Josep Termes - El nacionalismo catalán

Título original: El nacionalismo catalán

Josep Termes & Borja de Riquer & Jesús M. Rodés, 1985

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

[1] Sobre la formación de la Lliga véase mi trabajo Lliga Regionalista: la burguesia catalana i el nacionalisme (1898-1904) , Barcelona, 1977.

[2] «La Mancomunitat de Catalunya, una solució “americana”, L’Avenç, núm. 3, pág. 41».

[3] Id., pág. 45.

[4] «La Campana de Gràcia», 12 octubre de 1916.

[5] La mejor síntesis es el artículo de Xavier Cuadrat, El PSOE i la qüestió nacional catalana (fins l’any 1923), L’Avenc , núms. 5 y 6.

[1] V. ISIDRO MOLAS, Lliga Catalana, Barcelona, 1972, vol. I, pág. 168. V. tb. ISIDRO MOLAS, El catalanismo hegemónico. Cambó y el Centro Constitucional, Barcelona, 1972, passim.

[2] Aunque de escasa importancia en el primer periodo republicano mencionemos aquí la organización en noviembre de 1930 del Bloc Obrer i Camperol surgido de la fusión entre el Partit Comunista de Catalunya y la Federación Catalano-Balear del PCE, que adoptará posiciones radicales en cuanto a la reivindicación nacional catalana. Dependiente del PCE no se constituirá hasta 1932 un Partido Comunista de Catalunya, grupuscular hasta la formación del PSUC en 1936.

[3] «L’Opinió», 2 de mayo de 1930, pág. 2, recoge el Manifest y un número importante de firmas de adhesión.

[4]E. UCELAY DA CAL, La formació d’Esquerra Republicana de Catalunya, «L’Avenç», número 4, pág. 61.

[5] En cuanto a las posiciones catalanas véase especialmente M. CARRASCO I FORMIGUERA, El Pacte de San Sebastián, Barcelona, 1931, y JAUME AIGUADER I MIRO, Catalunya i la Revolució, Barcelona, 1931, 160 págs.

[6]Manifiesto. Instituto Municipal de Historia (Barcelona). C. Hojas Volantes.

[7] Sobre la fundación de ERC. Véase además del trabajo citado de E. UCELAY DA CAL, ANNA SALLES, Esquerra Republicana de Catalunya, Barcelona, 1976.

[8] Sobre la República Catalana. Véase MANUEL GERPE LANDIN, L’Estatut d’Autonomia de Catalunya i l’Estat Integral, Barcelona, 1 977, páginas 71 y ss.

[9]CARLOS SAENZ DE SANTA MARIA, Qué son los nacionalismos, Barcelona, 1976, vol. I, pág. 63.

[10] En 1932 se fundaba el Partit Nacionalista de Catalunya y este mismo año se estructuraba Estat-Català-Partit Proletari bajo la dirección de Jaume Compte, que en 1934 se convertirá en el Partit Català Proletari, una de las cuatro formaciones que se fusionaran en 1936 en el PSUC.

[11]J. A. GONZALEZ CASANOVA, Federalisme i Autonomia a Catalunya, Barcelona, 1974, página 404.

Entrega n.º 89 de la colección Cuadernos Historia 16 dedicado al nacionalismo catalán.

Josep Termes & Borja de Riquer & Jesús M. Rodés

Cuadernos Historia 16 - 089

ePub r1.0

Titivillus 14.02.2022

Por Josep Termes

Profesor de Historia Contemporánea. Universidad Central de Barcelona

C ATALUÑA había sido gestada, a partir del condado de Barcelona, durante la Alta Edad Media y fue hasta fines del siglo XV (por tanto, durante casi setecientos años) una entidad nacional soberana, con una lengua propia y oficial, con sus propias leyes y órganos de gobierno y de representación, estamentales. A lo largo de los siglos XVI y XVII continuó siendo un territorio diferenciado, con idioma, gobierno y leyes propias, dentro de los dominios de la Casa de Austria. Y no perdió sus instituciones gubernamentales —y con ellas, los fueros y privilegios hasta 1716, como resultado de su derrota a manos de las tropas franco-españolas de Felipe V de Borbón, a raíz de la Guerra de Sucesión a la Corona española.

Por tanto, Cataluña fue de hecho una entidad nacional soberana cerca de novecientos años, casi un siglo, durante la época feudal y el Antiguo Régimen. ¿Novecientos años de historia común, con su legado de tradiciones, gestas y leyendas, configuran un pueblo con personalidad particular y definida, o no? ¿O quizá es necesario esperar a que la burguesía luche en favor de y dentro de un mercado económico español para poder hablar de nacionalidad y nacionalismo?

La formación del catalán como lengua neolatina, diferenciada del castellano, del francés, del italiano o del occitano, lenguas con las que está en contacto; el uso social, durante siglos, del catalán, en público y en privado, como lengua administrativa, literaria o legislativa, ¿no es acaso un elemento básico configurador de una nación?

Sobre este cañamazo histórico-lingüístico se produce además un proceso de diferenciación económica (respecto a las tierras no catalanas de la Península Ibérica): a partir del último tercio del siglo XVIII se inicia en Cataluña el fenómeno industrializador, que queda perfectamente definido con la introducción de la máquina de vapor a partir de 1830. A lo largo del siglo XIX, la Cataluña industrializada entrará en conflicto con la España agraria, chocará con su mentalidad no modernizadora y, especialmente, con su Estado, su burocracia y su ejército.

La renovación económica que supuso la industrialización permitió la aparición de una burguesía industrial y de negocios, con mentalidad empresarial, consolidó la existencia de una pequeña burguesía de tenderos y de unas clases populares, formadas por menestrales y trabajadores independientes, así como vio el nacimiento de la moderna clase obrera industrial. Todo esto, además, gestado como fenómeno urbano. La Cataluña decimonónica será el resultado de la acción de las clases urbanas —caracterizadas por los valores de lo civil y lo ciudadano—, enfrentadas a una mentalidad rural y arcaica.

La Renaixença

En Cataluña, la renovación económica favoreció la aparición de una amplia clase profesional y de unos intelectuales que descubrieron, con la difusión del romanticismo, el pasado de su propia nacionalidad. De ahí el surgimiento de la Renaixença (el Renacimiento o Resurgimiento), a partir de los años cuarenta del siglo pasado, que impuso paulatinamente el uso del catalán como idioma literario: primero, en la poesía y el teatro; poco después, en la novela y el ensayo histórico, y, paulatinamente, en la prensa. Por otra parte, hay que señalar que la Renaixença literaria no hubiera sido posible si el pueblo catalán hubiese ya abandonado su propio idioma; sin embargo, no había ocurrido así, ya que el idioma hablado se había mantenido vivo, y único, entre las clases populares. Obvio es, pues, escribir que la Renaixença significó la recuperación del uso del catalán escrito, ya que el hablado se había mantenido incólume desde su aparición.

Surge de la Renaixença, también, el historicismo romántico y liberal, volcado hacia el medievalismo, tantas veces mal interpretado: la época medieval es una larga etapa en la que ha existido una entidad nacional, entonces perdida, y por eso el intelectual vuelve los ojos al pasado buscando recobrar el ser nacional. Y de ahí, en consecuencia, la popularidad que han tenido, en cualquier época, en Cataluña, los libros sobre su propia historia. El medievalismo romántico de mediados de siglo no significó una nostalgia del feudalismo ni un enmascaramiento de éste, sino, por el contrario, la bandera de una nacionalidad (perdida dentro de un Estado centralista, unitario, uniformizador, perseguidor y destructor de su lengua y de su cultura), nacionalidad a la búsqueda de la nación perdida.