Luis Gonzalo Díez (Madrid, 1972) es ensayista y profesor de Humanidades en la Universidad Francisco de Vitoria. Sus intereses como investigador están centrados en la historia de las ideas políticas contemporáneas y en una lectura de la novela europea de los siglos xix y xx desde los conflictos y antagonismos de la modernidad. Es autor de La soberanía de los deberes (2003), Anatomía del intelectual reaccionario (2007), Los convencionalismos del sentimiento (2009), La barbarie de la virtud (2014) y El liberalismo escéptico (2016).
El nacionalismo es una de las manifestaciones contemporáneas más misteriosas y polimórficas de lo cultural , de los infinitos usos ideológicos y propagandísticos que promueve su condición sentimentalmente indeterminada y, por ello, políticamente manipulable. Aproximarnos, desde el pensador alemán Johann G. Herder (1744-1803), a la génesis del nacionalismo y de su impactante concepto de cultura permite comprobar el llamativo vínculo entre un cierto radicalismo ilustrado y humanitario y el parto del nacionalismo como utopía emancipadora, universalista e igualitaria. Y entender, de una manera general y panorámica, el sentido histórico del proceso en virtud del cual el nacionalismo apolítico de Herder se transformó en la política de dominación asociada al culto romántico de la identidad cultural. Ya en el caso del pensador alemán, cabe observar el peligro que entraña abordar la política desde la cultura, como si la realidad del poder se pudiese tramitar con categorías estético-filosóficas. Cuando tal operación suele conducir, pese a las buenas intenciones de quien la auspicia, a instaurar un poder sin límites oculto bajo la propaganda de lo puro y auténtico, de los reinos de fábula.
LUIS GONZALO DÍEZ
El viaje de la impaciencia
En torno a los orígenes intelectuales de la utopía nacionalista
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
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08037-Barcelona
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Edición en formato digital: enero 2018
© Luis Gonzalo Díez, 2018
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2018
Imagen de portada: La balsa de la Medusa,
Theodore Gericault, 1819. París, Louvre.
© Scala, Florencia, 2017
Conversión a formato digital: gama, sl
ISBN: 978-84-17355-03-6
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Índice
Ya todo el árbol de paciencia roto,
corre la nave de temor perdida.
L OPE DE V EGA
Yo mismo llevo algo en mi interior que sé muy bien que no lograré alcanzar nunca, y me hace infeliz que jamás pueda lograrlo ni anunciarlo. Éste es mi simulacro. Todos deberíamos dejar escrito, a nuestra muerte, aquello que siempre tuvimos por una mera farsa o juego de títeres, pero que, por miedo a las circunstancias, nunca pudimos declarar públicamente como tal. Todos nosotros hemos vivido cubiertos de tales mentiras vitales, y seguro que nos hará bien quitárnoslas, a más tardar en el momento en que nos dispongamos a vestir el sudario.
J OHANN G OTTFRIED H ERDER
Nota previa
Este libro no es ni pretende ser un estudio sobre el nacionalismo, sino un ensayo interpretativo a propósito de lo que, en la crisis del Antiguo Régimen, el nacionalismo representa en cuanto criterio de legitimidad política. Una lectura inadecuada del ensayo sería estimarlo a partir de la tradición historiográfica que ha revolucionado los estudios sobre el nacionalismo en las últimas décadas. Tradición que, de manera tan sobria y eficaz, resume José Álvarez Junco en el primer capítulo («La revolución científica sobre los nacionalismos») de su Dioses útiles. Naciones y nacionalismo .
Mi objetivo, en una clave de historia de las ideas y desde el caso particular de Johann G. Herder, es intentar comprender de qué manera el argumento nacionalista fue utilizado en las batallas de la Ilustración radical para deslegitimar el absolutismo. La Ilustración que encarna Herder se habría terminado consolidando como una plataforma ideológica antiabsolutista diferente de la apuntalada por un Sieyès o un Thomas Paine. Pues, y esto me parece esencial, Herder promovió su ataque contra el absolutismo no desde la razón , como los autores citados, sino desde la historia ; no desde categorías políticas centradas en la remodelación de la idea de poder, sino desde categorías culturales pretendidamente ajenas a la lógica del poder, siempre autoritaria y elitista a juicio del pensador alemán. Su filosofía de la historia atribuye al Volk , a la identidad cultural y lingüística del pueblo, un potencial crítico y emancipador equiparable a los discursos revolucionarios de la soberanía popular, la representación política y los derechos del hombre y el ciudadano.
Mi aproximación al fenómeno nacionalista es oblicua, se sale del camino académico ortodoxo y, por tanto, juzgarla desde este camino implicaría negarse a apreciar lo poco bueno que pueda tener. El uso que hago de la terminología asociada a dicho fenómeno es muy libre, aunque no arbitrario. Es un uso puramente instrumental que no pretende dar cuenta de qué nacionalismo representa Herder en el marco de posibilidades que, al respecto, ofrece la historiografía actual. Y ello porque el objetivo del ensayo consiste en abordar cuestiones como el papel que desempeña la cultura en los esquemas de legitimidad política críticos con el absolutismo, la vinculación entre tradición e insurgencia que cabe establecer en medios intelectuales opuestos a la línea oficial de la Ilustración, pero no por ello contrailustrados, sino defensores de otra Ilustración o el ejercicio antiliberal del poder al que, de manera imprevista, tiende la visión utópica de las identidades culturales.
Lo que este ensayo pueda aportar al conocimiento de Herder y del nacionalismo será, por tanto, limitado e indirecto ya que se sirve de ellos para pescar en caladeros que no son los habituales de la extensa bibliografía generada por dicho pensador y por dicha ideología. Si algo he aprendido de la historia intelectual es que los caminos de ésta, como dice J. G. A. Pocock, son subterráneos y, en ocasiones, hacen aflorar contextos de interpretación sorprendentes e inesperados. Como el que relaciona el humanitarismo e igualitarismo de un cierto radicalismo ilustrado con el alumbramiento del nacionalismo en cuanto utopía universalista y emancipadora. Nacionalismo, sí, en lo que tiene de deslegitimación popular e identitaria del sistema de poder dominante y de fundamento popular e identitario de un nuevo orden pretendidamente ajeno, y ahí reside su contenido utópico, a la lógica del poder. Tesis esta que, en primer término, contribuiría a separar a Herder del romanticismo, a dejar de verlo como un romántico y a caracterizarlo como un ilustrado radical y, en segundo término, a identificar, dentro de las muchas Ilustraciones posibles, de la inagotable y polimórfica cantera del pensamiento histórico ilustrado, una de las fuentes de lo que he dado en denominar la utopía nacionalista.
Sé que, al hablar de nacionalismo, tomo la parte por el todo y que generalizo en exceso sin realizar las distinciones académicas oportunas. Séame concedida esta licencia a fin de poner el foco donde me interesa, que sería, a la postre, parafraseando a Reinhart Koselleck y Elie Kedourie, una determinada patología política de la contemporaneidad. La que tramita, hasta llegar a sublimar, la realidad inexorable del poder mediante categorías estético-filosóficas que, al ocultar dicha realidad invocando reinos de fábula, posibilitan el establecimiento de tiranías mesiánicas. Categorías que, en el caso del sublime Herder, resultan bastante ilustrativas de uno de los partos más confusos y explosivos de la ideología nacionalista. Siendo su condición de intelectual impaciente , y el contexto al que pertenece, un laboratorio adecuado para asistir al proceso de elaboración de un tipo de argumentos filosóficos, antropológicos e históricos que tendrán un largo recorrido en la posterior historia del nacionalismo.
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