Escupamos sobre Hegel recoge dos textos de extraordinaria importancia en el ámbito de la teoría feminista contemporánea que quedarán como obligados puntos de referencia. Como bien dice Michèle Causse, «los escritos de Carla Lonzi pueden ser considerados, sin exageración alguna, como absolutamente fundamentales e históricos. Cada caso es uno de los momentos fundacionales de la Historia de las mujeres, y preceden a los escritos teóricos de los anglosajones. A menudo son más inspirados y radicales».
Escupamos sobre Hegel es el primer libro del feminismo italiano que abrió una brecha en los interesados planteamientos marxistas respecto a la mujer y en la impostación patriarcal de la política y de la revolución. Si el paso inicial para reencontrar una identidad propia consiste en poner en cuestión la cultura —la filosofía, la religión, la revolución, el arte—, el paso inmediato posterior considera la relación sexual y el papel que a la mujer le corresponde. ¿Acaso no es ahí donde se decide su identidad? La cultura, que se propone como intérprete del carácter natural de la relación entre los sexos ¿acaso no es una cultura sesgada? ¿La vaginalidad es la sexualidad propia de la mujer? ¿Por qué el pacer clitórico ha sido tan desacreditado aun siendo el más espontáneo que existe?
Carla Lonzi
Escupamos sobre Hegel
y otros escritos sobre Liberación Femenina
ePub r1.0
Titivillus 19.09.18
Título original: Sputiamo su Hegel. La donna clitoridea e la donna vaginale e altri scritti
Carla Lonzi, 1970
Traducción: Julio Villarroel
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
INDICE
PREMISA
Estos escritos, tanto los que llevan mi firma como los firmados colectivamente señalan la primera etapa de mi toma de conciencia, que va de la primavera del 70 al invierno del 72, estimulada por el descubrimiento de la existencia del feminismo en el mundo y por los encuentros con las mujeres de Rivolta Femminile.
El riesgo de estos artículos es que se tomen como puntos teóricos estables cuando, en realidad, reflejan sólo el modo inicial que tuve de salir al descubierto, en momentos en que predominaba el desdén porque había comprendido que la cultura masculina en todos sus aspectos había teorizado la inferioridad de la mujer. Por tal razón, su inferiorización parece completamente natural.
Las Mujeres mismas aceptan considerarse “segundas”, si quien las convence parece merecer el aprecio del género humano: Marx, Lenin, Freud y todos los otros. Me sentí movida a impugnar algunos de los principios del patriarcado, no sólo del pasado o presente, sino también los que plantean las ideologías revolucionarías.
El Manifiesto contiene las frases más significativas que la idea general del feminismo nos trajo a la conciencia durante las primeras aproximaciones entre nosotras. La clave feminista obraba como una revelación. El deseo de expresarnos ha sido para nosotras sinónimo de liberación.
Escupamos sobre Hegel lo he escrito porque me perturbaba el constatar que casi la totalidad de las feministas italianas daba más crédito a la lucha de clases y a la cultura marxista que a su propia opresión. Hoy ya no es así, pero es necesario recordar que me refiero a cuatro años atrás.
Cuando ya ni política, ni filosofía ni religión gozaban de nuestra fe incondicional, afrontamos el punto central de nuestra inferiorización: lo sexual. Durante una campaña pata la abolición del delito de aborto me pregunté: ¿Qué es más de esclavas, someterse al aborto clandestino o el hecho de quedar embarazada si no se ha probado el placer, esto es, sólo para satisfacer al varón? ¿Quién nos ha obligado a satisfacerlo a costa nuestra? Nadie. Somos víctimas inconscientes pero voluntarias ( Sexualidad femenina y aborto ).
¿Por qué la mujer no tiene asegurada, como el varón, la resolución en el orgasmo? ¿Cuál es su funcionamiento fisio-sexual? ¿Y el psico-sexual? ¿Cuál es, en fin, su sexo? Existen mujeres clitorídeas y mujeres vaginales: ¿quiénes son?, ¿qué somos? ( La mujer clitoridea y la mujer vaginal ). Al tomar conciencia de los condicionamientos culturales que desconocemos, no dudamos siquiera de que habíamos descubierto algo esencial, algo que cambiaba todo: el sentido que tenemos de nosotras, de las relaciones, de la vida. A medida que se llegaba al fondo de la opresión, el sentido de la liberación se convertía en algo más interior, más personal. Por tal razón el camino de la toma de conciencia —de cualquier modo que se lleve a cabo— es el único camino para la liberación, de lo contrario se corre el riesgo de luchar —siguiendo un camino ilusorio— por una liberación que luego se revela exterior, aparente. ( Significado de la autoconciencia en los grupos feministas ).
Por ejemplo, luchar por el mañana, un mañana sin condicionamientos para la mujer, un mañana tan lejano en el que ya ni siquiera existiremos. El varón aplazó siempre las soluciones para un futuro ideal de la humanidad, que no existe; debemos entonces revelar a la humanidad presente, esto es, a nosotras mismas.
Nadie está a priori condicionado al punto de no poder liberarse; nadie estará a priori tan poco condicionado como para ser libre. Las mujeres no estamos condicionadas de modo irremediable: sólo que no existe en ningún siglo una experiencia de expresa liberación de nosotras como ha ocurrido, en cambio, en el mundo masculino. Descubrir en qué consiste la liberación es liberarse.
Estos escritos son pata mí un primer paso hacia esa experiencia: una premisa y una profecía.
CARLA LONZI
“RIVOLTA FEMMINILE”
MANIFIESTO
“¿Las mujeres siempre estarán divididas entre ellas? ¿Lograrán alguna vez formar un único cuerpo?” (Olympe de Gouges, 1791).
La mujer no se halla definida por su relación con el varón. La conciencia de este hecho es fundamental tanto para nuestra lucha como para nuestra libertad.
El varón no es el modelo al que la mujer debe adecuar el proceso de descubrirse a sí misma.
Respecto al varón la mujer es el otro. Respecto a la mujer el otro es el varón. La igualdad es un intento ideológico para someter a la mujer en niveles más elevados.
Identificar a la mujer con el varón significa anular la última posibilidad de liberación.
Para la mujer liberarse no quiere decir aceptar idéntica vida a la del varón, que es invivible, sino expresar su sentido de la existencia.
La mujer en cuanto sujeto no rechaza al varón como sujeto, sino que lo rechaza como rol absoluto. En la vida social lo rechaza en tanto que rol autoritario.
Hasta ahora el mito de la complementariedad ha estado utilizado por el varón para justificar su poder.
Desde la infancia las mujeres son persuadidas para que no tomen decisiones y para que dependan de una persona “capaz” y “responsable”: el padre, el marido, el hermano…
La imagen femenina con la que el varón ha interpretado a la mujer ha sido invención suya.
La virginidad, la castidad, la fidelidad, no son virtudes, sino vínculos construidos para mantener la familia. El honor es la codificación represiva resultante.
La mujer, en el matrimonio, privada de su apellido, pierde su identidad, con lo cual se da a entender que ha cambiado de propietario, pasando del padre al marido.
La persona que genera al hijo no le puede dar su propio apellido: el derecho de la mujer ha sido codiciado por otros, y se ha convertido en privilegio de ellos.