica.
2. Situación de «Epidemias I y III» dentro del «CH»
Una vez bosquejados los puntos de conexión y los de disconformidad entre nuestros dos libros (que en realidad componen una sola obra) y el resto de las Epidemias, corresponde ponerlos en parangón con los demás tratados del CH.
Ante todo, Epid. I y III están conceptuadas entre lo más perfecto de la colección. Bourgey (como en la Medicina antigua las indicaciones sobre las propiedades de los órganos dentro del cuerpo, y en los Aires, aguas y lugares la dureza de las aguas que provienen de terrenos rocosos), en este grupo selecto sólo se aprecia un pensamiento firme, una técnica rigurosa y razonable, profundidad de intuición y un estilo preciso, desnudo (en especial en el Pronóstico y en Epidemias I y III).
Ya en particular, Deichgräber.
Con otros tratados coicos asimismo existen evidentes concordancias: con Aforismos comparten las cifras semejantes también para los tiempos de las crisis; con Fracturas y con Articulaciones, el papel de los humores; con Sobre la dieta en las enfermedades agudas, la oposición pikrócholoi/melancholikoí, etc. Pero lo más importante no radica en la consonancia respecto a detalles particulares, sino en el hecho de exponer la misma doctrina en lo esencial y de poseer un mismo espíritu y calidad literaria.
3. Autor y escuela
Al hablar del mayor acercamiento del grupo de Epidemias I y III a algunos tratados de la colección hipocrática, ya hemos citado la posibilidad incluso de un autor común.
¿Quién es ese autor? Quizás el propio Hipócrates. La afirmación no sería demasiado aventurada, dado que —como dijimos— las Epid. I y III y todo el conjunto al que se suelen asociar son las más excelsas de las obras del Corpus. Y, efectivamente, distintos investigadores han coincidido en catalogar nuestras Epidemias, junto con unos u otros tratados, como la producción genuina de Hipócrates.
A favor de esta hipótesis se pueden alegar, además de la calidad, algunos indicios internos, como ciertos datos biográficos que, en correspondencia con pasajes de Epid. I y III, tal vez confirmarían su autenticidad. Así, los casos clínicos que se desarrollan en Larisa, que cuadran con el hecho de que Hipócrates practicó la medicina en Larisa.
Otro de los fundamentos se encuentra en la noticia sobre Hipócrates en el Pedro (270b-270e).
Un cuarto argumento a favor de la paternidad de Hipócrates nos lo proporcionan los comentarios de otros médicos, como Diocles (según GALENO, XVII A 222-223 K.), que hace una crítica de ciertas variedades de fiebres —quintana, septana, nonana— distinguidas por Hipócrates. Y es precisamente en Epid. I en donde se habla de éstas.
En fin, no hay nada absolutamente concluyente a favor; pero tampoco nada en contra de la autenticidad de Epidemias I y III. Estamos, en realidad, tocando el delicado tema de la «cuestión hipocrática»— ningún contemporáneo cita ni una sola obra de Hipócrates, no podemos asegurar con certeza qué tratados son suyos, ni siquiera si hay alguno en la colección. Nos movemos únicamente en el terreno de las probabilidades. Lo que en cualquier caso parece fuera de discusión es que pertenecen nuestros libros al menos a la escuela de Cos, la del gran maestro.
Frente a la escuela de Cnido, la de Cos se distingue por características contrarias: ante todo, presta el máximo interés a la observación de la realidad, de cada caso individual, partiendo sólo de lo cual llega a las nociones generales; es decir, pasa del examen de un enfermo particular a la descripción típica de la enfermedad. ¿Y qué obra ejemplifica mejor tal actitud del médico coico que Epid. I y III con sus historias clínicas, modelo de minuciosidad y precisión?
Otro rasgo relevante frente a la escuela cnidia es el método de los de Cos para interpretar los signos, poniéndolos en relación con el todo del organismo, con las circunstancias climáticas y propias del lugar donde habita el paciente y con el tipo constitutivo individual de éste. Pues bien, todo ello está presente en nuestros tratados.
Respecto a la teoría humoral, en su forma más desarrollada y común, la escuela coica habla de cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra) y, a partir de ellos, de cuatro tipos temperamentales, según el predominio de uno u otro humor en el individuo. Precisamente en Epid. III se encuentran, quizás por primera vez, citados explícitamente los cuatro tipos en un mismo pasaje (Epid. III 14:KÜHL., 231).
Por último, la terapéutica —por otra parte pocas veces mencionada en Epid. I y III— dista mucho de la rudeza característica de la escuela de Cnido.
4. Fecha
La cuestión de la datación de Epid. I y III no resulta muy controvertida. Le dedicaremos, por tanto, sólo un breve comentario.
Todos los investigadores parecen estar de acuerdo en que pertenecen al primer período de la medicina hipocrática, a la época aproximada de su fundación; es decir, finales del s. V o principios del s. IV.
Porque el carácter de los libros de los que nos ocupamos responde plenamente al de ese momento inicial: su postura toda respecto a la phýsis, la téchn e y el método, que aún no se ha convertido en tan reflexiva y crítica como en el período subsiguiente.
Precisando más, la datación concreta podría ser el 410, según ha mostrado Deichgräber en base a la confirmación histórica de ciertas personas mencionadas (Antifón, hijo de Critobulo, Daitarses, Filisco), cuyos nombres han sido identificados en inscripciones, de las que una pertenece al 411-408.