• Quejarse

Michael Ignatieff - Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo

Aquí puedes leer online Michael Ignatieff - Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2016, Editor: El Hombre del Tr3s, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover
  • Libro:
    Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo
  • Autor:
  • Editor:
    El Hombre del Tr3s
  • Genre:
  • Año:
    2016
  • Índice:
    5 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 100
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

La antigua Yugoslavia, Alemania, Ucrania, Quebec, Kurdistán e Irlanda del Norte son lugares donde el sentimiento nacionalista se ha expresado con gran intensidad. Para poder vivir de cerca este sentimiento y tratar de comprenderlo, Michael Ignatieff se embarca en un viaje a esos seis destinos. El resultado es un brillante ensayo que sigue de plena actualidad. Ignatieff alerta de los peligros del nacionalismo cuando este se convierte en una fuerza excluyente que antepone las raíces a los valores y cuyo objetivo es resaltar las diferencias, incluso cuando estas son mínimas. El narcisismo de la pequeña diferencia, en la cita de Freud. Sangre y pertenencia es una obra necesaria para entender el nacionalismo y sus distintas manifestaciones. Y es también una llamada de atención que no puede ignorarse. Hoy en día el nacionalismo sigue siendo uno de los temas de mayor relevancia política, y este es un libro imprescindible para entender su atractivo y su vigencia.

Michael Ignatieff: otros libros del autor


¿Quién escribió Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

MICHAEL IGNATIEFF

SANGRE Y PERTENENCIA

VIA JES AL NUEVO
NACIONAL ISMO

Contenido El último refugio SEÑORES DE LA GUERRA El puesto de control de - photo 1

Contenido

El último refugio


SEÑORES DE LA GUERRA

El puesto de control de Naciones Unidas era una cabina prefabricada rodeada de sacos de tierra a cargo de dos soldados canadienses que vigilaban una barrera en la carretera entre los sectores serbio y croata de Pakrac, en el centro de Croacia. La carretera hasta el puesto avanzaba entre chalets destrozados, coches volcados en los arcenes y jardines abandonados donde la hierba llegaba a media altura. Apenas visibles entre la hierba, al llegar al puesto, estaban dos vigías croatas adolescentes con sus prismáticos fijos en el lado serbio.

La ONU acababa de dejarnos pasar al territorio serbio cuando quince paramilitares serbios armados rodearon nuestra furgoneta. Habían estado bebiendo en una boda en su pueblo. El más borracho, con ojos cansados y vidriosos, abrió por la fuerza la puerta de la furgoneta y entró. «Os estamos vigilando», afirmó, haciendo con las manos el gesto de unos prismáticos. «Habláis con la Ustache», y señaló a los croatas escondidos en la hierba. Entonces sacó la pistola de su cinturón. «Jodidos espías», dijo. A punta de pistola ordenó al conductor que se bajara, tomó el volante y empezó a revolucionar el motor. «Me muero por grabar esto», se quejó un cámara en el asiento de atrás. «Si lo haces, este te mata», murmuró alguien al fondo.

El serbio metió la marcha y empezó a avanzar cuando uno de los soldados de la ONU abrió la puerta de un tirón, agarró las llaves y apagó el motor. «Haremos esto a mi manera», dijo el soldado, respirando pesadamente, y entre tirones y ruegos sacó al serbio del asiento del conductor. Otro joven serbio vestido de camuflaje forzó su entrada en la furgoneta y sacudió la cabeza: «Soy policía. Estáis arrestados. Seguidme».

Ese fue el instante, en mis viajes en busca del nuevo nacionalismo, en el que empecé a comprender qué aspecto tiene el nuevo orden mundial: paramilitares, ebrios de brandy local y paranoias étnicas, intercambian disparos en un erial; los separa un puesto de control, instalado por algo con el rimbombante nombre de «comunidad internacional», pero que de hecho se reduce a dos adolescentes aterrados; y un equipo de televisión preocupado, por un par de segundos, por si saldrán de allí con vida.

La autoridad de la «comunidad internacional» no cubría más allá de 150 metros a cada lado del puesto. A partir de ahí era la ley del más fuerte. Los paramilitares nos llevaron a la comisaría de policía del pueblo, donde el jefe se pasó una hora convenciéndose de que como el abuelo de nuestro traductor había nacido en la isla croata de Krk, era un espía croata. En ese instante llegó una llamada de teléfono que ordenó al jefe que nos liberara. Nadie nos explicó quién había dado la orden. Debió de ser el señor de la guerra local. Fue mi primer encuentro con el poder de un señor de la guerra, pero no el último.

Soy hijo de la Guerra Fría. Nací en 1947, el año del bloqueo de Berlín, y mi primer recuerdo político de importancia es tener mucho miedo, durante un día, cuando la crisis de los misiles cubanos de 1962. Al mirar atrás, veo que he vivido en la última era imperial, la última época en la que los estados nación del mundo estaban claramente repartidos en dos esferas de influencia antagónicas, la última vez que el terror produjo paz. Ahora el terror solo parece producir más terror.

Si el siglo XXI empezó antes de tiempo, como algunos sostienen, empezó en 1989. Cuando cayó el Muro de Berlín, cuando Václav Havel salió al balcón de la Plaza Wenceslao de Praga y las multitudes celebraron el colapso de los regímenes comunistas en Europa, pensé, como mucha gente, que estábamos a punto de contemplar una nueva era de democracia liberal. Mi generación casi se había conformado con la idea de hacerse vieja en el miedo y la parálisis de la Guerra Fría. De repente, un nuevo orden de países libres empezó a cobrar forma desde las Repúblicas bálticas hasta el Mar Negro, de Tallin a Berlín, de Praga a Budapest, Belgrado y Bucarest. En agosto de 1991, cuando los moscovitas defendieron el parlamento ruso de los tanques, pensamos que el coraje cívico que había derribado el último imperio del siglo XX podía incluso ser capaz de sostener la transición de Rusia a la democracia. Hasta pensamos, durante un rato, que la ola democrática del Este podría arrastrar a nuestras agotadas oligarquías en el Oeste.

Pronto averiguamos cuán equivocados estábamos. Porque lo que ha sucedido a la última era imperial es una nueva era de violencia. El discurso fundamental del nuevo orden mundial es la desintegración de los estados nación en guerras civiles de raíz étnica; los arquitectos fundamentales de ese orden son los señores de la guerra, y el lenguaje fundamental de nuestra época es el nacionalismo étnico.

Con una ingenua ligereza, asumimos que el mundo dejaba atrás el nacionalismo irrevocablemente, el tribalismo, los límites provincianos de las identidades marcadas por nuestros pasaportes, de camino a una cultura global de mercado que iba a ser nuestro nuevo hogar. Visto ahora, silbábamos en la oscuridad. Lo que estaba reprimido ha vuelto, y su nombre es nacionalismo.

NACIONALISMO CÍVICO Y ÉTNICO

Como doctrina política, el nacionalismo es la idea de que los pueblos están divididos en naciones y que cada una de esas naciones tiene derecho a la autodeterminación, bien como unidades de autogobierno dentro de estados nación ya existentes, bien como estados nación mismos.

Como ideal cultural, el nacionalismo es la creencia de que aunque los hombres y las mujeres tienen muchas identidades, es la nación la que les proporciona la forma primaria de pertenencia.

Como ideal moral, el nacionalismo es una ética del sacrificio heroico, que justifica el uso de la violencia en defensa de la nación propia frente a los enemigos internos y externos.

Estas concepciones, política, moral y cultural, se refuerzan recíprocamente. La consideración moral de que las naciones tienen derecho a ser defendidas por la fuerza o la violencia parte de la consideración cultural de que las necesidades que satisface en cuanto a protección y pertenencia son de una importancia superior. La idea política de que todos los pueblos deben luchar por ser naciones se basa en la idea cultural de que solo una nación puede satisfacer esas necesidades. A su vez, la idea cultural avala la propuesta política de que esas necesidades no pueden ser satisfechas sin la autodeterminación.

Todas estas ideas son discutibles, y ninguna es evidente por sí misma. Muchas de las tribus del mundo y de las minorías étnicas no piensan en sí mismas como naciones; muchas no buscan ni reclaman un estado propio. Tampoco es obvio que la identidad nacional debe ser un elemento más importante de la identidad per sonal que ningún otro; ni que la defensa de la nación justifique el uso de la violencia.

Pero por el momento lo que importa es que una cuestión central del nacionalismo es establecer las condiciones bajo las cuales está justificada la fuerza o la violencia para defender a un pueblo, cuando su derecho a la autodeterminación está en riesgo o es negado. Autodeterminación puede significar en este contexto tanto autogobierno democrático como el ejercicio de la autonomía cultural, según si el grupo nacional en cuestión crea que puede alcanzar sus objetivos dentro de un estado ya existente o si busca un estado propio.

En todas las formas del nacionalismo, la soberanía nacional reside en « el pueblo » ; de hecho, la palabra «nación» es a menudo un sinónimo de «el pueblo», pero no todos los movimientos nacionalistas crean regímenes democráticos, porque no todos los nacionalismos incluyen a todo el pueblo en su definición de lo que constituye la nación.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo»

Mira libros similares a Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo»

Discusión, reseñas del libro Sangre y pertenencia: Viajes al nuevo nacionalismo y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.